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La transición económica pendiente: acabar con la cultura del ‘pelotazo’
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La transición económica pendiente: acabar con la cultura del ‘pelotazo’

Supongamos que un ambicioso chico de 14 años lee la excelente crónica/reportaje sobre la transición económica ‘El Declive de los Dioses’, de Mariano Guindal, con la

Supongamos que un ambicioso chico de 14 años lee la excelente crónica/reportaje sobre la transición económica ‘El Declive de los Dioses’, de Mariano Guindal, con la idea de aprender cómo se hace uno rico en España. ¿Qué aprenderá? Desgraciadamente, no que debe hacer un doctorado en matemáticas para saber hacer algoritmos de búsqueda como Sergey Brin y Larry Page (Google); o que debe intentar diseñar máquinas bellas y útiles, como Steve Jobs; o que puede difundir la tecnología por todas partes (“un ordenador personal en cada casa y cada despacho”) como Bill Gates. No. Aprenderá que más le vale tener amigos ricos o parientes ricos; o mejor aún, nacer rico; o tener amigos ministros, o incluso concejales, que le puedan dar una contrata o una recalificación. Aprenderá que el conocimiento que necesita no son las matemáticas, sino el derecho administrativo.

El libro de Mariano Guindal trata un período fascinante de la historia de España, un período en el que la economía española dejó de ser una economía en desarrollo para convertirse en una economía moderna, con empresas multinacionales conocidas en el mundo entero, con una clase de ejecutivos formadas en algunas de las mejores escuelas de negocio y que no se intimidan comprando una empresa inglesa o alemana -no en vano, nuestra cuota de mercado exterior no ha caído ni durante el boom, ni durante la crisis-.

El libro está muy bien escrito. Es obra de un excelente reportero, presente en momentos asombrosos de nuestra historia (el encuentro de Mariano Guindal con el cura que venía de dar la extremaunción a Carrero y le cuenta que no había sido una explosión de gas, o de guardia en La Paz, donde Franco agonizaba, en el momento en que se produce su muerte, brindando con champán ante la hostil mirada policial) y con nombres propios e historias siempre interesantes, con un lenguaje vivo y memorable. Por ejemplo, el periodista llega a Vitoria en pleno conflicto laboral que degeneraría en batalla con muertos:

“LLEGUÉ DE MADRUGADA, en medio de una fría neblina que calaba los huesos. Las calles vacías ofrecían un aspecto fantasmagórico: había farolas retorcidas, barricadas humeantes,  calzadas reventadas y coches volcados.”

El libro había que escribirlo. Es un período fascinante, un período que pone las bases del modelo económico de la España de hoy. Muestra que hemos tenido la suerte de tener algunos dirigentes excelentes en algunos momentos importantes. Pero la lección clave, para mí, es que, a pesar de la modernización y de los enormes cambios que ha experimentado España en los casi 40 años que cubre la obra, una parte importante de la economía española es aún una economía medieval, de herencia y proximidad al señor feudal. ¿Cuánta? No lo sé, pero haberla, hayla. Me explico.

Las ideas en el crecimiento económico

La economía del crecimiento moderna parte de la tesis doctoral de Paul Romer, que explicó el papel fundamental de las ideas en el crecimiento económico. Las ideas son las que permiten romper los límites inevitables del mundo material, porque siempre pueden multiplicarse y copiarse sin fin. Mientras que para dar pan a 6.000 millones de personas hacen falta 6000 millones de barras de pan, una única nueva idea, como la electricidad o Google, mejora la vida  de todos los habitantes del planeta.

Por tanto, el crecimiento económico viene de la multiplicación de ideas. Las empresas más conocidas de EEUU se relacionan con una gran idea. General (Edison) Electric (electricidad), Westinghouse (corriente alterna), Ford (cadena de montaje), GM (coches, organización multidivisional), IBM (control, registro, ordenadores), Kodak (fotos), Hewelett Packard (electrónica, calculadores), Oracle (bases de datos) , Ebay (subastas), Amazon (tiendas online), Apple (ordenador personal), Microsoft (Windows, Dos), Google (búsqueda), Facebook (redes), etc. Por regla general, sus fundadores no conocían a ningún ministro ni a ningún concejal, y sólo conocieron a presidentes y candidatos cuando, ya ricos, éstos peregrinaron a su casa o empresa a hacerse la foto.

