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Recuperación o el rebote del gato muerto
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Carlos Hernanz

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Carlos Hernanz

Recuperación o el rebote del gato muerto

Los mensajes gubernamentales y la realidad de los datos macro son contradictorios… o no. Sin embargo, durante las últimas semanas, el discurso oficial sobre el principio

Los mensajes gubernamentales y la realidad de los datos macro son contradictorios… o no. Sin embargo, durante las últimas semanas, el discurso oficial sobre el principio de la recuperación se ha extendido como un mantra, hasta el punto de que otras voces están contribuyendo a alimentar esa especie. Los últimos en sumarse a esa corriente han sido los directivos del Consejo Empresarial para la Competitividad, los mismos que hace meses atrás hicieron un esfuerzo por esquivar el rescate, para los que España ha iniciado de manera decidida la senda de la recuperación.

Los argumentos para sostener esta tesis descansan sobre varios pilares: el aumento de las exportaciones, el abaratamiento de los costes laborales (ambos positivos para la creación de empleo) y la reducción de deuda del sector privado y público. Al mismo tiempo, desde los despachos de Hacienda se utilizan argumentos tan volátiles y especulativos como la buena marcha de la bolsa española (Viva España, tituló hace poco Morgan Stanley), tan irrelevante como que el número de ricos españoles haya crecido un 13% en los últimos doce meses, según un estudio de Credit Suisse.

Para los menos optimistas, se trata sólo de un fenómeno que describen como “el rebote del gato muerto”, un término bursátil utilizado para referirse al comportamiento de la cotización de empresas que están en situación de crisis

Algunos dirán que son indicadores adelantados. Otros, que el mercado recoge antes los cambios de tendencia. Para los menos optimistas, se trata sólo de un fenómeno que describen como “el rebote del gato muerto”, un término bursátil utilizado para referirse al comportamiento de la cotización de empresas que están en situación de crisis. Su valor cae súbitamente, hasta casi cero. Entonces, una parte importante de inversores, creyendo estar ante una oportunidad única (última emisión de deuda pública a 30 años), compran de manera voluminosa, haciendo rebotar el precio de las acciones.

Sin embargo, esta revalorización en algunos casos es efímera. Suele ocurrir cuando los fundamentales de la empresa (o país) terminan imponiéndose al espejismo, provocando que el valor en bolsa vuelva a descender hasta casi cero. De esta manera, el gráfico bursátil dibuja el mismo perfil que el de un gato muerto arrojado desde una ventana. Al llegar al suelo rebotará, pero termina sobre el suelo, cosa que habría evitado en caso de estar con vida, es decir, en caso de gozar de algún factor diferencial o genuino -en caso de ser una empresa- sobre el que apuntalar su actividad económica.

Hay quienes piensan, por tanto, que un par de datos positivos están sirviendo para lanzar las campanas al vuelo. Del otro lado, sigue habiendo el mismo número de factores negativos, o más, para seguir pensando que España lo único que ha hecho es detener la hemorragia que estuvo a punto de sacarnos del euro. Sin ir más lejos, esta misma semana el FMI ofreció un dato positivo, una mínima revisión al alza del PIB español, al tiempo que nos volvió a sacar los colores al colocarnos para 2014 a la cola del crecimiento, la creación de empleo, la inversión y el consumo dentro de la Unión Europea.

En este contexto de esfuerzo colectivo, no siempre proporcional, por superar el periodo de recesión (nuestro nivel de riqueza es inferior a 2007), faltan estímulos que permitan creer en el discurso de la recuperación

Recordar que se ha duplicado el número de españoles que sobrevive con menos de 300 euros al mes, hasta llegar a tres millones según Cáritas, cuadra poco con el discurso de la recuperación. Como tampoco lo hace el que el descenso del porcentaje de parados esté condicionado por los flujos migratorios (“movilidad exterior“, como dijo Fátima Báñez) más que por la creación neta de empleo. Es cierto que el Gobierno ha corregido y estabilizado algunos grandes desequilibrios (déficit, prima de riesgo…), pero ha exigido unos sacrificios (impuestos, salarios, pensiones) muy grandes.

En este contexto de esfuerzo colectivo, no siempre proporcional, por superar el periodo de recesión (nuestro nivel de riqueza es inferior a 2007), faltan estímulos que permitan creer en el discurso de la recuperación. No basta con fomentar programas de emprendedores en la televisión pública para cambiar de mentalidad. Ni tampoco que un puñado de inversores internacionales enseñen unos cuantos cientos de millones de dólares para comprar empresas a precios de saldo. Todo suma, pero nadie habla de la solidez de los fundamentales que no hagan de esta reacción el rebote del gato muerto.

Los mensajes gubernamentales y la realidad de los datos macro son contradictorios… o no. Sin embargo, durante las últimas semanas, el discurso oficial sobre el principio de la recuperación se ha extendido como un mantra, hasta el punto de que otras voces están contribuyendo a alimentar esa especie. Los últimos en sumarse a esa corriente han sido los directivos del Consejo Empresarial para la Competitividad, los mismos que hace meses atrás hicieron un esfuerzo por esquivar el rescate, para los que España ha iniciado de manera decidida la senda de la recuperación.

Crisis Deuda Salarios de los españoles