Es noticia
Las palomas de Leicester y Demasiado dinero
  1. Economía
  2. El Teatro del Dinero
Fernando Suárez

El Teatro del Dinero

Por

Las palomas de Leicester y Demasiado dinero

La intención de aprovechar las horas de viaje revisando papeles dio al traste incluso antes de que el tren se pusiese en marcha. Escandalosos vecinos de

La intención de aprovechar las horas de viaje revisando papeles dio al traste incluso antes de que el tren se pusiese en marcha. Escandalosos vecinos de pasillo, entre confesiones inconfensables y risotadas, se lo impedían al vagón entero. La señora a mi vera, atónita y resignada, apenas disimulaba la molesta contrariedad, incapaz de pasar página en el libro que vagamente sostenía en sus manos. Desfecho el entuerto por estribor tras más de una interminable hora, por popa se incorporan dos caballeros, conocidos de andén, ocupando sus respectivos asientos en fútil charla.

 

Muy pronto, la cháchara deviene monólogo entreverado de soliloquio a lomos de ese precioso acento sureño mezcla de ceceo, seseo, apócope y aféresis; es una suerte que Maleni, la de los trenes, aparente ser boquerona en lugar de cañaílla, que lo es. Guasa carnavalera de las finas para abrir boca. El repaso historiográfico y folclorista patrio pasea por tiempos de imágenes color sepia, niñez adolescente de posguerra, filosofía orteguiana y Los cuatro jinetes del Apocalipsis, parada y fonda en aquellos tebeos de héroes y villanos de Editorial Valenciana e Hispano Americana. Mi vecina de asiento sonríe y bisbisea, incapaz de concentrarse en su novela, aunque conviene en aceptar de buena gana este sino de nuestros quehaceres, que para servidor, a pesar de todo, fue una auténtica gozada.

Después de deliciosa hora y media llegamos a Pemán, D. José María. Gaditano Ilustre escribió, ¿sabe usted?, un artículo en ABC sobre las palomas de Leicester que, hambrientas por el crudo y nevado invierno, atacaron a una pobre mujer que llevaba unos panes calientes en una cesta. La nada fácil indagación posterior tuvo su recompensa en Fábula del Pan y las Palomas, cuentecitos de animales sabios que hablaban para enseñanza de los hombres. Uno llega a pensar que no está de más, de vez en cuando, volver a prestar atención al duro enredijo de instintos astutos y crueles que las fábulas nos presentan, y que es el entramado psíquico con que hay que contar para gobernar al mundo.

El caso es que las cuncunas tuvieron que recurrir a la acción directa y a la “huelga general” de su bondad estética y convenida, para recordarles a esas sociedades la eficiencia de su olvidada protección, incapaces de alimentarse por sí mismas. Es conveniente regresar de vez en cuando a este mundo primario y fabuloso de los instintos. Porque en el mundo hay a menudo atracos y agresiones y violencias. Pero las palomas de Leicester nos han recordado el mecanismo interior de estas tensiones sociales con su fábula en acción, sin más moraleja que el alpiste.

Más de medio siglo después, el gélido invierno financiero impide la normal alimentación de halcones y palomas, poniendo en peligro su supervivencia y aconsejando una intervención que evite revueltas. El G-20 decide regar de alpiste las sábanas de nieve y, siguiendo el otrora ejemplo escandinavo, deshelar algunas zonas verdes bajo el lema estabilidad, crecimiento y empleo. Se agradece este esfuerzo por parte de quienes obviaron la previsión metereológica, la bajada de temperaturas y, caídas ya las primeras heladas, aún seguían empeñados en lucir tipito ligeros de ropa mientras trovaban la llegada de la primavera. Quelle troupe.

Estímulos, aparentemente bienintencionados, que disfrazan de protector paternalismo la pretérita dejación de funciones, tejiendo patológicas y acomodadas relaciones de dependencia en ese gran parque público plagado de bancos desde donde echar de comer a la volatería, dejando caer migas y cañamones. Y cuanto más se acostumbran al cotidiano maná, más solícitas se vuelven, para regocijo de quienes las alimentan alimentándose, a su vez, de ellas. Papá Estado se ha vuelto inmenso, incontenible ya, devorándose en su propia voracidad.

