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Una portada antológica: ¿adiós al 'made in Spain'?
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Alberto Artero

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Una portada antológica: ¿adiós al 'made in Spain'?

La revista Time en su edición del pasado 22 de abril recogía como tema principal el renacer de la actividad manufacturera en Estados Unidos. ‘Made in

La revista Time en su edición del pasado 22 de abril recogía como tema principal el renacer de la actividad manufacturera en Estados Unidos. ‘Made in USA’ era el precioso encabezamiento de portada, que venía acompañado de una reflexión intencional: "Manufacturing is back but… where are the jobs?" La publicación de esta pieza abrió un amplio debate académico en la primera potencia del mundo sobre la robotización de su economía y la imposibilidad de una vuelta masiva del empleo de menor cualificación, los llamados blue-collar workers.

Más allá del debate intelectual, cuyo alcance es marginal, lo relevante es el contenido del artículo ya que da algunas pistas sobre lo que está por venir en el ámbito industrial, realidades y recomendaciones que deberían ser seguidas con atención –y con la consiguiente acción- por aquellos que viven por aquí de llenarse la boca con el binomio crecimiento-puestos de trabajo desde hace ya año y medio. Más aún después de la bocanada de aire fresco en el páramo laboral español que supuso el dato del INEM dado a conocer ayer.

Antes de entrar en materia, hay que hacer una reflexión previa. En Estados Unidos existe un elemento novedoso, el energético, que no es replicable en nuestro país. El desarrollo de los llamados shale gas y shale oil ha abaratado sustancialmente la factura energética tanto en términos de aprovisionamiento como de logística, al acercar producción y cliente. Se trata de un factor de una importancia sustancial que está contribuyendo en buena medida a la mejora de la productividad en ese territorio. Por tanto, es verdad que existe una restricción de partida para la réplica del modelo. Pero aún así.

Partamos de una realidad: por primera vez en la última década, el sector secundario estadounidense está creando empleo gracias, en parte, al incremento de los costes laborales en naciones emergentes como China, donde los aumentos salariales de doble dígito año tras año se han convertido en el arroz nuestro de cada día. Pero con un coste medio por hora trabajada en USA que aún representa hasta siete veces y media la de un trabajador chino, y la posibilidad de desplazar la fabricación en este país a otros vecinos aún situados en un nivel sustancialmente inferior de la escala retributiva, ese no es –no puede ser- el motivo principal.

La razón última se encuentra, por el contrario, en el liderazgo tecnológico y la especialización profesional. Un fenómeno que está provocando niveles de automatización en la cadena antes nunca soñados y que reivindican mano de obra específica. Se trataría, como ya hemos explicado otras veces, de posicionarse en los extremos de la smiling curve productiva, esto es, en el diseño, investigación y desarrollo, por una parte, o en el servicio postventa excelente, por otra. Sustituir el trabajo commoditizado por otro de valor añadido, empleo precario no cualificado por expertise. Y esa es la tarea a la que se ha afanado el Gobierno de Obama, sabedor de que es una estrategia que, como ha demostrado Alemania durante años, funciona.

Vamos, igualito que aquí.

Para conseguir este objetivo, que limita el aumento del trabajo fabril pero permite el crecimiento del de actividades basadas en el conocimiento, el diseño o la optimización, el presidente de Estados Unidos ha decidido alinear a Gobierno, Universidad y empresas (que suponen ya el 67% del I+D+i privado de la nación). Así, ha ofrecido ventajas fiscales a las inversiones en instalaciones, ha fomentado la acción investigadora a través del impulso de centros especializados y ha subvencionado mediante convenios la formación especializada. En palabras de uno de sus hombres de confianza en esta materia, Gene Sperling, "crear ecosistemas industriales fuertes no sólo tiene sentido, sino que es económicamente imperativo". Ni una palabra, como ven, para el operario al uso.

Volviendo a nuestra querida España, nos hemos empeñado en emprender el camino contrario. Se penaliza fiscalmente a las compañías, se reduce el presupuesto de I+D y en lugar de administrar mejor los recursos públicos se recortan unilateralmente mientras importa poco la calidad, excelencia o viabilidad de quien acude a ellos. Una calamidad. No sólo eso: el competir por la vía de reducción de costes laborales unitarios es pan para hoy y hambre para mañana en la medida en que siempre hay alguien que puede fabricar más barato y, además, tal ajuste es en beneficio de marcas extranjeras. Porque, esa es otra buena pregunta: ¿qué marcas industriales españolas de verdadero peso nos quedan?

Podemos, como con el dato de paro, quedarnos en la superficie y evitar profundizar sobre lo que puede ser una inercia peligrosa de cara al futuro. Que el empleo mejore por la pura estadística que acarrea el fin de la prestación, o que las exportaciones lo hagan porque nos apretamos el cinturón en lugar de porque somos capaces de ofrecer elementos diferenciales a los compradores, son maneras un tanto pueriles de hacernos trampas en el solitario. Como en tantas otras cosas, en esta, nuestra economía, es necesaria una visión que se concrete en un plan que vele por el trabajo sostenible que llega para quedarse y es más inmune a los ciclos y que, además, rizar el rizo se llama eso, alguien tenga los bemoles de ejecutar imponiéndose al viento y la marea sindical. 

Por soñar que no quede. Mientras, ahí fuera, con paros del 8% nos van enseñando el camino… Luego no digan que no estaban avisados.

La revista Time en su edición del pasado 22 de abril recogía como tema principal el renacer de la actividad manufacturera en Estados Unidos. ‘Made in USA’ era el precioso encabezamiento de portada, que venía acompañado de una reflexión intencional: "Manufacturing is back but… where are the jobs?" La publicación de esta pieza abrió un amplio debate académico en la primera potencia del mundo sobre la robotización de su economía y la imposibilidad de una vuelta masiva del empleo de menor cualificación, los llamados blue-collar workers.