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Nadie habla del CCS, verdadera bandera roja del euro
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Alberto Artero

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Nadie habla del CCS, verdadera bandera roja del euro

Dentro de la abundancia de informaciones con las que nos desayunamos en estos agitados días, destacan aquellas que hacen referencia a las dificultades que tienen las

Dentro de la abundancia de informaciones con las que nos desayunamos en estos agitados días, destacan aquellas que hacen referencia a las dificultades que tienen las entidades financieras europeas para conseguir fondos. A nivel euro, el problema del aumento del coste del pasivo minorista y del cierre de los mercados mayoristas se ha suplido, con mayor o menor éxito, a través del recurso al Banco Central Europeo. El banco central descuenta activos bancarios al tipo de intervención solo para ver con frustración cómo la mayoría de los fondos le vienen de vuelta en forma de depósitos remunerados, en lugar de destinarse a financiar el interbancario o el sector privado de la economía (230.000 millones de euros depositados en el BCE frente a los 68.000 de media del último año). Así, el diferencial Euribor-OIS, financiación bancaria a día vs. “oficial”, está en máximos de marzo de 2009 mientras que son muchas los bancos que, presionados por las nuevas normas de capital, tienen como objetivo a corto plazo reducir sus carteras de crédito.

Si importantes son los problemas en el ámbito comunitarios para obtener recursos en la moneda única, estos se disparan cuando de acopiar liquidez en otras divisas se trata, especialmente si hablamos de su principal contrapartida cambiaria, el dólar estadounidense. De hecho, abundan las leyendas sobre firmas señeras de origen francés que, allá por el pasado mes de septiembre, se vieron incapaces de cerrar sus libros denominados en el billete verde, teniendo que hacer una interpelación desesperada al Banco de Francia primero y, por ende, al Sistema Europeo de Bancos Centrales después, para solventar la situación. El resultado fue un acuerdo excepcional por parte de las principales autoridades monetarias del planeta el día 15 de aquel mes para facilitar una línea ilimitada de financiación en dólares a aquellas entidades que lo pudieran necesitar. Desde Japón a Suiza, pasando por Inglaterra, Frankfurt y Nueva York. Con escaso éxito, como veremos a continuación.

CCS es el acrónimo del Cross Currency Swap, es decir: el coste para los demandantes europeos de dólares de conseguir fondos en esa moneda. Funciona de la siguiente manera: los tenedores de USD los prestan, a través de un CCS, a Euribor y exigen como garantía un depósito en euros al propio Euribor menos el coste de ese CCS. Cuanto mayor sea el CCS, menor es la remuneración que perciben y, por tanto, mayor el coste de su financiación en la divisa estadounidense. Es un claro indicador de tensión y pone de manifiesto tanto el grado de necesidad de dólares de la banca europea como el deseo de prestar de quienes los acumulan. Se trata de operaciones cruzadas, ajenas a la intervención del banco central. Pues bien, en su plazo a un año se encuentra en los mismos niveles que cuando se produjo la caída de Lehman hace ahora poco más de tres ejercicios, por encima de 90 puntos básicos. En los vencimientos más cortos, por ejemplo el tres meses, ocurre otro tanto de lo mismo, y se ha disparado hasta el 1.35%. Un deterioro paulatino que viene desde el pasado mes de abril. Cuidado. (Actualización a las 9:45. Para apreciar el grado de deterioro de esta última referencia, les sugiero que echen un vistazo al primer cuadro de este documento).

Estamos en un momento absolutamente crítico, pescadilla que se muerde la cola entre realidad soberana y bancaria. La preocupación sobre la primera tiene un inmediato reflejo en la segunda: percepción de riesgo, coste de financiación, menor valor activos públicos en cartera. El deterioro en la situación del sistema financiero -negocio ordinario, provisiones, ajuste a la baja del activo- ahonda la sensación de incertidumbre y miedo ante el posible rescate de una Administración apurada financieramente. Esa es, de hecho, la principal diferencia con lo que sucedía en el otoño de 2008, cuando el problema parecía circunscribirse exclusivamente al sector privado de la economía. Es hora, por tanto, de la altura de miras, dejar de contemporizar los problemas y ponerlos negro sobre blanco de una vez por todas en estos dos ámbitos de actuación, finanzas soberanas y balance bancario. De nuevo, transparencia y credibilidad como recetas mágicas. El CCS está demostrando que somos la rana en la cazuela. Nos cocemos poco a poco, casi sin enterarnos. O empleamos los recursos que nos quedan en salir de ésta, o la profecía de colapso que anticipan los datos de financiación entre entidades terminará por cumplirse: cerrado por incompetencia. Para desgracia de todos.

Dentro de la abundancia de informaciones con las que nos desayunamos en estos agitados días, destacan aquellas que hacen referencia a las dificultades que tienen las entidades financieras europeas para conseguir fondos. A nivel euro, el problema del aumento del coste del pasivo minorista y del cierre de los mercados mayoristas se ha suplido, con mayor o menor éxito, a través del recurso al Banco Central Europeo. El banco central descuenta activos bancarios al tipo de intervención solo para ver con frustración cómo la mayoría de los fondos le vienen de vuelta en forma de depósitos remunerados, en lugar de destinarse a financiar el interbancario o el sector privado de la economía (230.000 millones de euros depositados en el BCE frente a los 68.000 de media del último año). Así, el diferencial Euribor-OIS, financiación bancaria a día vs. “oficial”, está en máximos de marzo de 2009 mientras que son muchas los bancos que, presionados por las nuevas normas de capital, tienen como objetivo a corto plazo reducir sus carteras de crédito.

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