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El sistema bancario paralelo, un arma de destrucción masiva
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J. Jacks

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El sistema bancario paralelo, un arma de destrucción masiva

Es normal leer o escuchar críticas contra los CLO, los CDO o los RMBS, los productos creados en el sistema financiero durante la década pasada. Armas

Es normal leer o escuchar críticas contra los CLO, los CDO o los RMBS, los productos creados en el sistema financiero durante la década pasada. Armas de destrucción masiva. Pero no es posible criticarlos si entender cómo y por qué surgen. No es posible criticarlos sin entender que es el sistema en sí el arma de destrucción masiva, no sus productos.

Las entidades financieras tienen varios problemas ligados a su naturaleza. Captan recursos o los crean a corto (depósitos) y los prestan a largo plazo (hipotecas). Esto provoca un desequilibrio que durante las crisis puede llevar a la falta de liquidez, retirada de fondos y la quiebra. El segundo problema es que este negocio tradicional es poco rentable y limita el crecimiento económico.  

Por eso, el sistema cambió en los años 80. Había que innovarlo. Aparecieron Joe Cassano y JP Morgan con sus CDS, la 'securitization' y la extensión del sistema bancario paralelo (SBP), los intermediarios que 'resolvieron' el problema de liquidez-solvencia de las entidades, convirtiendo los préstamos a largo plazo en activos a corto plazo. De esta forma, se garantizaba que si los depositantes querían retirar sus fondos, la entidad los tenía, a la vez que se aumentaba el crédito y se cumplía con los requerimientos de capital.

Para ello, el SBP convertía las hipotecas y créditos que las entidades daban en productos 'seguros' como CLO, CDO y RMBS que ofrecían a intermediarios e inversores con los que captar nuevos fondos para que las entidades siguieran financiando a familias y empresas.

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Este SBP permitió la expansión del crédito a nivel mundial. Así, hedge funds, fondos del mercado monetario, soberanos y de pensiones crearon con las agencias de calificación el flujo de dinero que salía y entraba en el sistema bancario tradicional.

El sistema se basaba en la percepción, que no la existencia, de activos “100% libres de riesgo” (los paquetes de hipotecas y la deuda soberana que actuaban como colateral o garantía en las operaciones), la demanda creciente de deuda-crédito del sector privado y la falta de supervisión, que no de regulación, de las autoridades.

Lo importante no era que existiera colateral que garantizara los créditos, sino que existiera la confianza de que existía colateral para garantizar los créditos. De igual forma que lo importante no es que las entidades tengan fondos para devolver a sus clientes sus depósitos, sino que los clientes crean que las entidades tienen fondos para devolverles sus depósitos. De esta forma, el SBP estuvo convirtiendo hipotecas en activos líquidos a corto plazo a través de la compra y empaquetamiento de hipotecas y préstamos, todo basado en la confianza.

El sistema funcionaba porque todos ganaban. Las entidades financieras sacaban préstamos fuera de sus balances, lo cual les permitía aumentar su poder sobre la economía “real”. El SBP reinvertía sus fondos en activos que generaban mayores intereses, los ciudadanos “ganaban” a tener más crédito y las autoridades estaban felices al ver cómo la economía se recuperaba.

Pero para que el sistema funcionara, el flujo no podía parar. Las entidades tenían que seguir concediendo hipotecas, expandiendo el crédito-deuda, las familias tenían que seguir endeudándose, el SBP tenía que seguir creando productos, las autoridades no tenían que supervisar… y la confianza en que el colateral era “100% libre de riesgo” debía continuar.

Dado que el flujo no podía parar, se creó más deuda de la que el sistema garantizaba. Así, en 2007, los fondos del SBP ya eran los principales financiadores del sistema bancario tradicional.  La confianza sobre la que se asentó este SBP desapareció cuando un hedge fund de Bear no tuvo fondos para pagar a sus clientes y BNP anunció lo mismo. Quien sabía entendió que el sistema había colapsado. Lehman vendría después, pero ya no había confianza.

