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Prioridad 1, el SNC: pozo sin fondo de la sanidad mundial
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Alberto Artero

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Prioridad 1, el SNC: pozo sin fondo de la sanidad mundial

Pocas veces ha sucedido que dos de las principales regiones del planeta lancen de manera simultánea programas de investigación que carecen de una utilidad económica concreta,

Pocas veces ha sucedido que dos de las principales regiones del planeta lancen de manera simultánea programas de investigación que carecen de una utilidad económica concreta, al menos en su definición preliminar, y no están ligados a actividades de seguridad, prevención y/o acción. Y sin embargo, eso es lo que ha ocurrido en las últimas semanas tanto en Estados Unidos como en Europa con la aprobación de partidas presupuestarias sin precedentes en ambos espacios geográficos para el estudio del cerebro.

En efecto, la UE destinará 1.000 millones de euros en los próximos diez años a profundizar en el funcionamiento de este órgano. Se trata de uno de los dos proyectos estrella del llamado Horizonte 2020, junto con el análisis de las propiedades y aplicación industrial del grafeno al que ya nos referimos aquí hace exactamente dos meses (V.A., "Llega la Revolución Grafeno, cuyo líder mundial es español", 08-02-2013). Por  su parte, Barack Obama anunció la semana pasada que pone en manos del español Rafael Yuste cien millones de dólares con el mismo fin, en una iniciativa similar a la que condujo en su día al estudio del genoma humano.

No es casualidad.

Saben ustedes que, desde hace años, buena parte de la tarea investigadora de la industria farmacéutica se ha centrado en lo que en el mundo anglosajón se conoce como las tres ‘C’: cardiovascular, esto es: corazón; cáncer, en cualquiera de sus variantes; y, finalmente, CNS o sistema nervioso central, por sus siglas en inglés. Pues bien, con la inversión de la pirámide poblacional en las naciones desarrolladas, los costes asociados a enfermedades ligadas a este último, caso del Alzheimer, se han disparado exponencialmente hasta el punto de activar todas las alertas gubernamentales.

En efecto, esta misma semana hemos podido conocer de la mano del think tank RAND Corporation que los males con origen en disfunciones cerebrales, degenerativas o no, son los más onerosos para la sanidad pública de Estados Unidos, muy por encima de las otros dos categorías: entre 157.000 y 215.000 millones de dólares al año, que se dice pronto. De ellos, 109.000 serían directos (frente a los 72.000 del cáncer, por poner sólo un ejemplo) y, el resto, indirectos, como el cuidado bien profesional, bien familiar de los enfermos. La amplitud de la horquilla viene justificada, precisamente, por la cantidad de matices que admite este último epígrafe.

No hay razones para pensar que en Europa sea distinto. Y, en la medida en que estas afecciones carecen de cura y la vida de los pacientes se dilata en el tiempo, su tratamiento se convierte en un pozo sin fondo que es necesario sellar. De ahí que las autoridades hayan decidido, de algún modo, tomar el relevo del sector privado y poner toda la carne en el asador para paliar una sangría que convierte su Estado del bienestar en aún más insostenible de lo que ya es. Tras años de dar pez en forma de pastilla al que lo necesitaba, han preferido por fin aprender a pescar antes de que sea demasiado tarde.

Veremos a ver en qué se traducen todos estos esfuerzos, pero lo cierto es que los avances científicos en general y de la medicina en particular de las últimas décadas no han impedido que el cerebro sea aún hoy ‘ese gran desconocido’. De poco han servido los discursos sobre su potencialidad y la necesidad de ejercitarlo. Ha permanecido en un segundo plano pese a afectar a un grupo cada vez más numeroso de pacientes. Estamos, por tanto, ante un paso no en la dirección adecuada, sino en la única. Tardaremos en ver sus resultados. Esperemos que no sea demasiado tarde.

Buena semana a todos.

Pocas veces ha sucedido que dos de las principales regiones del planeta lancen de manera simultánea programas de investigación que carecen de una utilidad económica concreta, al menos en su definición preliminar, y no están ligados a actividades de seguridad, prevención y/o acción. Y sin embargo, eso es lo que ha ocurrido en las últimas semanas tanto en Estados Unidos como en Europa con la aprobación de partidas presupuestarias sin precedentes en ambos espacios geográficos para el estudio del cerebro.