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La extraña conexión entre Google y el último Nobel de Economía
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Alberto Artero

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La extraña conexión entre Google y el último Nobel de Economía

Es de esperar que, cuando a un economista le dan el Nobel por sus trabajos sobre competencia y abuso de mercado, Google salga a relucir. Probablemente

Foto: El frances Jean Tirole, premio Nobel de Economía 2014. (Reuters)
El frances Jean Tirole, premio Nobel de Economía 2014. (Reuters)

Es de esperar que, cuando a un economista le dan el Nobel por sus trabajos sobre competencia y abuso de mercado, Google salga a relucir. Probablemente no hay mayor ejemplo de dominio de un mercado y potencial manipulación del mismo a su favor que el del buscador. No lo dice un servidor sino, sobre hechos en apariencia probados, Joaquín Almunia, comisario saliente de Competencia al que este caso está amargando sus últimos días en el puesto, tal y como ha reconocido esta misma semana al Wall Street Journal (WSJ, “EU Antitrust Chief decries political pressure in Google case”, 15-10-2014)

Sin embargo, la conexión entre el galardonado Jean Tirole y esta suerte de gran hermano global (Valor Añadido, “¡Heil Google! ¿Es el buscador la amenaza totalitaria del siglo XXI?”, 13-06-2009), que ha encontrado un duro competidor en Facebook, no se deriva como cabría suponer de esta realidad –yo acuso–, sino de otra contraria y bien distinta. Fue el francés uno de los primeros analistas en estudiar el modelo de negocio en el que se basa la tecnológica estadounidense y en profundizar sobre la racionalidad económica que se esconde tras la aparente gratuidad de sus principales servicios.

Publicó el 13 de diciembre de 2002 –junto con su inseparable compañero de fatigas ya por aquel entonces, Jean-Charles Rochet– un ladrillete de cuarenta y tantas páginas, plagado de fórmulas inescrutables para el común de los mortales que agrupó bajo el más 'comprensible' encabezamiento de “Platform Competition in Two-Sided Markets”. Tal enunciado, novedoso por aquel entonces, hacía referencia a una característica intrínseca de aquellas compañías que tienen una masiva capacidad de distribución: la posibilidad de cobrar tanto de proveedores como de clientes. En el caso de Google podría sacar las perras al que quiere diferenciar su contenido del resto y al que viene buscándolo. Pero no lo hace.

¿Por qué?

Aquí es donde entra la explicación de Tirole.

  1. Dada la interrelación entre ambas magnitudes (sin contenido no hay interés y sin interés es imposible tener ingresos por el contenido), se hace necesario establecer una ecuación que permita maximizar el retorno para la compañía, equilibrio que se construye sobre una premisa básica: la sensibilidad de ambas partes de la igualdad al precio.
  2. Es evidente que el valor de la red es tanto mayor cuanto mayor es su alcance y que, por tanto, el sacrificio de margen se tiene que hacer por el lado del consumidor, con objeto de fidelizarlo. Más cuando la escalabilidad del negocio hace que su coste de adquisición sea prácticamente cero y la monetización procedente del proveedor, suficiente para cubrir los gastos de estructura. El Nobel reconoce que esta nueva realidad obliga a romper con el ‘get both sides on board’ que había primado hasta entonces, por ejemplo, en los medios de comunicación (¿debe pagar el anunciante, el lector, ambos?) o en las tarjetas de crédito (¿el usuario, el comercio?) y, más recientemente, en firmas como la propia Apple, que cobra tanto a los desarrolladores de apps como a los adquirentes de iPads (VOX, “One paper by Nobel Prize winner Jean Tirole that every internet user should know”, 13-10-2014) .
  3. La máxima expresión de esta renuncia sería renegar de toda la facturación que puede derivarse de la ingente masa de usuarios. Al menos de inicio. Es lo que han hecho Google o Facebook. Una estrategia de ausencia de precio que, por cierto, limitaría cualquier acusación de posición monopolística por parte de un tercero al no poder haber colusión para mantener al alza el mismo ni, en sentido contrario, dumping posible. Otra cosa, y es por ahí por donde van las acusaciones al imperio de Page y Brin, es que de este modo establezcan barreras de entrada insalvables para un tercero que impidan la libre competencia. Pero eso es harina de otro costal.

Lo más relevante es que Tirole fue académicamente de los pioneros en poner negro sobre blanco este problema y en prever lo que había de venir... que es contra lo que históricamente ha desarrollado sus trabajos. Basándose en esa conclusión teórica, que no explicita a lo largo del texto de una manera tan radical, se han construido buena parte de los modelos de negocio online de los últimos años en los que se ha primado, por encima de todo, el ganar masa crítica en la esperanza de una potencial rentabilización futura que, oh desgracia, las más de las veces nunca llega al fallar la premisa inicial.

¡Ay, ese survivorship bias que todo lo contamina, alimentando ilusiones y esperanzas!

Buen fin de semana a todos.

Es de esperar que, cuando a un economista le dan el Nobel por sus trabajos sobre competencia y abuso de mercado, Google salga a relucir. Probablemente no hay mayor ejemplo de dominio de un mercado y potencial manipulación del mismo a su favor que el del buscador. No lo dice un servidor sino, sobre hechos en apariencia probados, Joaquín Almunia, comisario saliente de Competencia al que este caso está amargando sus últimos días en el puesto, tal y como ha reconocido esta misma semana al Wall Street Journal (WSJ, “EU Antitrust Chief decries political pressure in Google case”, 15-10-2014)

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