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Oriente Medio: agua, petróleo y guerra
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Oriente Medio: agua, petróleo y guerra

Nuestro recorrido geoestratégico global se detiene hoy en el lugar más caliente y árido del planeta, en sentido literal… y figurado. Oriente Medio se divide en

Nuestro recorrido geoestratégico global se detiene hoy en el lugar más caliente y árido del planeta, en sentido literal… y figurado. Oriente Medio se divide en apenas dos: los países con petróleo y fecha de caducidad y aquellos otros cuya caducidad es permanente actualidad.

El Golfo Pérsico acumula algo más de la mitad de las reservas mundiales de petróleo y algo menos de dicha mitad de gas natural. Sus costes de producción son los más reducidos, aunque sigan aumentando según los pozos se vacían. Todo eso lo convierte en un lugar estratégico para una humanidad insensata sedienta de energía infinita y barata.

Abundancia de oro negro que se compensa por la escasez endémica de agua dulce en casi toda la zona menos en Egipto, Irán y Turquía, de momento. Dos tercios del mundo árabe dependen de lugares allende sus fronteras para su suministro de agua: más conflictos en lontananza.

Se espera que el cambio climático reduzca todavía más las precipitaciones en la región, agravando los problemas de abastecimiento, aunque las consecuencias no serán uniformes.

El caudal del río Jordán y del Yarmuk disminuirán previsiblemente, aumentando los problemas en Israel y Jordania, países ambos cuyas necesidades de agua dulce exceden el caudal disponible. La producción agrícola tenderá, asimismo, a disminuir en Omán, Egipto, Irán e Irak a causa de la mayor escasez de agua potable, así como a la salinización prevista de muchos acuíferos costeros.

La presión demográfica y la sobreexplotación, junto con el aumento del nivel del mar, tenderán a salinizar acuíferos, problema que ya se está volviendo acuciante en la castigada Franja de Gaza y en otras muchas regiones. La disminución de la tierra cultivable y de la producción, junto con la creciente presión demográfica, fustigará el incremento de la emigración desde Oriente Medio y Áfricahacia Europa y más allá.

El potencial fatídico del cambio climático podría suponer una reducción de hasta un 60% de la disponibilidad de agua dulce en alguna de tales zonas. Un drama enorme en ciernes que se sumará a los conflictos actuales en una región inestable que sufre guerras cruentas en Irak y Siria, que se añaden al eterno conflicto en Palestina y otros menores camuflados u olvidados.

La región carece en muchos lugares de infraestructuras adecuadas, de Gobiernos decentes, de instituciones fuertes capaces de atemperar los efectos de los desastres naturales que están por llegar. Si a eso añadimos los fundamentalismos religiosos y políticos, como los conflictos entre chiitas y suníes, la animosidad entre países vecinos, y los extremismos de todo tipo fomentados por las continuas meteduras de pata de Occidente cada vez que intenta solucionar algo, el futuro está servido.

Dicen que en Irak añoran a Sadam Husein. Buen trabajo hicieron los tres genios de las Azores. Si bien los sufridos habitantes de las zonas en conflicto apenas tienen nada que perder, los países ricos del Golfo, como sigan por la misma senda irracional y torpe, lo perderán todo.

Son países cuya población sigue anestesiada a causa de la abundancia. Se volverán inestables cuando esta disminuya, al no haber generado alternativas productivas ni preparado a sus sociedades para ello.

Si a corto plazo la situación es caótica en Irak y Siria, si el equilibrio es delicado en muchas otras zonas, la escasez de agua que acentuará el calentamiento global convertirá la región en un polvorín social y humano todavía mayor.

Dentro de no demasiados años comenzará el inevitable declive de la producción de petróleo y de gas. Países relativamente estables como los Emiratos Árabes o los diferentes conflictos en ciernes que llevan años aumentando su presión interna, como Arabia Saudí, acabarán reventando.

Han construido ciudades insostenibles y voraces con rascacielos teóricamente futuristas que se alimentan de energía finita proporcionada por tecnología del pasado. En dos siglos a no más tardar se convertirán en gigantescas ciudades fantasma o en un remedo de Mad Max, como lo es ya Somalia.

Arabia Saudí, por ejemplo, gasta más energía que toda Gran Bretaña o casi el doble que España para una fracción de población. Aumenta cada año su consumo interno de petróleo, disminuyendo proporcionalmente lo que destina a la exportación, lo cual puede ser un indicio del agotamiento de sus campos.

Los fantásticos rascacielos de Dubai o cualquier otra metrópoli de la zona, de diseños aberrantes y nada eficientes que necesitan cantidades ingentes de energía para su climatización, podrán ser mantenidos mientras siga manando petróleo gratis.

Cuando la escasez comience, tales edificios serán un sinsentido, tales ciudades se desmoronarán, a imagen y semejanza de muchas metrópolis arruinadas que dejó el imperio romano, legando cascotes y porquería en vez de románticas ruinas a una posteridad despojada de recursos naturales.

Si a tales barbaridades arquitectónicas le sumamos el coste del suministro de agua dulce, el hecho de que tales países no están preparados para sobrellevar ninguna actividad sostenible entre tantos calores, ni previsiblemente lo estarán sus economías cuando el maná gratis se agote a pesar de los amagos cosméticos de alguno, como Abu Dabi, la exacerbación de los conflictos, cuando no el colapso, estará servida.

Nuestro recorrido geoestratégico global se detiene hoy en el lugar más caliente y árido del planeta, en sentido literal… y figurado. Oriente Medio se divide en apenas dos: los países con petróleo y fecha de caducidad y aquellos otros cuya caducidad es permanente actualidad.

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