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Rodríguez Zapatero, genial piloto keynesiano
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Rodríguez Zapatero, genial piloto keynesiano

Continuando con el artículo anterior, hoy nos dedicaremos a ver cómo se comportan los bólidos patrios en esta apasionante carrera. En Estados Unidos parece que ambos

Continuando con el artículo anterior, hoy nos dedicaremos a ver cómo se comportan los bólidos patrios en esta apasionante carrera. En Estados Unidos parece que ambos van a buena velocidad de crucero y ya empiezan a mirar la crisis por el retrovisor. En los grandes países europeos pasa lo mismo, o eso dicen. ¿Será un espejismo? Como consecuencia de ello, parece que una travesía en el desierto que será larga y dolorosa. Pero que, si la afrontamos con cordura y tenacidad, nos permitirá salir fortalecidos del túnel. Para ello debemos aplicar cirugía profunda. En vez de derrochar tantos millones, inútilmente, en cambiar las aceras de sitio, se podrían haber gastado en no permitir que tantas PYMES se hundieran por falta de pago de sus proveedores, sobre todo las Administraciones Públicas; pero esto ya no se puede arreglar, tan solo aprender de los errores para no repetirlos. En vez de asignar tanto dinero a los bancos y cajas para tapar sus agujeros y premiar las chapuzas de sus ejecutivos, hay que exigir que se destinen a financiar la economía real, a los verdaderos empresarios, a la innovación y la productividad. Y, sino, retirarlo de sus incompetentes manos poniendo en la calle a sus responsables. En vez de apuntalar el ladrillo y de mantener artificialmente la ilusión de que nuestros bancos y cajas son divinos, pasar cuanto antes el aspirador debajo de la alfombra, caiga quien caiga. En vez de subvencionar a amigos inviables y a la cautiva clientela peronista –que no descamisada-, dedicar el escaso dinero a incentivar sectores de futuro generadores de empleo, los hay a patadas. En vez de continuar sosteniendo una burocracia decimonónica, redundante e inmensa, obsoleta y paralizante, sobrante de canonjías, decidirnos a racionalizar y adelgazar las Administraciones Públicas. A todas. Reformar de una vez la educación y la justicia. El mercado laboral, ni lo menciono. Y, para poderlo realizar, abolir la mediocrecracia para restaurar la meritocracia, sobre todo en la política pero también en la empresa. Reinstaurar la cultura del esfuerzo y del trabajo bien hecho. En definitiva, tomar las medidas necesarias que permitan que España pueda, poco a poco y con sudor, volver a funcionar.

En fin, que todos nuestros bólidos están de momento a la cola en la carrera mundial por la recuperación económica. Convirtámoslo en una oportunidad. Pero no se olviden del muro.

Continuando con el artículo anterior, hoy nos dedicaremos a ver cómo se comportan los bólidos patrios en esta apasionante carrera. En Estados Unidos parece que ambos van a buena velocidad de crucero y ya empiezan a mirar la crisis por el retrovisor. En los grandes países europeos pasa lo mismo, o eso dicen. ¿Será un espejismo? Como consecuencia de ello, parece que una travesía en el desierto que será larga y dolorosa. Pero que, si la afrontamos con cordura y tenacidad, nos permitirá salir fortalecidos del túnel. Para ello debemos aplicar cirugía profunda. En vez de derrochar tantos millones, inútilmente, en cambiar las aceras de sitio, se podrían haber gastado en no permitir que tantas PYMES se hundieran por falta de pago de sus proveedores, sobre todo las Administraciones Públicas; pero esto ya no se puede arreglar, tan solo aprender de los errores para no repetirlos. En vez de asignar tanto dinero a los bancos y cajas para tapar sus agujeros y premiar las chapuzas de sus ejecutivos, hay que exigir que se destinen a financiar la economía real, a los verdaderos empresarios, a la innovación y la productividad. Y, sino, retirarlo de sus incompetentes manos poniendo en la calle a sus responsables. En vez de apuntalar el ladrillo y de mantener artificialmente la ilusión de que nuestros bancos y cajas son divinos, pasar cuanto antes el aspirador debajo de la alfombra, caiga quien caiga. En vez de subvencionar a amigos inviables y a la cautiva clientela peronista –que no descamisada-, dedicar el escaso dinero a incentivar sectores de futuro generadores de empleo, los hay a patadas. En vez de continuar sosteniendo una burocracia decimonónica, redundante e inmensa, obsoleta y paralizante, sobrante de canonjías, decidirnos a racionalizar y adelgazar las Administraciones Públicas. A todas. Reformar de una vez la educación y la justicia. El mercado laboral, ni lo menciono. Y, para poderlo realizar, abolir la mediocrecracia para restaurar la meritocracia, sobre todo en la política pero también en la empresa. Reinstaurar la cultura del esfuerzo y del trabajo bien hecho. En definitiva, tomar las medidas necesarias que permitan que España pueda, poco a poco y con sudor, volver a funcionar.