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El debate de moda: tipos de interés bajos, ¿salvación o condena?
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Alberto Artero

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El debate de moda: tipos de interés bajos, ¿salvación o condena?

El anuncio de la Reserva Federal de que mantendrá  los tipos de intervención en Estados Unidos cercanos a cero hasta 2014 ha generado un apasionado debate

El anuncio de la Reserva Federal de que mantendrá  los tipos de intervención en Estados Unidos cercanos a cero hasta 2014 ha generado un apasionado debate en círculos ilustrados. No es para menos. La importancia y, sobre todo, el horizonte de la declaración son como para poner los pelos de punta. Tras años de tirar de toda la artillería disponible en su balance, reconoce el fracaso de su acción y anticipa, en lo que por supuesto no se puede tomar como un dogma inmutable, al menos dos ejercicios y medio -2012, 2013 y primera mitad de 2014- de baja actividad económica en los que el riesgo de inflación queda subyugado a la creación de empleo dentro del mandato dual que diferencia a la FED de otros bancos centrales.

La controversia se centra en el distinto efecto que una decisión como ésta puede tener sobre la economía real y la financiera, varias veces superior en tamaño y que es, sin lugar a dudas, la máxima beneficiada. No en vano, en tanto que la banca tiene acceso a dinero barato, sea de modo directo a través del descuento en la ventanilla de la autoridad monetaria de su activo o indirectamente a través del interbancario, puede obtener rendimientos a balón parado por medio de su inversión en productos más rentables, como la deuda soberana, sin necesidad de prestar un chavo. En un entorno de resto de pasivo caro e inaccesible esta vía es, prácticamente, su única alternativa de funding lo que retroalimenta el proceso.

Además, en la medida en que la tasa libre de riesgo cae, el valor presente de cualquier bien financiero que genere flujos, como las acciones, se dispara (obviamente estamos hablando de economías con moneda propia y control dinerario como Estados Unidos, UK, Japón, Suiza, China y ¿Alemania?). No solo eso, el aplanamiento de la curva de tipos que lleva aparejada provoca que, la comparativa entre distintos activos y la búsqueda de rendimiento, conduzca a muchos inversores a activar el modo risk on”, alimentando las subidas hasta un punto, quién sabe cuál, en que la intervención es insostenible y el subsidiado juego termina abruptamente (The Big Picture, Living in a QE World, James Bianco; 27-01-2012).

Sin embargo, tales beneficios –que cuentan con damnificados como las aseguradoras y aquellas firmas que garantizan pensiones a su plantilla y que se ven perjudicadas por el escaso retorno de los valores “seguros” a los que les fuerza Solvencia II  (WSJ-Heard of the Street, The Results of Ultralow Interest Rates? See Japan, Richard Barley; 30-01-2012)- no se trasladan a la economía real, entre otras cosas, porque la banca está luchando por su supervivencia y acapara liquidez, porque los inversores minoristas se están viendo sometidos a un proceso acelerado de reducción de su renta disponible que les lleva a liquidar posiciones (y apenas se benefician de la inflación de activos) y porque el proceso global de desapalancamiento impide que haya una voluntad de prestar y un deseo generalizado de ser prestado.

Los principales agentes saben lo que deben, pero no tienen ni idea de qué vale lo que tienen, fundamentalmente inmuebles, ni si van a recibir flujos en el futuro, dado el aumento estructural del desempleo. Además, un escenario como el anticipado por la FED no lleva a anticipar consumo, sino todo lo contrario. Y la demanda débil, paraliza la inversión corporativa salvo, paradójicamente, para sustituir capital humano por tecnológico en el proceso productivo, al ser más barata la financiación de su implantación. (Financial Times, Low Interest Rates are Like Drugs We can do Without, Satyajit Das; 01-02-21012). Crece el paro y vuelta a empezar.

No solo eso, cabría decir incluso que el mantenimiento de tipos artificialmente bajos en el tiempo impide que se materialice, de una vez por todas, la catarsis necesaria para limpiar balances, públicos y privados, e iniciar una nueva etapa expansiva de la economía. Son multitud aquellos que nunca van a poder hacer frente a lo debido y que, sin embargo, se mantienen en vida financiera por gentileza del bajo coste recurrente de sus deudas. Son carne de cañón e irán cayendo poco a poco, limitando la posibilidad de que se produzca un ajuste rápido y doloroso que permita cortar con la selección adversa que ahora preside la actividad productiva y bancaria: se ayuda al que ha hecho mal las cosas a cambio de cortar las alas al que ha funcionado como un reloj.

Al final, como se ha comentado hasta la saciedad, estamos ante un problema de confianza, factor psicológico que tarda mucho tiempo en nacer y desaparece en un pis pas (Time, Is the Fed Undermining the Recovery?, Stephen Gandel, 26-01-2012). Requiere de mensajes y, sobre todo, de hechos. Huye de las incertidumbres y se construye sobre las certezas. Desde ese punto de vista, cuanto antes haya un reconocimiento colectivo y una asunción individual de la situación, mejor. La estrategia del miedo, articulada de forma directa o indirecta, voluntaria o inconsciente, tiene un recorrido muy corto. Llevamos cuatro años y medio desde el arranque de la crisis como para seguir hablando de lo que está por venir. No hay tiempo. O cogemos el toro por los cuernos de la transparencia y el realismo, aun a riesgo de salir mal parados, o la cornada nos dejará inválidos mucho, mucho tiempo. Ojalá no sea así.

El anuncio de la Reserva Federal de que mantendrá  los tipos de intervención en Estados Unidos cercanos a cero hasta 2014 ha generado un apasionado debate en círculos ilustrados. No es para menos. La importancia y, sobre todo, el horizonte de la declaración son como para poner los pelos de punta. Tras años de tirar de toda la artillería disponible en su balance, reconoce el fracaso de su acción y anticipa, en lo que por supuesto no se puede tomar como un dogma inmutable, al menos dos ejercicios y medio -2012, 2013 y primera mitad de 2014- de baja actividad económica en los que el riesgo de inflación queda subyugado a la creación de empleo dentro del mandato dual que diferencia a la FED de otros bancos centrales.