Las actividades de captura de rentas, de búsqueda del pelotazo, tienen dos consecuencias nefastas para el crecimiento económico: tienen retornos crecientes y afectan particularmente a la innovación

Este tipo de empresas, y de personas, no existen en la España de Mariano Guindal. Las fortunas en El declive de los dioses se hacen a pelotazos, concebidos preferentemente en reuniones en Jockey, el restaurante de Madrid. Los personajes del libro se hacen ricos porque se sentaban en el pupitre con alguien rico, o alguien que luego fue ministro, o secretario de estado. O porque sabían cómo hablar con los que recalificaban terrenos, o los que financiaban a dedo el aeropuerto de Villaconejos de Arriba, o cómo conseguir concesiones para las obras del mega viaducto de Villaconejos de Abajo. 

Del libro están ausentes las miles de pequeñas, medianas y grandes empresas que han surgido gracias a mucho esfuerzo personal, de trabajo de emprendedores anónimos o conocidos. Y no aparecen, no porque no existan, sino, en parte, porque el oficio de periodista no conduce a contar el trabajo oscuro del día a día, el trabajo que lleva a producir en un garaje de Mondragón los autobuses más vendidos de Europa  o a inventar los procesos de congelado en altamar. Sin embargo, no por tener una visión necesariamente parcial es menos cierto, o menos preocupante, el retrato brutal de la España del pelotazo.

Afortunadamente, la economía española es más variada que la historia de corruptos, chorizos y criminales (que por suerte, y a diferencia de algunos de nuestros países vecinos, sí suelen terminar en la cárcel, como los Ruiz Mateos, Condes, Roldanes, de las Rosas etc.) Existen también Amancio Ortega (Zara), Juan Roig (Mercadona), Koldo Saratxaga (Irizar), Isak Andic (Mango), José Fernández López (Pescanova). Empíricamente, no sabemos cómo de importante es el sector especializado en capturar (o distraer) rentas, los del pelotazo, y cómo de importante es el sector productivo (sería muy interesante saberlo y os invito a dar ejemplos de los buenos en los comentarios).  Pero sí sabemos que las actividades de captura de rentas, de búsqueda del pelotazo, tienen dos consecuencias nefastas para el crecimiento económico, como han descrito en un precioso y breve artículo Murphy, Shleifer y Vishny, ‘Why is rent seeking so costly to growth’.

1. Tienen retornos crecientes: Es decir, cuanta más gente se dedica a ellas, mayor es su retorno relativo comparado con las actividades productivas. La razón es que cuanta más gente se dedica a capturar pastel, en vez de crear nuevos pasteles, menor son los retornos de los creadores de riqueza o productores. Es decir, a medida que crecen los capturadores de rentas, decrece el valor de crear riqueza, hasta que, en su análisis, la actividad productiva desaparece.

2. Afectan particularmente a la innovación: Murphy, Shlefier y Vishny argumentan que la actividad innovadora es muy susceptible a los apropiadores de rentas, porque las licencias, patentes, exportaciones, crecimiento, etc. requieren particularmente del estado de derecho, si queréis de forma seguramente más cursi que poética, son las flores más delicadas del jardín y las que más sufren los pisotones.

En fin, la economía española ha avanzado mucho, pero aún tiene pendiente una transición económica, la transición hacia una economía de mercado transparente y competitiva, en la que el mérito, el trabajo, y la innovación sean el único camino hacia la riqueza y el éxito social y personal. Hemos andado, sin duda, parte de ese camino. Pero nos queda, si la historia que cuenta Mariano Guindal es cierta, un largo trecho.

Agradecemos la publicación de este artículo al blog Nada es Gratis.

*Luis Garicano es economista, profesor de la London School of Economics y director de la cátedra Fedea-McKinsey

Supongamos que un ambicioso chico de 14 años lee la excelente crónica/reportaje sobre la transición económica ‘El Declive de los Dioses’, de Mariano Guindal, con la idea de aprender cómo se hace uno rico en España. ¿Qué aprenderá? Desgraciadamente, no que debe hacer un doctorado en matemáticas para saber hacer algoritmos de búsqueda como Sergey Brin y Larry Page (Google); o que debe intentar diseñar máquinas bellas y útiles, como Steve Jobs; o que puede difundir la tecnología por todas partes (“un ordenador personal en cada casa y cada despacho”) como Bill Gates. No. Aprenderá que más le vale tener amigos ricos o parientes ricos; o mejor aún, nacer rico; o tener amigos ministros, o incluso concejales, que le puedan dar una contrata o una recalificación. Aprenderá que el conocimiento que necesita no son las matemáticas, sino el derecho administrativo.