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‘Death cross’ en el oro, oportunidad singular de compra
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Alberto Artero

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‘Death cross’ en el oro, oportunidad singular de compra

Dicen los analistas técnicos que hay que estar ojo avizor con el oro. Más allá de los factores de oferta y demanda, sobre los que luego

Dicen los analistas técnicos que hay que estar ojo avizor con el oro. Más allá de los factores de oferta y demanda, sobre los que luego volveremos, su media móvil de 50 sesiones está a punto de cortar a la baja la de 200, produciendo lo que en el argot se denomina un death cross, señal inequívoca de venta. De hecho, la última vez que esto ocurrió, allá por el mes de abril de 2012, el metal precioso se dejó un 9’1% de su valor en los 30 días siguientes. Antes, en septiembre de 2008, el castigo fue del 18% en ocho semanas.

A cierre del viernes, la situación estaba como sigue:

 

Hay varias razones que han incidido en este mal comportamiento. Centrándonos en la principal, la distinta percepción reciente del riesgo global, que afecta a su condición como refugio. En la medida en que las cosas han ido volviendo a su cauce en las economías desarrolladas -por la vía de la patada adelante, eso sí- su condición de puerto donde atracar los barcos financieros ante la tempestad ha perdido interés. De hecho, al calor de esa mejora, grandes inversores financieros, incluido el escéptico Soros, han deshecho posiciones en la materia prima en los últimos meses, incidiendo negativamente en su valor (CNN Money, "Soros dumps gold as prices sink", 16-02-2013).

Tras haber multiplicado casi por cinco desde 2002, parece lógico que se produzca una cierta rotación en las carteras que conduzca a su salida de las mismas. Un movimiento de corte puramente financiero toda vez que el importe dinerario de compras de oro físico en el último trimestre de 2012 ha sido el mayor de la historia -el volumen en toneladas métricas se ha quedado a un 4% de los máximos-, mientras que la oferta se mantiene más o menos estable. Algo, desde ese punto de vista, no cuadra, toda vez que sigue el interés desmedido tanto por parte de los bancos centrales –repatriaciones incluidas, caso de Alemania- como para su uso en joyería (que ha obligado a la India a incrementar las tasas a su importación, con China en claro ascenso). Sólo la parte industrial, por la aparición de nuevos materiales, se resiente.

De ahí que todo invite a pensar que estamos más ante un respiro coyuntural que ante un cambio estructural de tendencia por más que algunos se empeñen en afirmar lo contrario, como Tom Kendall y Ric Deverell de Credit Suisse, que acaban de publicar un Gold: the beginning of the end of an era, muy debatido en los círculos ilustrados (Seeking Alpha, "Got Gold?", 15-02-2013).

Algo a lo que contribuye el que los motivos de fondo que en su día condujeron a la revalorización sostenida del oro no hayan perdido su vigencia. Considerado como un sustituto natural del dinero fiduciario –unidad de cuenta, depósito de valor, medio de cambio-, las sucesivas políticas de expansión cuantitativa de los bancos centrales perjudican la percepción de este y mejoran la del metal. Y esta dinámica suicida no va a cambiar en breve. Resulta curioso que sean los propios supervisores nacionales los que sigan acumulando posiciones en el mismo como locos. ¿Diversificación o respaldo físico? (CNBC, "Central Banks bought most gold in nearly 50 years", 14-02-2013). Hace dos días, como quien dice, se defendía un nuevo Bretton Woods; ¿qué ha sido de eso?

Por otra parte, los dos escenarios binarios a los que nos podemos enfrentar en los próximos años pueden ser también buenos para los inversores en tan codiciada materia prima. El oro ha actuado históricamente, al igual que el resto de los activos materiales, como una cobertura contra la inflación. De este modo, si un día la ingente masa monetaria que se niega a circular se pone en funcionamiento, el oro volverá a ser the name of the game para buena parte del mercado. Si, por el contrario, es la depresión o la gran recesión el entorno que finalmente se materializa, resulta evidente que el interés por las posiciones de mayor riesgo se reduciría drásticamente, reforzando su condición de alternativa.

Todo sea que al final nos instalemos en esa suerte de autoengaño por la parte crediticia que fue el Goldilocks, crecimiento sin inflación. Pero se presenta como algo tan lejano a día de hoy que me atrevo a aventurar que, de confirmarse el death cross y la caída posterior, podemos estar ante una oportunidad única para engancharse al carro de la revalorización de un bien –también- financiero que, recordémoslo, no genera renta y es usado direccionalmente, y como cobertura. Más aún cuando se está a punto de comercializar en China un ETF sobre el metal y este parece repetir el patrón cíclico de comportamiento en los mercados del último año y medio.

Ser disciplinado con los niveles (el doble suelo que ha hecho en los últimos dieciocho meses debiera servir como primera referencia... o ni siquiera, si nos atenemos a la recomendación de los analistas de Citigroup) y con los stopsy vigilar los flujos –los cortos están en máximos del mismo periodo- se convierten en recetas imprescindibles para el éxito de esta decisión. Ustedes mismos.

Buena semana a todos.

Dicen los analistas técnicos que hay que estar ojo avizor con el oro. Más allá de los factores de oferta y demanda, sobre los que luego volveremos, su media móvil de 50 sesiones está a punto de cortar a la baja la de 200, produciendo lo que en el argot se denomina un death cross, señal inequívoca de venta. De hecho, la última vez que esto ocurrió, allá por el mes de abril de 2012, el metal precioso se dejó un 9’1% de su valor en los 30 días siguientes. Antes, en septiembre de 2008, el castigo fue del 18% en ocho semanas.