Los paquetes de hipotecas y deudas de CDO y CLO ya no eran “100% libre de riesgo”. Igual que en el sistema tradicional los depositantes tienen miedo y reclaman sus depósitos, los poseedores de repos que usaban estos productos como garantía reclamaron sus inversiones, lo cual llevó a una situación imposible a todo el SBP.

Esto que empezó en los EEUU tiene que ver mucho con España. Desde el 2000, los Landesbanks prestaron a entidades españolas gracias a los productos creados por el SBP americano. Fondos que financiaban el déficit comercial en EEUU iban a los Landesbanks que los prestaban a las entidades españolas. Flujo de los EEUU a Alemania, de Alemania a España, de España a Alemania y vuelta a EEUU.

Las entidades financieras de la UE tenían acceso a fondos en euros (BCE) pero pocas a fondos en dólares. Los Landesbanks canalizaron esos dólares desde las entidades financieras del sistema bancario tradicional y del SBP de los EEUU hacia las entidades de España. Sin los Landesbanks esta conversión de préstamos en dólares a largo plazo en activos líquidos a corto plazo en euros no hubiera sido posible. Todo con la garantía del Gobierno alemán que garantizaba el proceso y el OK de Basilea que incentivaba a las entidades a tener ABS y CDO.

Con el cierre del mercado de repos y del SBP en el 2007, las entidades europeas dejaron de prestarse. Por eso el rescate del BCE con €265.000 millones del primer LTRO (Pág. 31). Pero no fue suficiente para evitar la crisis.

Sin la financiación del SBP y sin la creación de nuevo crédito, apareció la destrucción de masa monetaria a partir de 2009 y los problemas para financiarse. En el caso de EEUU, la falta de liquidez permanente fue cubierta por la Fed comprando activos. Durante 2010 y 2011 la situación se agravó, y solo ha empezado a mejorar con la liquidez del LTRO de diciembre. Pero esta solución no resuelva los problemas. El LTRO da tiempo a las entidades para que se organicen pero pospone la necesidad de cambiar un sistema corrompido.

A pesar de esta liquidez, las entidades siguen sin financiarse en el interbancario y el mercado de repos se está evaporando. Por eso las entidades dejan sus fondos en el BCE y los inversores pagan por el bono alemán. Solo la intervención del BCE permite que el sistema continúe pero las entidades no cumplen su trabajo, la captación y entrega de crédito.

Esto afecta a la economía “real”. Es imposible que el crédito a familias y empresas fluya porque ustedes no piden nuevo crédito dado su nivel de endeudamiento, porque las entidades no quieren y porque sin los CDO y los CLO, solo la deuda pública queda como colateral. Sin crédito, este sistema absurdo que se basa todo en él, no puede haber recuperación económica.

La insistencia de los que piden que fluya el crédito a las familias es interesante. Los mismos que están en contra de que los Estados se endeuden apoyan que las familias lo hagan. No puede ser que el endeudamiento sea bueno para unos y malo para otros. El problema, por tanto, no son los productos sino el sistema. No se ha aprendido nada de la crisis. Sin cambiar un sistema basado en la creación de deuda-crédito y con la obligación de crecer, tendremos que tener un SBP que facilite la creación de productos como CDO o CDS.

Ello llegado a un punto en el que las autoridades no controlan al SBP porque el sistema no puede subsistir sin él. El SBP es el reverso de este sistema. Se critican los CDO, CLO, RMBS… pero si existen es para proteger el exceso de endeudamiento del sistema y la búsqueda continua del crecimiento, pero no se puede crecer al 4% si el 60% del PIB es consumo privado.

Hay que elegir. Seguir con este sistema que inventa las crisis, la falta de supervisión, los excesos financieros y el SBP o tener un sistema bancario aburrido que presta lo que recibe y adiós al crecimiento milagroso.

No se puede tener ambos.

Es normal leer o escuchar críticas contra los CLO, los CDO o los RMBS, los productos creados en el sistema financiero durante la década pasada. Armas de destrucción masiva. Pero no es posible criticarlos si entender cómo y por qué surgen. No es posible criticarlos sin entender que es el sistema en sí el arma de destrucción masiva, no sus productos.

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