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Seis falacias, seis, sobre los bancos centrales
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J. Jacks

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Seis falacias, seis, sobre los bancos centrales

Al ser humano le cuesta aprender. Prefiere seguir con falsos conceptos ya asimilados que aprender los nuevos y verdaderos. Esto es especialmente peligroso en la prensa.

Al ser humano le cuesta aprender. Prefiere seguir con falsos conceptos ya asimilados que aprender los nuevos y verdaderos. Esto es especialmente peligroso en la prensa. Si cuando los ciudadanos buscan información económica, los medios no explican la realidad de los temas (por ideología o desconocimiento) mal se informarán los ciudadanos.

Los bancos centrales son un ejemplo de cómo algunos periodistas muestran su incomprensión manifiesta. Aquí van hasta seis falacias, comúnmente aceptadas, sobre los bancos centrales.

Falacia 1: los bancos centrales imprimen dinero.

Los bancos centrales solo imprimen una parte insignificante. El resto son apuntes contables. No hay máquinas que imprimen dinero día tras día. Bernanke dice “existe el mito que imprimimos dinero. No imprimimos dinero. La cantidad de dinero no cambia”. Alan Blinder:decimos imprimir dinero pero en realidad alguien en un teclado crea imágenes electrónicas de dinero. Son créditos en el sistema”.

Por una decisión política se decidió que fueran las entidades las que expandan el crédito. Son las instituciones financieras, y no los BCs, las que controlan el sistema. Cuando quiebran, el país quiebra con ellas.

Falacia 2: ahora se pide que el BCE haga “cosas extraordinarias”.

“Moneda” procede del dios Juno Moneta. Cuando César necesitaba dinero, acudía a su templo (como hoy los gobiernos acuden a los bancos centrales) y después se dirigía al Senado en la Colina Capitalina para que le aprobaran sus medidas (como hoy Obama va al Capitolio). Nada ha cambiado en 20 siglos. Mismos perros, distintos collares.

No se pide que el BCE invente nada. Solo que haga lo que los bancos centrales del mundo llevan haciendo desde los tiempos de Juno Moneta. Como el banco central actual más viejo del mundo dice, el Sveriges Bank, su responsabilidad es “asegurar que todo funciona correctamente actuando como el prestamista de última instancia”.

Ser prestamista de última instancia no significa que el BCE compre deuda italiana o española. Se trata que el BCE declare el tipo de interés objetivo al que quiere que Italia o España coloquen su deuda o de lo contrario intervendrá en el mercado. Se trata de miedo. Ser el prestamista de última instancia no se trata de cantidad sino de precio y miedo.

Falacia 3: los gobiernos derrochadores quieren que el BCE monetice el déficit.

“Monetizar” el déficit público no significa lo que la mayoría de la prensa cree que es. Se monetiza en operaciones con moneda extranjera, que no con el déficit público. Un banco central “normal” (todos menos el BCE) no “monetiza” deuda. Interviene en el sistema “drenando” el exceso de liquidez a través de los tipos de interés.

El concepto actual del sistema monetario-financiero proviene de los fenicios. Eran gentes del mar, comerciantes (“co”-“mer”-“ciantes”). Su economía giraba sobre el “co”-“mer”-“cio” y entendían el sistema como un flujo de fondos (‘cash flow”). La moneda era la “currency” (“current”-“sea”) y el “banco central” era el como un embalse que controlaba la cantidad de agua. Hoy, de forma parecida, los bancos centrales tienen mecanismos (los tipos de interés) que regulan el flujo abriéndolo y cerrándolo, proveyendo “liquidez” o “drenando” el sistema. Fijando el tipo de interés objetivo se fija la liquidez del sistema.

Una vez que la moneda sale del banco central, son los bancos los que “conducen” esa “corriente” como un río conduce el agua porque el dinero es un activo “liquido”. De igual forma que a ambos lados de un río están los “bancos” que encauzan el agua para que no se salga de la corriente, los bancos encauzan el crédito hacia los particulares usando “palancas” que controlar el nivel de crédito que conceden con su “apalancamiento”.

El Estado no se endeuda para “gastar” sino para “drenar” el sistema. Como explica el BIS, las emisiones de deuda pública no financian el gasto público.

Falacia 4: si el BCE interviene crea inflación.

La idea de esta falacia se basa en la Teoría Cuantitativa del Dinero que dice que si el banco central incrementa el dinero crea inflación porque “demasiado dinero perseguirá pocos productos”. Esta teoría vincula la cantidad de dinero (M) y su velocidad (V) con el nivel de precios (P) y del PIB (Y) de forma que MV=PY. Esta teoría asume que hay pleno empleo y que V es constante, con lo que si M aumenta, P aumenta.

Esta teoría tenía validez con tipos fijos pero desde 1971 no es válida. Ahora, la expansión del dinero está en las entidades y no en el banco central. Puede haber déficit público sin inflación si el exceso de demanda se compensa con el aumento de producción.

Los que creen esta teoría no viven en España o no están en paro. Hoy, con una deflación de precios y activos, aumentos de M no implican aumentos dramáticos de precios. Como Keynes explicó, con alto desempleo, los precios no dependen de los niveles de dinero.

