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Lo que se espera del debate
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Lo que se espera del debate

Dos candidatos, de PP y PSOE, situados más allá del 20 en las listas por Madrid, hacen su particular campaña en El Confidencial. El debate del

Soy José Ramón García Hernández. Nací en Avila y como muchos madrileños con raíces abulenses, casi 250.000 personas,  vivo y trabajo en Madrid, ciudad abierta y acogedora como pocas. Lo sé porque soy diplomático y he vivido en muchos lugares.

Los debates en las modernas democracias despiertan enorme interés. Es normal, nuestra sociedad es eminentemente televisiva, pero también hay algo más. En el fondo es el viejo dilema de la política transportada al siglo XXI: confianza o descrédito. Y eso todos preferimos verlo en formato de dialécticos gladiadores. En esta campaña política los ciudadanos tienen ganas de votar, de cambio y de que termine una larga espera. Son dos candidatos de sobra conocidos y sus diferencias son notorias. Son dos programas cuyas líneas son conocidas y, a estas alturas, ya sabemos que el Partido Popular ofrece una prioridad por el empleo y también se sabe lo que postula el Partido Socialista. El debate servirá para despejar las pocas dudas que queden. Por fortuna, los debates electorales televisados son una parte importante del ritual político que nos acerca a lo que se desarrolla en las grandes democracias y son emocionantes.

Sin embargo, como nada se dio por completo a los mortales, copiamos los buenos y también los malos hábitos. Las malas prácticas asociadas a los debates electorales tienen dos vertientes: una es la frivolidad con la que se analizan muchos aspectos del mismo. Si parece más arrugado, si la corbata tenía un color demasiado chillón, si bebía más agua… eso no tiene nada que ver con lo que ofrece todo un partido y un candidato a su sociedad. La otra mala práctica es consustancial a este universo paralelo que ha creado la política; un universo de analistas desinformados, no los auténticos periodistas, unos especialistas en la exégesis o los modernos gurús de las redes, que se convierten en lo que en Estados Unidos se denominan “spin doctors”  (especialistas del enredo), que tan pronto como suene la campana del primer descanso nos dirán cómo tenemos que ver lo que está pasando, cómo tenemos que analizar cada uno de los gestos, y, sobre todo, quién ha ganado el debate. Y eso, en una democracia madura, tiene que ver mucho con la libertad del propio ciudadano. Separar el trigo de la cizaña es una prueba de madurez a la que el ciudadano español no es ajeno. Tenemos el antídoto seguro. Lo haremos como solemos hacer casi todo, en buena compañía, y dejando que los que de verdad nos rodean comenten como siempre la jugada, la que es esencial a nuestros ojos.

Soy José Ramón García Hernández. Nací en Avila y como muchos madrileños con raíces abulenses, casi 250.000 personas,  vivo y trabajo en Madrid, ciudad abierta y acogedora como pocas. Lo sé porque soy diplomático y he vivido en muchos lugares.