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Cortinas de humo contra ruido de cacerolas en el discurso de Zapatero
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Antonio Casado

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Cortinas de humo contra ruido de cacerolas en el discurso de Zapatero

Rayos y truenos sobre Zapatero. Ha decidido mostrar su lado más radical y pendenciero para desviar la atención de la crisis económica, según los dirigentes del

Rayos y truenos sobre Zapatero. Ha decidido mostrar su lado más radical y pendenciero para desviar la atención de la crisis económica, según los dirigentes del PP y medios afines. Por ejercer de socialista. Y de presidente del Gobierno, claro. Paciencia y barajar, señores, porque todavía le quedan tres años largos si el ruido de cacerolas –más de dos millones y medio de parados- no se lo lleva por delante. Tiene a su favor el pequeño detalle de haberse ganado en las urnas el derecho –también el deber, por supuesto- a proyectar en la sociedad española su hoja de ruta, sus ideas, sus compromisos.

Por ejemplo, mejorar la condición de los pensionistas peor tratados por el sistema, llevar a las escuelas la educación para la ciudadanía o recuperar la dignidad tanto tiempo atropellada de quienes dieron la vida por la legalidad republicana. También es su obligación garantizar la seguridad jurídica de los profesionales que en ciertas condiciones, reguladas por ley, atiendan a las mujeres que deciden libremente interrumpir un embarazo o a los ciudadanos que deciden irse de este mundo.

No está en la mano de Zapatero que los implicados en un aborto o en un “suicidio asistido” vayan al cielo, pero sí puede –y, a mi juicio, debe- evitar que vayan a la cárcel. Lo otro es, en todo caso, cosa de monseñor Cañizares. Y hace muy bien el cardenal-arzobispo de Toledo en afear la conducta del presidente del Gobierno y secretario general del PSOE. Por esa razón religiosa y por ninguna otra. Sin que eso suponga negarle su derecho -civil, en este caso- a criticar, como cualquier ciudadano, a los poderes públicos. De modo que cuando Cañizares, en la homilía dominical de ayer, le devolvió la pedrada (“¡Hipócrita!”), debió haber dedicado un turno a explicar a sus fieles la diferencia entre el Evangelio y el Código Penal.

En el plano estrictamente político ninguna de las críticas a las últimas actuaciones del Gobierno Zapatero deja de señalar el intento de desviar la mirada de la crisis económica. Por supuesto. Es de manual. A la vuelta de las vacaciones, los ministros recibieron  la instrucción de redoblar sus actividades y su presencia en los medios a fin de combatir la imagen de un Gobierno y un PSOE a la defensiva, frente a una estrategia del PP casi unívocamente centrada en la crisis económica. Habida cuenta que el margen de maniobra de Moncloa es pequeño en la lucha contra la crisis y grande en el cumplimiento de sus compromisos políticos, nadie puede sorprenderse de que se instale en lo uno y dé largas a lo otro ¿Quién va a rasgarse las vestiduras porque Zapatero recurra al viejo truco de las cortinas de humo? Ni es primer gobernante que lo usa como táctica de supervivencia ni será el último. Sin embargo quienes se lo reprochan sin más, están utilizando un argumento más bien tramposo. Por paralizante.

Si apuramos ese argumento llegaremos a la conclusión de que, para evitar las cortinas de humo o la acusación de utilizarlas,  el Gobierno debería ignorar su hoja de ruta, los compromisos con su clientela y los ciudadanos en general, para centrarse sólo en la crisis económica. O sea, en el ejercicio masoquista de contemplar su evolución y competir con el PP en el retrato de los síntomas, pues en el terreno de las terapias es poquísimo lo que puede hacer que no haya hecho ya. Salvo marcar paquete ideológico, como ayer en Rodiezno, donde prometió más dinero público para subir las pensiones mínimas, “pero que no me pidan dinero para ayudar a las empresas que han obtenido grandes beneficios”, dijo ante los entregados asistentes a esta tradicional fiesta minera de los socialistas.

Rayos y truenos sobre Zapatero. Ha decidido mostrar su lado más radical y pendenciero para desviar la atención de la crisis económica, según los dirigentes del PP y medios afines. Por ejercer de socialista. Y de presidente del Gobierno, claro. Paciencia y barajar, señores, porque todavía le quedan tres años largos si el ruido de cacerolas –más de dos millones y medio de parados- no se lo lleva por delante. Tiene a su favor el pequeño detalle de haberse ganado en las urnas el derecho –también el deber, por supuesto- a proyectar en la sociedad española su hoja de ruta, sus ideas, sus compromisos.

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