Falacia 5: de la inflación a la hiperinflación, al caos y al fin del mundo.

En la prensa, hablar de hiperinflación es hablar de la Alemania de 1923 o de Zimbawe del 2000. Lo que no cuentan es que pasó antes de la aparición de la hiperinflación.

En Alemania, los problemas empezaron antes. Después de los pagos impuestos por la Gran Guerra, la limitada capacidad financiera del gobierno lo llevó al impago. Francia tomó el Ruhr. Los obreros dejaron de trabajar pero el gobierno siguió pagándoles sus sueldos. La producción se paró pero la demanda continuó. Cuando el comercio exterior se cortó, el gobierno solo pudo gastar para pagar su deuda y la inflación apareció. Los ciudadanos perdieron la credibilidad en su moneda, lo que llevó a la hiperinflación.

Caso parecido fue Zimbawe. El 1% de la población tenía el 70% de las tierras. El gobierno decidió repartirlas. Esa minoría se opuso, las granjas se cerraron y la producción agrícola se redujo un 45%. Se destruyeron las infraestructuras que impidió la producción minera. El banco central empezó a usar moneda extranjera para importar alimento. La respuesta del gobierno fue comprar favores políticos incrementando su gasto sin añadir capacidad productiva (lo que hubiera evitado la inflación). El resultado fue inflación, perdida de confianza en su moneda e hiperinflación.

En ambos casos, la hiperinflación fue motivada por una situación anormal. Comparar Alemania 1923 o Zimbawe 2000 con la UE del 2011 es absurdo o malintencionado.

Falacia 6: el Bundesbank siempre fue independiente de decisiones políticas.

De todas las falacias esta es la más divertida. Poder monetario (bancos centrales), poder financiero (entidades) y poder político han estado y están unidos en todos los países. Los tres buscan los mismos objetivos (que pueden o no ser los de los ciudadanos).

Quien quiera ver la “independencia” del Bundesbank del gobierno alemán, tres lecturas:

 

- H. Berger, “The Bundesbank’s reaction to policy conflicts”.

- I. Derbyshire, “Politics in Germany. From Division to Unification”.

- J. Goodman, “Monetary Sovereignty. Politics of Central Banking in Western Europe”.

Las tres cuentan cómo el Busdesbank se plegó a los deseos políticos para que el euro naciera y cómo Kohl tomó el poder en el Bundesbank.

Para el resto, tres apuntes: a) la Constitución alemana establece que “el gobierno establecerá el banco central”, b) el Bundesbank se regula por una ley ordinaria que puede ser cambiada en cualquier momento por cualquier gobierno y c) la Sección 12 obliga al Bundesbank a “apoyar a la política económica del Gobierno”. Si esto es independencia…

Esto no implica que no tenga sus propias opiniones. En 1990, el Bundesbank decía que “la UME es un compromiso de todos para uno y uno para todos”. Sabiendo en 1990 que esta UME sería una ruina para Grecia y España, ya estaba “a las duras y las maduras”.

Si no se deja que el BCE intervenga para aliviar la situación de Italia o España no es porque el Bundesbank (BCE) no quiera sino porque políticamente a Alemania no le da la gana y antepone los intereses de las entidades a los de los ciudadanos.  

Corolario.

Las autoridades saben y tienen los mecanismos para solucionar la crisis. No hay que inventar ni el EFSF ni el SPV. No hay que aumentar impuestos. No hay que comprar deuda. El BCE no va a quebrar. No hay que imprimir nada. No se creara hiperinflación.

El SNB ha probado cómo mejorar su economía sin sacrificar a los ciudadanos. Intervino para mantener un cambio de 1.20. Desde entonces no ha bajado de 1.20. ¿Cuánto le ha costado? Nada. CHF 125.000 millones. ¿Ha causado inflación? No, porque no depende de la cantidad de dinero en la economía sino de la demanda. ¿Ha destrozado su balance? No, porque los bancos centrales no son bancos normales. ¿Ha quebrado el SNB? No, porque los bancos centrales no quiebran. La declaración del Sr. Hildebrand es clara “el SNB está actuando en el interés del país en su conjunto”. ¿Puede Draghi decir lo mismo?

La crisis de deuda soberana se acabaría este viernes a las 10.15am. Bastaría con que Draghi anunciara que el tipo de interés objetivo al que quiere que Italia coloque sus bonos sea el 1% e Italia los colocaría. El “mercado”, por la cuenta que le trae, los compraría al 1% o de lo contrario el BCE se los “comería” vía repos. Así de simple.

Si la crisis no se soluciona no es por falta de herramientas sino por otros intereses que tienen poco o nada que ver con los de los ciudadanos.

Depende de ustedes. El que quiera creer en falacias y leyendas tiene en la prensa diaria un duro competidor de Tolkien. Para el resto, quizás es hora de abrir los ojos.

Al ser humano le cuesta aprender. Prefiere seguir con falsos conceptos ya asimilados que aprender los nuevos y verdaderos. Esto es especialmente peligroso en la prensa. Si cuando los ciudadanos buscan información económica, los medios no explican la realidad de los temas (por ideología o desconocimiento) mal se informarán los ciudadanos.

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