Sólo en el viaje de vuelta pude leer, más tranquilo pero más cansado, un par de artículos impresos para la ocasión. El primero, Carta abierta a la Cumbre del G-20: última oportunidad antes de la desarticulación geopolítica global. Dos escenarios posibles, tomar medidas encaminadas a mitigar los efectos de una crisis cuya duración supondría entre 3 y 5 años; o sumir próximamente al mundo en una terrible década. La opción salvadora pasaría por dotar al sistema financiero internacional de una nueva divisa de reserva, una super-currency basada en los Derechos Especiales de Giro, tal y como piden China y Rusia, o la propuesta kazaka del Acmetal. Adicionalmente, habrían de taponarse los agujeros negros y sumideros financieros, permitiéndose la correcta valoración de los sistemas bancarios norteamericano, británico y suizo, epicentros del actual terremoto global. Curiosa sensación de déjà vu.

El segundo, otra carta abierta al Chancellor of the Exchequer, aun barriendo para casa, ofrece referencias impecables. La devaluada esterlina, entre tanto dinerete y crédito de nuevo cuño, ha dejado los precios al consumo de Reino Unido en febrero más de un cincuenta por ciento por encima del objetivo del Gobierno, a pesar de los nuevos cambios estadísticos. La fábula deflacionista al descubierto, la inflación nunca emigró a tierras más cálidas, siempre estuvo ahí, donde encuentra suficiente acomodo y alpiste. Aunque apenas se perciba oculta en sus nidos, cobija el envilecimiento monetario de medio y largo plazo. En toda su amplitud. ¿Extraños efectos sobre el poder adquisitivo? No Money, No Inflation. La eterna cuestión de expectativas y demoras.

Aquel keynesiano concurso de belleza donde el ganador surgía entre aquellos cuya elección coincidiese con la mayoritaria, orientando el voto hacia lo que se cree votarán los demás. También influye, y mucho, la habilidad de comunicar esas expectativas, logrando convencer de la bondadosa cura, aunque suponga enfrentar realidad y apariencia. Crédito de tiempo respaldado por la coartada del policy lag & In Dollar We Trust, dando pábulo a ese sucio secretillo que se desea mantener oculto, a salvo, amparando a quienes con sus riesgos derivados ponen todo y a todos en peligro.

También es parcial y accidental el pinchazo que un alfiler le da a un globo1. No sabe uno nunca por qué pequeño orificio se puede escapar un mundo de ilusiones gaseosas. Porque es muy malo enseñar a las gentes la trampa y el mecanismo de los grandes fantasmas que el dinero puede crear. El dinero es maestro en apariencias. Puede hacerlo todo por sí mismo, sin que en sus obras se implique para nada la Verdad que luego las masas ingenuas le atribuyen. El dinero tiene su verdad, su patria, su honor, su moral.

 

Probablemente, en esta hora, hay demasiado dinero en muchas cosas. La fantasía es maestra en farsas y apariencias. El que la usa con arte llega a “vivir del cuento”. Pero el dinero es peor: es maestro en simulaciones. Y puede llegar a fabricar vidas de pura ficción. A vivir de sí mismo. Y lo peor de este tinglado económico y artificioso es que llega a la contaminación de la verdad misma. Así nace esa embriaguez del propio poder, construido a fuerza de control económico, y que se figura haber comprado la verdad con sus medios poderosos de difusión imaginativa. Entonces es cuando llegan a crearse colosales artificios por los que los mismos artífices se figuran que no existe lo que saben que existe pero ellos silencian. Se monta un arte de no enterarse que persuade a sus montadores, que crea una anulación de las realidades.  

Disfruten del merecido descanso...

1Demasiado Dinero

La intención de aprovechar las horas de viaje revisando papeles dio al traste incluso antes de que el tren se pusiese en marcha. Escandalosos vecinos de pasillo, entre confesiones inconfensables y risotadas, se lo impedían al vagón entero. La señora a mi vera, atónita y resignada, apenas disimulaba la molesta contrariedad, incapaz de pasar página en el libro que vagamente sostenía en sus manos. Desfecho el entuerto por estribor tras más de una interminable hora, por popa se incorporan dos caballeros, conocidos de andén, ocupando sus respectivos asientos en fútil charla.