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Hacia el fin del crecimiento mundial
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Juan Carlos Barba

Gráfico de la Semana

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Hacia el fin del crecimiento mundial

Aunque se suele decir que la desmaterialización de la economía salvará el crecimiento, esto no está sucediendo y no va a suceder

Foto: Activistas del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, en inglés) exigen que se deje de subvencionar combustibles fósiles. (EFE)
Activistas del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, en inglés) exigen que se deje de subvencionar combustibles fósiles. (EFE)

Cualquier economista serio es consciente de que el funcionamiento de nuestra sociedad se fundamenta en una base material que en su mayoría está constituida por recursos no renovables, pero también renovables y que se están utilizando a ritmos mayores de lo que se pueden regenerar. Entre los primeros, tenemos los combustibles fósiles o el uranio, si hablamos de energía o minerales, y también combustibles fósiles, si hablamos de los materiales. Entre los segundos, tenemos materiales, alimentos, agua y sumideros de desechos de la actividad económica (atmósfera, suelos y océanos).

Hasta ahora, hemos utilizado las mejores menas de minerales y los mejores yacimientos de combustibles fósiles, con lo que ahora tenemos que emplear muchos más recursos para obtener lo mismo. Esto son hechos geológicos conocidos y que nadie mínimamente informado discute. Estos incrementos en la dificultad de extracción de momento no han supuesto un gran lastre sobre la economía mundial y se han compensado sobradamente por los aumentos en la eficiencia en la utilización de esos recursos, además de los de la cantidad total de materiales y energía con la que alimentamos la maquinaria económica. Se defiende desde muchos ámbitos que, cuando alcancemos esos límites en la cantidad de recursos que podemos utilizar, no habrá problema en continuar con el crecimiento económico, pues las mejoras en la eficiencia por el progreso tecnológico compensarán esa mayor dificultad para extraer los recursos.

Podemos representar en un gráfico las diferencias entre el aumento del PIB mundial y el aumento en el uso de la energía primaria desde 1966 (cuando empiezan los registros de BP sobre energía).

¿Y qué es lo que vemos en el gráfico? Efectivamente, observamos que se ha progresado en eficiencia en el uso de la energía. Casi todos los años se ve que hemos mejorado, pero también se observa un fenómeno muy preocupante, y es que, a pesar de la subida brutal de los precios de la energía durante este siglo y de los aumentos exponenciales en la inversión para mejorar la tecnología que usamos, que ha sido del 7% anual en las últimas dos décadas, no mejora ese aumento de la eficiencia sino que incluso parece disminuir ese ritmo de aumento en los últimos años. El incremento en la inversión global en I+D en las últimas dos décadas lo vemos en el siguiente gráfico.

Esta diferencia entre el esfuerzo que se dedica a I+D y lo que se obtiene como fruto lo que nos está diciendo es que la carrera por la eficiencia que mantenemos con la Geología se está perdiendo, y que solo conseguimos mantener los modestos aumentos sobre el 1% con incrementos mucho mayores de la inversión. Por poner un ejemplo, para que se entienda mejor. Si usted tiene una finca en la que cosecha trigo por valor de 100 y se gasta cinco en obtener ese trigo, tendrá un beneficio de 95. Si al año siguiente aumenta la inversión un 7% para aumentar la producción un 1%, entonces tendrá un beneficio de 101-5,35, es decir, 96,65, por lo que habrá ganado más, pero fácilmente comprobamos que si sigue 35 años así, gastará 35 y cosechará 133, es decir, que el beneficio ya será menor que al principio. El año 53º, gastará 168 y cosechará 168 también, y a partir de ese año ya gastará más de lo que cosechará. En otras palabras, estará arruinado y tendrá que dejar de cultivar.

Volviendo a la economía global, lo que ocurre es que ahora nos encontramos todavía en la parte “buena” del proceso, en la que parece que cuanto más invertimos en I+D, mejor nos va. Si ahora estamos incrementando el gasto en I+D global sobre 0,1% del PIB cada año (pero aumentando rápidamente), estamos consiguiendo aumentar la eficiencia bastante más, sobre el 1%, es decir, nos gastamos 70.000 millones más pero eso nos genera 700.000 millones más de actividad económica. Pero esto encubre este fenómeno de rendimientos decrecientes, ampliamente conocido, que nos llevará a un callejón sin salida tarde o temprano.

¿De cuánto tiempo disponemos? Por fortuna, se puede calcular con un margen de error relativamente reducido. Y la respuesta son 40 años. Ese es el tiempo del que disponemos, sin contar otros efectos adversos, como la degradación medioambiental o el cambio climático, para prepararnos para una economía diferente en la que utilicemos ciclos cerrados y materiales renovables. Y esa transición no es posible hacerla en unos pocos años, sino que necesita décadas y una sociedad altamente motivada y dispuesta a grandes sacrificios para garantizar el futuro. ¿Ve usted que algún político hable de esto? ¿Ve usted que se esté concienciando a la población del gravísimo e inevitable problema que afrontamos como civilización? Porque yo no.

Cualquier economista serio es consciente de que el funcionamiento de nuestra sociedad se fundamenta en una base material que en su mayoría está constituida por recursos no renovables, pero también renovables y que se están utilizando a ritmos mayores de lo que se pueden regenerar. Entre los primeros, tenemos los combustibles fósiles o el uranio, si hablamos de energía o minerales, y también combustibles fósiles, si hablamos de los materiales. Entre los segundos, tenemos materiales, alimentos, agua y sumideros de desechos de la actividad económica (atmósfera, suelos y océanos).

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