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Las lecciones de la salida a bolsa del Manchester United
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Charles Logan

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Charles Logan

Las lecciones de la salida a bolsa del Manchester United

Si hay un ámbito de la vida en el que la irracionalidad campa a sus anchas, ése es el fútbol.  Javier Marías lo definió como la

Si hay un ámbito de la vida en el que la irracionalidad campa a sus anchas, ése es el fútbol.  Javier Marías lo definió como la recuperación semanal de la infancia y Vázquez Montalbán llegó a afirmar que un hombre puede cambiar de religión, de ideología y de pareja, pero jamás de equipo de fútbol. Podría pensarse que un negocio con una base de seguidores tan incondicional por fuerza ha de generar rentabilidades extraordinarias para sus propietarios. Sin embargo, el sector de las franquicias deportivas probablemente haya sido el que peor desempeño histórico ha entregado a los inversores (por dólar invertido), superando ampliamente en este dudoso honor al de la aviación comercial.

En América ha habido varias operaciones de salida de franquicias que han sido excluídas de cotización al cabo de los años, como la de los Boston Celtics en 1986, y la de los Cleveland Indians en 1988. En Europa, cotizan la Juventus y el Copenague a niveles muy inferiores a los de hace una década. y todos los equipos de la Premier que salieron a cotizar en los noventa, han vuelto a ser entidades “privadas”. En España, la única iniciativa de sacar un club a bolsa fue la de Juan Villalonga en 2008 (todavía en los días preLehman), que proponía a los socios una ampliación de capital para apoyar un ambicioso plan de negocios, que llevaría a la entidad a multiplicar sus ingresos por cuatro  y, a cotizar en bolsa a los múltiplos a los que estaban entonces los equipos británicos.

La semana pasada se produjo la salida a bolsa del Manchester United, el que según la prensa anglosajona, es el equipo de fútbol con más seguidores del mundo (aunque ya vimos hace un par de semanas en este mismo blog cuál es el equipo que más ingresos genera). La salida, aunque se ha producido a un nivel inferior al que pretendían hacerlo los colocadores, supone valorar el capital del equipo en 2.300 millones de dólares, a un múltiplo de  5,65 el valor en libras, y casi tres veces superior a lo que sus actuales propietarios pagaron en 2005. El club de los diablos rojos ya estuvo cotizando en bolsa entre 1990 y 2005, fecha en la que la familia Glazer, propietaria también de los Tampa Bay Buccaneers, lo excluyó de cotización al adquirir el 100% de las acciones mediante una operación de LBO; que consiste en comprar su participación a los antiguos accionistas con dinero proveniente de deuda garantizada  por los propios activos del Club, no con capital de los nuevos propietarios. De ahí que se hable de compra apalancada.   

Como toda operación apalancada, se basa en una recapitalización de la compañía, financiada con una reingeniería de las operaciones, por ejemplo, mediante un aumento del 30% del precio de los abonos, aprovechando la inelasticidad de la demanda, y con la venta de activos no estratégicos (por ejemplo: Cristiano Ronaldo). La aventura de la familia Glazer en Manchester ha contado desde el inicio con la oposición de gran parte de los seguidores locales.

Llama la atención que uno de los personajes que más problemas les está ocasionando a los magnates americanos sea Andy Green, un profesional de la City londinense, que desde hace unos años administra un blog de seguimiento de la información financiera del Manchester United.  Entre sus logros se encuentra el haber impedido, gracias a la movilización de los aficionados, promovida por sus posts, que una emisión de bonos en 2010 por valor de 500 millones de libras sirviera para que los Glazer drenaran la tesorería del Club.

Green afirma que los clubes de fútbol no deben ser gestionados para el lucro de propietarios que no tienen ningún vínculo emocional con los mismos, y que éstos son activos pertenecientes a la comunidad. Según su análisis, el severo endeudamiento posterior a la OPA de 2005, con un coste neto de 351 millones de libras  desde que los Glazer se hicieron con el mando, ha impedido que el club sea competitivo en el mercado de fichajes en los últimos 7 años.  Sobre la salida a bolsa, que califica como una gran oportunidad perdida, afirma que el efecto después de impuestos para el club será despreciable, y sólo servirá para solucionar momentáneamente las necesidades de liquidez de sus propietarios. Entre las iniciativas que el señor Green ha apoyado, ha estado la de formar un grupo inversor de aficionados con dinero que se hiciera con el club, los denominados Red Knights. 

Cuestiones interesantes las que nos plantea este caso. ¿Deben ser los clubes sociedades mercantiles que se rijan por la lógica capitalista o entidades sin ánimo de lucro a mayor gloria de la comunidad que los acoge? La segunda opción ha sido fomentada por muchos políticos de ciudades medianas españolas, y ya hemos visto cuál ha sido el resultado. Los estamentos federativos tienen mucho que pensar sobre el asunto. La puesta en marcha de la norma del fair play financiero parece indicar que están en el buen camino.

Si hay un ámbito de la vida en el que la irracionalidad campa a sus anchas, ése es el fútbol.  Javier Marías lo definió como la recuperación semanal de la infancia y Vázquez Montalbán llegó a afirmar que un hombre puede cambiar de religión, de ideología y de pareja, pero jamás de equipo de fútbol. Podría pensarse que un negocio con una base de seguidores tan incondicional por fuerza ha de generar rentabilidades extraordinarias para sus propietarios. Sin embargo, el sector de las franquicias deportivas probablemente haya sido el que peor desempeño histórico ha entregado a los inversores (por dólar invertido), superando ampliamente en este dudoso honor al de la aviación comercial.

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