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¿Ha entrado la economía española en una dinámica virtuosa?
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Juan Carlos Barba

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¿Ha entrado la economía española en una dinámica virtuosa?

Escuchamos muchas veces discursos de que hay que bajar impuestos y salarios, y que con eso las empresas de alta tecnología surgirán en el sector privado. Pero no es así

Foto: El ministro de Economía en funciones, Luis de Guindos, junto al ministro griego de Finanzas, Euclid Tsakalotos. (Reuters)
El ministro de Economía en funciones, Luis de Guindos, junto al ministro griego de Finanzas, Euclid Tsakalotos. (Reuters)

Hemos vuelto a la misma dinámica de la primera década del siglo

La economía española en los últimos dos años ha entrado en un ciclo expansivo caracterizado por un fuerte crecimiento económico y una importante creación de empleo, a la vez que se mantiene un superávit por cuenta corriente. Esto ha sido interpretado por muchos analistas como que la economía española por fin ha conseguido crecer sin aumentar de forma automática sus desequilibrios. Algunos problemas, como el abultado déficit público o el altísimo desempleo, se interpretan desde esos ámbitos como algo que se irá corrigiendo según avancemos en la dinámica de crecimiento.

Mi tesis, como saben quienes me leen, es otra bien distinta. La recuperación habida a partir de 2014 se basa fundamentalmente en una situación extremadamente favorable por la caída del euro, que ha favorecido las exportaciones, el abaratamiento del petróleo, que ha supuesto una subvención indirecta de unos dos puntos del PIB, la caída de los tipos de interés, que ha hecho que los flujos financieros hacia el exterior derivados de nuestra inmensa deuda externa se reduzcan, y las acciones del BCE, que han hecho que la confianza hacia los activos españoles, especialmente la deuda pública, aumente y la demanda por parte de los inversores extranjeros se dispare. Esto se ve en las estadísticas de deuda pública en manos de extranjeros, que ha aumentado en 204.000 millones desde finales de 2012, como se observa en el gráfico. Las acciones del BCE las vemos en el balance de la deuda en manos del Banco de España, que está ahora por encima de los 80.000 millones de euros.

Fuente: Tesoro Público.

Fuente: Tesoro Público.

Las estadísticas de competitividad no mejoran en absoluto, como nos dice el Banco de España, y, lo que es mucho peor, los indicadores de exportaciones de alta tecnología siguen siendo patéticamente bajos. Según el Banco Mundial, nuestras exportaciones de alta tecnología son, comparándonos con otros países del área euro, la mitad de las italianas, el 13% de las francesas, el 8% de las alemanas o el 21% de las inglesas. Solo estamos mejor, proporcionalmente, que los portugueses y griegos. Triste consuelo.

Debemos tener claro que una economía nunca podrá ofrecer un nivel de vida alto a sus ciudadanos si no dispone de amplios sectores de alta tecnología. Si nos dedicamos a producir lo que puede producir cualquiera, podremos pagar los salarios que paga cualquiera. Y cualquiera, a nivel mundial, es cobrar 300 o 400 euros al mes. Si no mejoramos rápidamente esta situación, una vez que pase esta bonanza financiera, volveremos sin duda a caer. Lo peor de todo es que lejos de recortar distancias en los últimos 20 años con países como Alemania, el aumento que hemos conseguido es proporcionalmente similar. Para hacernos una idea del desastre, podemos mirar hacia Corea, que exportaba la cuarta parte que Alemania hace 20 años y ahora exporta -siempre hablamos de alta tecnología- el 67% de lo que lo hace el gigante alemán. O países minúsculos como Suiza o Bélgica, que exportan mucho más que España.

Los avances se han hecho con un decidido apoyo social, político y económico en el que se entendía que era la forma de mejorar el nivel de vida de la población

Escuchamos muchas veces discursos de que hay que bajar impuestos y salarios, y que con eso las empresas de alta tecnología surgirán en el sector privado. Pero no es así como han funcionado las cosas en los países en que han aumentado con fuerza estos sectores económicos en los últimos años. Lo han hecho con un decidido apoyo social, político y económico en el que se entendía que era la forma de mejorar el nivel de vida de la población. Por eso tienen razón los que dicen que no vale solo con poner dinero. Dinero ya se ha puesto en España, pero buena parte de él ha terminado en proyectos de muy dudosa rentabilidad o en empresas con mano para conseguir las dádivas de las administraciones. Es decir, dinero tirado.

Mientras, nos debatimos entre políticos que opinan que no hay que hacer nada o casi nada, que ya se arreglarán las cosas solas, otros que creen que la I+D+i son unas siglas muy resultonas para un programa político y por último los que creen que tampoco vale para gran cosa y que la situación solo requiere reparto de la riqueza. También lo siento por estos últimos, ya que si bien está claro que la población en general desearía un mejor reparto de la tarta, mucho me temo que esta es mucho más pequeña de lo que se creen, por lo que el trozo de tarta que toque a cada uno sería muy pequeño.

No estamos cerca, ni remotamente, de la Europa rica, tras 40 años de la muerte de Franco

Las perspectivas de futuro tampoco son buenas. El mundo está poniéndose cada vez más difícil para países como el nuestro. Cada vez más países se están integrando en los sectores productivos de valor añadido medio, que es nuestro fuerte, con lo que nos encontramos con una competencia cada vez más dura. Muchísimos actores a nivel mundial están luchando a brazo partido por mejorar sus sistemas productivos y con fuerte apoyo social e institucional, lo que nos pone las cosas realmente difíciles de cara al futuro, salvo que seamos capaces de cambiar rápidamente de rumbo, algo que ni está ni se espera.

Este mapa nos muestra las consecuencias de la incompetencia, corrupción e inacción de los sucesivos gobiernos y de la falta de presión por parte de los ciudadanos. En él vemos la capacidad de compra de los españoles y la de otros ciudadanos europeos. No estamos cerca, ni remotamente, de la Europa rica, tras 40 años de la muerte de Franco, y las perspectivas, si no se hace nada realmente valiente y decidido, solo pueden ser ir hacia los colores azules de la Europa pobre. Si se fijan, Grecia y Portugal ya tienen manchas azules en sus mapas. Esperemos que ese no sea nuestro futuro.

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Hemos vuelto a la misma dinámica de la primera década del siglo

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