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¿Cree que sus ahorros rentan poco? Pues prepárese para lo que viene
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Juan Carlos Barba

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¿Cree que sus ahorros rentan poco? Pues prepárese para lo que viene

No estamos asistiendo a un ciclo normal sino que se trata de un cambio radical de paradigma que no ha hecho más que empezar Hace muy pocos

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No estamos asistiendo a un ciclo normal sino que se trata de un cambio radical de paradigma que no ha hecho más que empezar

Hace muy pocos días pudimos ver cómo el bono español a 10 años bajaba, por primera vez desde que existe, del 2,5% de rentabilidad. Mientras el Gobierno español saca pecho presumiendo de que eso ocurre gracias a sus buenos oficios, en realidad debería estar extremadamente preocupado, ya que no es sino el reflejo de un problema mucho más profundo y grave que está afectando a la economía mundial. Y esto es, muy probablemente, solo el principio de lo que está por venir.

Y es que esto que está pasando no afecta solo al bono español sino a multitud de activos a lo largo y ancho del mundo. Uno de los mejores periodistas económicos del mundo, Ambrose Evans-Pritchard, se hacía eco hace muy pocos días de un hecho insólito: los bonos de Francia, Alemania y todos los estados centrales de Europa habían tocado rendimientos históricos mínimos. ¡Y en algunos casos hablamos de 500 años! ¿Qué es lo que está pasando aquí? Desde mi punto de vista deberían haber saltado ya todas las alarmas, ya que el tipo de interés de los activos “sin riesgo” –deuda pública a 10 años– es uno de los indicadores más importantes de la economía.

La explicación más habitual que se suele leer entre los analistas económicos es que es un efecto de la intervención de los bancos centrales. Que la Reserva Federal, el Banco de Inglaterra, el Banco de Japón o el Banco Central Europeo han expandido fuertemente sus balances y ello ha hecho que se desplome la rentabilidad de los bonos y que las bolsas se vayan otra vez a la estratosfera. El PER Shiller del S&P 500 está en valores altísimos y sigue subiendo; es decir, que para recuperar con los beneficios la capitalización de las 500 mayores empresas de EEUU hacen falta actualmente más de 26 años.

Estos analistas también nos dicen se está formando la madre de todas las burbujas financieras y que nos preparemos para su estallido. Permitanme que disienta. Si bien creo que es cierto que se están montando bastantes esquemas Ponzi a lo largo del mundo –el peor para míes el fracking en EEUU y buena parte de las renovables–y que es casi seguro que eso terminará en un nuevo crash financiero en poco tiempo, no creo que los bonos estén caros ni tampoco, en promedio, las bolsas.

Los bancos centrales no son ni remotamente tan poderosos como para llevarse todos los tipos de interés de la economía a mínimos históricos. ¿Saben en cuánto ha incrementado su balance la Reserva Federal en el último año? En 836.000 millones de dólares. Parece mucho, pero si lo comparamos con los activos financieros totales de las familias de EEUU nos llevamos la mayúscula sorpresa de que no es más que el 1,2% de esta cantidad, que asciende nada menos que a 67,22 billones de dólares. Y esto solo es una parte de los activos financieros totales del mundo, que superan los 150 billones de dólares.

Además, por ejemplo el BCE en los últimos 12 meses no solo no ha aumentado su balance sino que lo ha reducido en 352.000 millones de euros, es decir, que el efecto ha sido el opuesto al de la Reserva Federal. El Banco de Inglaterra ha mantenido prácticamente estable su balance en el último año, mientras que el de Japón sí que ha aumentado con fuerza su balance pero una vez más es solo una pequeña parte del total de los activos financieros de Japón. Los resultados de las compras de activos por parte de la Reserva Federal han sido cuantificados y si bien tienen un cierto efecto en la reducción de los tipos del bono del Tesoro de EEUU, ni mucho menos pueden justificar los enormes efectos de los que estamos hablando, estando más bien en línea con lo esperable dado el tamaño de los incrementos del balance en relación a los activos financieros totales de la economía.

Entonces, ¿qué es lo que está pasando? Desde hace mucho se sabe que los tipos de interés de la economía están determinados por varios factores, pero el determinante pienso que es, en estos momentos, la escasez de inversiones alternativas. Y aquí es donde se encuentra, a mi modo de ver, la clave de lo que estamos viendo, de que Vd. si tiene la fortuna de tener ahorros esté recibiendo muy poco por ellos y de que no vaya a recibir, casi con seguridad, más y sí probablemente aún menos en los años venideros.

Durante décadas las buenas oportunidades de negocio fueron abundantes. Desde una perspectiva histórica amplia podríamos decir que enormes. Estaban basadas fundamentalmente en tres factores: el uso de mayores insumos, en la capacidad de absorción de externalidades por parte de la biosfera y en el progreso tecnológico galopante, y han sido el reflejo a nivel microeconómico del enorme incremento vivido en el mundo en la riqueza total, inimaginable para alguien que viviera hace simplemente 100 años.La suma de millones de oportunidades de negocio han dado como resultado lo que estamos viendo. Hasta ahora.

Estamos llegando rápidamente a los límites en el crecimiento en el uso de los insumos en forma de recursos naturales, como puede verse en el estancamiento en la producción de petróleo crudo o en las continuas alarmas que saltan sobre problemas en el empobrecimiento de las menas de casi cualquier recurso minero. La biosfera comienza a pasar factura de las externalidades económicas actuales y de décadas anteriores (cambio climático, desertización, agotamiento de acuíferos...) y hay bastantes evidencias de que aunque el progreso tecnológico avanza aún a buen ritmo ha pasado ya la era de los grandes saltos en productividad debidos a descubrimientos significativos; las leyes que gobiernan el electromagnetismo, por ejemplo, solo se pueden descubrir una vez; lo mismo pasa con el transistor, los antibióticos, el motor de explosión, la aviación comercial o casi cualquier avance en cualquier campo. Solo la automatización y la robótica siguen avanzando con fuerza pero a costa de inmensas inversiones. Por ejemplo en materia energética sigue sin verse un sustituto equivalente de las energías fósiles, y eso que las inversiones (solar, fusión nuclear...) son gigantescas. La inexorable ley de los rendimientos decrecientes afecta también al progreso tecnológico. Es decir, que la situación causante de este cambio del que hablamos no solo no mejorará sino que irá empeorando cada vez más.

Estaríamos, pues, y de ser correcto este análisis, ante un cambio radical en la situación vivida desde la época precapitalista iniciada con en el siglo XV, en el que la conquista y colonización del Nuevo Mundo permitó el inicio de una época de fuertes aumentos en los insumos económicos y sobre todo la aceleración en el proceso vivida a partir del siglo XVIII con el inicio de la Revolución Industrial. Un mundo regido por reglas totalmente distintas, mucho más difícil y del que todavía tenemos que aprender las nuevas. Esperemos ser capaces pero, mientras tanto, no espere que volvamos a lo de antes porque eso, sencillamente, no va a pasar.

No estamos asistiendo a un ciclo normal sino que se trata de un cambio radical de paradigma que no ha hecho más que empezar

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