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El olvidado gurú español que clavó la crisis en… ¡1987!
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Alberto Artero

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El olvidado gurú español que clavó la crisis en… ¡1987!

Hoy, como que les voy a poner deberes. Más que nada porque cuando las cosas otro las explica mejor que tú, lo cortés y racional es cederle

Hoy, como que les voy a poner deberes. Más que nada porque cuando las cosas otro las explica mejor que tú, lo cortés y racional es cederle la palabra. Eso mismo voy a hacer con José Ángel Sánchez Asiaín, con el que tuve ocasión de comer hace un par de años. En aquel encuentro, más orientado a su posición actual como presidente de la Fundación Cotec, puso en mis manos una de sus intervenciones en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. El documento cayó en el olvido, mezclado entre varias memorias anuales del meollo de su actividad corriente a día de hoy. Una oportuna limpia lo ha sacado de nuevo a la luz. Y su lectura merece mucho la pena. Enseguida sabrán por qué. Una joya documental, sin duda.

De apenas veinte páginas, se titula "El progresivo divorcio entre el mundo real y financiero". ¿Van entendiendo? Está fechado en noviembre de 1987, seis meses después de su ingreso en la Academia y cuando el banquero estaba a punto de dar el salto desde la presidencia del Banco de Bilbao a la del Bilbao Vizcaya. Datado, por tanto, hace 25 años, en él el doctor en Economía y catedrático de Hacienda Pública y Derecho Fiscal realiza una preclara descripción tanto de los factores que estaban conduciendo, en su opinión, a una ‘crisis de adecuación’ entre la actividad productiva y la bancaria, tomada en su sentido más amplio, como de las consecuencias que de la misma se podían derivar para el conjunto de la economía y la sociedad.

Dos décadas y media más tarde, buena parte de sus pronósticos han visto la luz con una crudeza, entiendo, inimaginable para el propio autor, que entroncaba entonces su ponencia con el colapso de las bolsas mundiales acaecido en octubre de ese mismo año, advertencia de lo que estaba por venir. Así, ya en aquel momento hablaba de una "superestructura financiera distorsionada y no fundamentada en bases reales". Y ponía como referendo a tal aseveración tres ejemplos estadísticos de 1986: sólo el 4% del movimiento de divisas del mercado eurodólar de Londres respondía a tráfico de bienes y servicios; apenas el 5% de los contratos de opciones y futuros negociados representaba intercambio de mercancías; el tamaño de los swaps, de reciente aparición, se había multiplicado por 80 en cuatro años.

Por último, destacaba las distorsiones que los flujos financieros internacionales estaban causando en el llamado riesgo país, "manifestación más del divorcio entre lo real y lo financiero". ¿A qué les va sonando? De hecho, al factor de globalización, "la desaparición de todas las fronteras geográficas o sectoriales ha configurado ya un solo mercado", añadía como realidades preocupantes, ojo al dato, "el grave problema de la incapacidad humana para dar el tratamiento adecuado a las transacciones realizadas en situaciones punta por los equipos informáticos" (glaps), "la acelerada sustitución de créditos por títulos o titularización (…) cuya supuesta liquidez no es más que una ilusión (…) y que supone una verdadera huida hacia delante de algunas entidades financieras" (en el origen, por cierto, del subprime, glaps, glaps) o "la notable capacidad de apalancamiento que tienen algunos de los nuevos instrumentos financieros" (glaps, glaps, glaps).

Todo ellos estaría "llevando a los distintos intermediarios financieros a olvidar su verdadero papel en el sistema, que no es otro que el de simples asignadores eficientes de unos recursos escasos. Con ello, la orientación de los flujos de capital estaría dependiendo, al final, no tanto de las necesidades reales de inversión existentes, sino de las oportunidades ofrecidas a corto plazo para ofrecer mayores rendimientos", esto es: de la especulación. Y sigue con una conclusión demoledora: "El resultado de esta eventualidad no sería otro, a nivel macroeconómico, que el recorte de las posibilidades de crecimiento futuro de la economía mundial. Y a nivel microeconómico, el enmascaramiento financiero de situaciones económicamente no viables". Vamos, como si lo estuviera viendo.

Mientras en España hemos puesto justificadamente en un pedestal a determinados gurús de vista corta, miren cómo cerraba su intervención Sánchez Asiaín, insisto, allá por 1987: "Estamos poniendo los cimientos de un universo financiero en permanente expansión, caracterizado por su carencia de equilibrio. Y, por ello, deforme, ineficaz, sobredimensionado y sin legitimación, por encontrarse desconectado de las demandas sociales". Llegado el momento, "el mercado destruirá la parte inadaptada, aunque tal proceso de rectificación será muy costoso y entrañará, en todo caso, un despilfarro considerable de recursos". Ay si nuestros gobernantes y/o supervisores fueran un poco más leídos, ¡cuántos problemas nos evitaríamos!

Pena que se equivocara en ese 'caminamos hacia un sistema financiero en el que trasladar las cargas a la sociedad va a resultar cada vez más excepcional'...

Bueno, ¿merecía o no merecía la pena?

Hoy, como que les voy a poner deberes. Más que nada porque cuando las cosas otro las explica mejor que tú, lo cortés y racional es cederle la palabra. Eso mismo voy a hacer con José Ángel Sánchez Asiaín, con el que tuve ocasión de comer hace un par de años. En aquel encuentro, más orientado a su posición actual como presidente de la Fundación Cotec, puso en mis manos una de sus intervenciones en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. El documento cayó en el olvido, mezclado entre varias memorias anuales del meollo de su actividad corriente a día de hoy. Una oportuna limpia lo ha sacado de nuevo a la luz. Y su lectura merece mucho la pena. Enseguida sabrán por qué. Una joya documental, sin duda.