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Fernando Suárez

El Teatro del Dinero

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Amanecen los años del peace & love. JFK llega a la Presidencia de unos Estados Unidos en recesión, balanza de pagos deficitaria, y con la imperiosa

Amanecen los años del peace & love. JFK llega a la Presidencia de unos Estados Unidos en recesión, balanza de pagos deficitaria, y con la imperiosa necesidad de apuntalar el papel del dólar en la economía mundial. A fin de lidiar con el dilema de bajos tipos de interés y salidas de capitales, se concibe la Operación Twist, permitiendo al Tesoro norteamericano jubilar deuda de largo plazo y alumbrarla de corto, lo que atraería dinero foráneo en busca de mejor remuneración, mientras la economía doméstica se beneficiaba de menores tipos hipotecarios.

 

Casi cinco décadas después, el BIS evoca la estampa revisited en su último informe trimestral, publicado el pasado lunes. Un documento que vuelve por los fueros de políticas monetarias heterodoxas en tiempos de crisis, con una interesante comparativa de las respuestas arbitradas por los principales bancos centrales; la reversión de los flujos de capital, especialmente entre EE.UU y Reino Unido; así como la visión cuantitativa de la gestión de la deuda, sin tener muy claro si más madera avivará el fuego del gasto de empresas y hogares. Quizá tanta presión haga explotar la caldera.

Sin embargo, últimamente, se advierte un extraño consenso respecto al tándem déficits-deuda y sus consecuencias, no sólo inflacionistas. Quién, cuánto y cómo se adelanta el parné para las ronchas de hoy, que nos serán presentadas al cobro mañana. Rescatando el pretérito argumento de insuficientes compras de bonos del Tesoro norteamericano por parte de extranjeros, y espantá bancaria mediante, sólo consumidores locales o la Reserva Federal podrían cubrir la diferencia. Los primeros, para pocas florituras, ya tienen bastante con intentar llegar a fin de mes sin morir en el intento; la FED, por su parte, perjura que no monetizará déficits, pese a que el agujero fiscal de este año pueda alcanzar el 13% del PIB y se adviertan sustanciales desviaciones respecto a las proyecciones iniciales.

Irwin Stelzer, aduce que doblar el ratio de deuda sobre PIB tendría desagradables consecuencias para el crecimiento económico, forzando al alza los tipos de interés entre 1’25 y 1’5 puntos porcentuales. Aunque siempre quedaría la alternativa Taylor, inflando el nivel de precios un 100% en los próximos diez años, en su columna del pasado domingo describía materializados temores de inflación y pérdida de valor de los dólares con los que devolver lo prestado, encarando un difícil proceso electivo respecto al equilibrio presupuestario y la germinación de los brotes verdes. El recurrente tema de China, donde Geithner ha intentado poner una pica, le parece ya encaminado, si bien al día siguiente el presidente del CCB invitó a EE.UU a emitir bonos en yuanes, en un nuevo aviso a navegantes desde el Lejano Oriente. Difícil y noble arte de la persuasión, conciliando un nuevo milagro americano sin precipitarse al abismo fiscal durante el proceso.

¿Quién va a comprar toda esta deuda? se pregunta Bill Gross mientras descarta, por exiguos, los fondos procedentes del reciclado de dólares de los países con superávit, estimando en billón y medio la necesidad adicional de financiación para este año. Aunque evite tirarse piedras sobre su propio tejado, abunda en las serias consecuencias, tanto para EE.UU como para los mercados internacionales, del aumento de tipos de medio y largo plazo, que perjudican a empresas y hogares, y ponen en peligro la recuperación. Asimismo, las sucesivas compras por parte de la FED de deuda del Tesoro y de Agencias, por un importe anualizado de 400.000 millones, además de otro billón en hipotecas, ponen nerviosos a algunos tenedores de obligaciones denominadas en greenbacks, quienes no dudan en vender sus bonos, buscando refugio en otras divisas. Un proceso de diversificación de haberes que parece estar calando hondo entre ciertos incondicionales del billete verde.

