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La autocomplacencia en el ajuste del déficit
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Jesús Sánchez-Quiñones

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La autocomplacencia en el ajuste del déficit

La percepción sobre las expectativas económicas ha cambiado sensiblemente a mejor. Hay motivos para ello:La recesión ha quedado atrás.La prima de riesgo de los países periféricos

La percepción sobre las expectativas económicas ha cambiado sensiblemente a mejor. Hay motivos para ello:

  • La recesión ha quedado atrás.
  • La prima de riesgo de los países periféricos se encuentra en mínimos desde el inicio de la crisis.
  • Los mercados de emisión se han vuelto a abrir, incluso para los bancos griegos.
  • Las calificaciones crediticias (rating) de países como España e Irlanda han mejorado, trasladándose dicha mejora a un elevado número de emisores de cada uno de dichos países.
  • El temor a una ruptura del euro prácticamente ha desaparecido y, como consecuencia, inversores que descartaban la moneda única como divisa de referencia han vuelto a invertir en la Eurozona.

El gran peligro de la consolidación de la mejora económica es la autocomplacencia e ignorar los peligros que pueden hacer descarrillar la recuperación. Entre ellos:

  • Un cambio de expectativas de tipos de interés por parte de los bancos centrales (Forward Guidance). De momento, tanto la Reserva Federal, como el Banco de Inglaterra o el propio Banco Central Europeo, han manifestado que los tipos seguirán en niveles históricamente mínimos durante un prolongado periodo de tiempo. Los mercados financieros se lo han creído, pero en algún momento los tipos de interés comenzarán a subir. Cuando esto suceda, las consecuencias sobre los mercados financieros y sobre la economía real serán considerables.
  • El aplazamiento permanente del ajuste pendiente del déficit público. Hasta la fecha, Europa ha sido muy permisiva con el cumplimiento de los compromisos de reducción de los déficits públicos, otorgando, una vez tras otra, plazos adicionales para embridar las cuentas públicas. En mayo de 2010 se asumió el compromiso de reducir el déficit hasta llegar al 3% en el 2014. Apenas dos años más tarde, en julio de 2012, ante el incumplimiento de las cifras de déficit y la imposibilidad de cumplir con el calendario acordado, se fijó uno nuevo que otorgaba un año más de margen, para llegar al déficit del 3% en 2015. De nuevo, un año después se volvió a otorgar un plazo adicional para reducir el déficit público al 2,8% en 2016.
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Todo el mundo parece encantado con estas prórrogas para encauzar el déficit público. La reacción de los inversores en bonos soberanos españoles ha sido satisfactoria; no en vano, el Tesoro coloca ya bonos a tipos mínimos históricos.

En breve conoceremos el dato definitivo del déficit público correspondiente a 2013. No sería de extrañar que se incumpliera el compromiso del 6,5%, aunque sólo sea por unas décimas. Pese a una posible aceleración del crecimiento económico, alcanzar el 2,8% de déficit público en 2016, con las medidas conocidas hasta la fecha, se antoja una hazaña de muy improbable consecución.

La reducción del déficit público es una necesidad, no un capricho de los mercados. Las prórrogas otorgadas hasta ahora han aplazado, que no evitado, los efectos dañinos a corto plazo de los ajustes del gasto público. La contrapartida a este menor ajuste ha sido un crecimiento vertiginoso de la deuda pública hasta niveles cercanos al 100% del producto interior bruto (PIB), desde el 36% en 2007. A mayor nivel de deuda, mayor dependencia de nuestros acreedores a futuro.

Ahora, la liquidez es abundante y los bancos centrales no parecen tener prisa en subir los tipos de interés. Sin embargo, en algún momento la situación tan complaciente de los mercados como la actual cambiará. Más vale corregir definitivamente los actuales niveles de déficit antes de que el actual ciclo de tipos en mínimos cambie. La autocomplacencia puede salir muy cara.

La percepción sobre las expectativas económicas ha cambiado sensiblemente a mejor. Hay motivos para ello:

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