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¿Y Amancio Ortega? Comiendo callos y tortilla en el Don Jamón
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Agustín Marco

A Corazón Abierto

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¿Y Amancio Ortega? Comiendo callos y tortilla en el Don Jamón

La herencia del dueño de Inditex, de la misma edad que Emilio Botín e Isidoro Álvarez, preocupa a los inversores internacionales, muy pendientes de su salud.

Foto: Amancio Ortega, junto a su sucesor Pablo Isla (EFE)
Amancio Ortega, junto a su sucesor Pablo Isla (EFE)

El repentino adiós deEmilio Botín e Isidoro Álvarez,fallecidos a punto de cumplir los 80años, ha abierto el debate sobre si las compañías cotizadas deberían tener la obligación de informar con detalle sobre la salud de sus primeros ejecutivos. No por el morbo de conocer cómo están de chapa y motor sus principales directivos, a la par que máximos accionistas en algunos, sino por el impacto que el diagnóstico de una enfermedad grave puede tener en la empresa y en la cotización.

Hay muchos intereses detrás, ya que, como ocurre en Estados Unidos, los inversores están muy pendientes de los pronósticos médicos. Asíha ocurrido conel consejero delegado de JP Morgan, James Dimon, que ha tenido que dar un parte oficial sobre el tratamiento de su cáncer de garganta. Dimon, que gobierna un banco con una capitalización de casi 200.000 millones de dólares, más del doble que el Santander, hizo un ejercicio de transparencia al que antes se habían sometido Warren Buffett, uno de los financieros más reconocidos del mundo, Steve Jobs, el fundador de Apple, o Robert Benmosche, el consejero delegado de AIG, una de las mayores aseguradoras del planeta. Todos estos casos fueron publicados oficialmente por los departamentos de prensa y recogidos por los medios especializados en finanzas.

En España, el hermetismo es la estrategia general. Los casos de Botín y Álvarez son dos buenos ejemplos de la incertidumbre que habíasobre sus sucesores y sobre el futuro de sus herencias, en particular las acciones del Santander y de El Corte Inglés. Por ranking de edad y fortuna, los inversores se están fijando ahora enJuan Miguel Villar Mir, el presidente de OHL, y Amancio Ortega, el fundador de Inditex.

El primero, de 83 años, está trabajando a todo trapo, como siempre, sin apenas descanso, tras superar este verano una hemorragia estomacal que le obligó a ser intervenido de urgencia y máxima gravedad. Dicen los que le conocen que el marqués está feliz porque ha visto que “el tiro meha pasado cerca, pero no meha dado de lleno”, como sí le ha sucedido a sus colegas del Santander y de El Corte Inglés. Él ya ha determinado quién será su sustituto en OHL y en el grupo–su hijo Juan– el día que deje la presidencia por decisión propia o la providencia."Mientras piense que puedo añadir valor sería una falta de responsabilidad no trabajar", dijo el pasado año Villar Mir, que se enorgullece de estar cerca de doce horas al día enganchado al tajo.

El segundo, camino de los 79, ya ha cedido la presidencia ejecutiva de Inditex, que dejó hace tres años en manos del joven Pablo Isla (50). No obstante, Amancio sigue yendo habitualmente al polígono de Arteixo donde se cose el imperio de Zara, su laborioso milagro. Está al tanto de todas las decisiones del grupo textil, que no deja de ser una filial dentro del universo de los Ortega, dueños de gran parte del patrimonio inmobiliario de España.

El interés real está en saber quién heredará el 60% de Inditex que está ahora en manos del veterano empresario coruñés, cuyo día a día es mucho más discreto que el de Villar Mir. Mientras el dueño de OHL, de Fertiberia y de Ferroatlántica no duda en hacer miles de kilómetros, ya sea a México, donde tiene un tesoro que oxigena su endeudado balance, o en el Golfo Pérsico, donde hace reverencias a cualquier emir, el gallego tiene costumbres más cotidianas.

El café, en el Manhattan

Tras vivir muchos años en un ático de una urbanización modesta, cerca de la Playa de Orzán, enfrente del Colegio de los Salesianos, Amancio se trasladó hace un tiempo al barrio de El Parrote. Cambió la zona norte de la ciudad, por donde entran los fríos vientos del Atlántico, por el sur, más arropado por la marina. Allí ha hecho hogar con su segunda mujer, Flora Pérez Marcote, y por el paseo se le ve caminar con frecuencia. No ha perdido el hábito de tomar café con sus dos amigos de siempre en la Cafetería Manhattan Plaza, con los que comparte sus confidencias más íntimas.

Sólo ellos intuyen cómo repartirá su gran fortuna, valorada en cerca de 64.000 millones de euros. Todo un dilema y una inquietud para los inversores, que no tienen ni idea de a quién legará Amancio su imperio. El antiguo fabricante de batas tiene tres hijos, dos con su primera mujer, Rosalía MeraSandra y Marcos–, y una tercera –Marta– con la actual. Sandra es la primogénita y vive por la fundación que fundó e impulsó su difunta madre. Está alejada de la gestión de Inditex, pero resulta que Rosp Corunna, la sociedad patrimonial de Rosalía, tiene el 7% del grupo. Además, su marido, Pablo Gómez, es uno de los máximos responsables del área de I+D de la compañía y una de las personas a las que Ortega tiene más aprecio.

Marcos tiene una deficiencia psíquica que le impide ejercer funciones ejecutivas, mientras a Marta se la conoce más por sus faceta hípica que por sus labores profesionales, pese a que años atrás intentó hacer sus pinitos en el grupo. Cuando con sus viejos colegas del Manhattan surge la cuestión de la herencia, Amancio suele responder que “¿tú qué harías?, ¿le darías más a uno que a otro?”, deslizando que la distribuciónserá equitativa. Otra cosa es lo que hagan los tres con su futuro y supuesto 20% de Inditex, teniendo en cuenta que la relación entre las dos hijas no es la habitual entre dos hermanas de sangre. No hay que olvidar que los familiaresmás cercanosde Flora están todos colocados en cargos relevantes dentro del grupo.

Se dice que Amancio, como había establecido Emilio Botín, tiene un protocolo escrito desde hace años para repartir el pastel, por lo que no le ocupa lo que les preocupa a los inversores institucionales de la segunda mayor empresa por capitalización bursátil del Ibex 35. El gallego sigue haciendo su vida, con absoluta normalidad, entre el Manhattan y el Bar Don Jamón, en un polígono de Arteixo, cerca del taller más eficiente del mundo, bar al que cada miércoles suele ir a comer los callos y la tortilla de Paca, a poco más de siete euros el menú. Medicina natural.

El repentino adiós deEmilio Botín e Isidoro Álvarez,fallecidos a punto de cumplir los 80años, ha abierto el debate sobre si las compañías cotizadas deberían tener la obligación de informar con detalle sobre la salud de sus primeros ejecutivos. No por el morbo de conocer cómo están de chapa y motor sus principales directivos, a la par que máximos accionistas en algunos, sino por el impacto que el diagnóstico de una enfermedad grave puede tener en la empresa y en la cotización.

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