Y finaliza sus cuitas con especial énfasis en que permanecer rico en este mundo futuro requerirá estrategias que reflejen esta visión modificada del crecimiento económico global y mercados financieros desapalancados. Quienes mantengan dólares deberían diversificar antes de que bancos centrales y fondos soberanos hagan finalmente lo mismo. Todos los inversores deberían esperar una considerable reducción de rentabilidades, quizá preocupándose no tanto por el rendimiento de su dinero como por su devolución. Blanco y en botella.

Similar ejercicio de honestidad intelectual, trufado de finísima ironía, el que hace gala Charles Gave, cofundador de GaveKal Research, en su pieza semanal. En ella desgrana cómo el déficit público galo superará este año el 6’6% del PIB, mientras sólo el servicio de la deuda corriente se acerca peligrosamente al límite del 3% impuesto por Maastricht. Teniendo en cuenta que el Estado francés supone la mitad del PIB, el déficit alcanzaría el 13’2% del valor añadido por todos aquellos que trabajan en el sector privado, el único que paga impuestos. Como recordarán, el correspondiente superávit primario anual para estabilizar la deuda prevista en 2010 sería del 6’1% del PIB hasta 2050. Descartadas las soluciones de más impuestos y free-riding inflacionista, concluye que Francia se dirige a toda prisa hacia una trampa de la deuda. ¿Sólo Francia?

Atrapados en un círculo vicioso, donde rendir cumplida servidumbre al endeudamiento crece exponencialmente, requerirá cada vez más financiación sólo para ir amortizando tanta letra acumulada, al tiempo que se ven reducidos los recursos disponibles para atender el resto de necesidades ciudadanas, como antes de 1789... Madoff, un amable aficionado. El riesgo de ser devorado por el lobo estatal en pantagruélico festín acecha, pero los ahorros son demasiado importantes para aceptar dejarse arruinar simplemente porque la clase dirigente francesa es incompetente. Barbas en remojo a este lado de los Pirineos, bien sûr. Y cierra sus reflexiones invitando a deshacer posiciones en títulos de deuda francesa y fondos invertidos en ellos, mudándolas, en su caso, a bonos suecos o noruegos en Europa; canadienses, norteamericanos o brasileños en América; y para los más osados, Asia. Aunque ya puestos a rehuir esquemas Ponzi y riesgos de contrapartida, quizá convengan conmigo en desconfiar de la confianza, sobre todo la prestada.

Y es que, el futuro de Europa podría ser decidido por Letonia. Al menos eso afirma el álter ego de GaveKal, Anatole Kaletsky. En medio de una tormenta perfecta, con el colapso de la industria y el empleo en Alemania; la inminente bancarrota privada centroeuropea; y la amenaza de default pululando sobre Irlanda, Grecia y Portugal; la argentinización letona aboca a una insoslayable devaluación, cuyos efectos serían muy contagiosos y se extenderían como un reguero de pólvora por el Viejo Continente. La ayuda financiera otorgada por la Comisión Europea en forma de préstamos, cuyos fondos provienen a su vez de emitir deuda, no da para mucho más, ni parece que el limón pueda seguir exprimiéndose. Entrampados hasta las cejas, la asfixia deviene hacedera. Bajo estas condiciones, tanto política monetaria como políticas fiscales keynesianas probablemente no sean efectivas, argumenta el invitado brasileño del Dr. Buiter. Una interesante visión donde conviven economías emergentes reprimidas, subordinadas a la credibilidad condicional otorgada por países ricos cuyo voraz consumo, financiado con creciente endeudamiento, sólo trata de satisfacer aún mayores necesidades artificiales, jaleados por adictos a burbujas especulativas buscando desesperadamente una nueva en la que invertir. Shake it up...

Amanecen los años del peace & love. JFK llega a la Presidencia de unos Estados Unidos en recesión, balanza de pagos deficitaria, y con la imperiosa necesidad de apuntalar el papel del dólar en la economía mundial. A fin de lidiar con el dilema de bajos tipos de interés y salidas de capitales, se concibe la Operación Twist, permitiendo al Tesoro norteamericano jubilar deuda de largo plazo y alumbrarla de corto, lo que atraería dinero foráneo en busca de mejor remuneración, mientras la economía doméstica se beneficiaba de menores tipos hipotecarios.