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Zapatero y Rajoy cuidan sus bienes gananciales en el País Vasco
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Antonio Casado

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Zapatero y Rajoy cuidan sus bienes gananciales en el País Vasco

En pleno ataque de contrariedad por el inminente final de su poder totalizante durante los últimos treinta años, el PNV sigue dando motivos para justificar la

En pleno ataque de contrariedad por el inminente final de su poder totalizante durante los últimos treinta años, el PNV sigue dando motivos para justificar la desintoxicación de nacionalismo que el País Vasco está pidiendo a gritos. Sus dirigentes no se apean de su empeño en deslegitimar, a efectos preventivos, la cada vez más verosímil convergencia política de los dos grandes partidos nacionales orientada a la normalización democrática en este zurrado rincón de España. No pasa un día sin que Urkullu y su gente califiquen de “fraude” al electorado esa complicidad PSOE-PP o la exclusión electoral de los amigos de ETA por imperativos legales.

Los nacionalistas no están censados como especie protegida en peligro de extinción. Conviene saberlo. Su muy probable paso a la oposición en Euskadi refleja la aplicación de la matemática electoral a la configuración del poder, en el Ejecutivo y en el Parlamento, según las reglas del juego democrático. Las mismas que permiten al PNV gobernar en Guipúzcoa y en Álava sin ser primera fuerza en ninguno de esos dos territorios. Las mismas que permitieron a José Antonio Ardanza convertirse en lehendakari con dos escaños menos que el PSE en las elecciones del 30 de noviembre de 1986.

El pacto es la quintaesencia del funcionamiento democrático cuando en las relaciones de fuerza no aparece una mayoría absoluta. Bastaría esa razón formal. Pero es que, a demás, en este caso, hay poderosas razones de fondo que desbordan el mero reparto del poder entre partidos políticos. Empezando por el hecho de que la propia Democracia, que es pluralismo, libertad, igualdad y justicia, esté funcionando bajo el poder conminatorio de las pistolas o los coches bomba.

Por cierto, una violencia practicada en nombre de Euskadi. O sea, de estirpe nacionalista. Sólo en términos electorales, la presencia de ese elemento tóxico supone la expulsión de una cantidad de votantes (ciudadanos obligados a abandonar su tierra por las amenazas de Eta o, simplemente, porque quieren vivir en paz donde nadie sea molestado por sus ideas) no menor que los que pueden haber quedado huérfanos de Batasuna en las elecciones del 1 de marzo. Una ausencia que, por lo visto, echó de menos el PNV. Bueno, es comprensible, por la influencia que ha tenido en el desplome del frente nacionalista que reina en Euskadi después del asesinato de Miguel Ángel Blanco. Lo que no tiene un pase, y justifica la desintoxicación de nacionalismo que reclama el País Vasco, es que el PNV haga pie en la ausencia de opciones abertzales próximas a la banda terrorista para calificar de “tramposas” las elecciones del 1 de marzo.

Como tampoco tiene un pase calificar de “fraude al electorado” el acercamiento del socialista Patxi López al popular Antonio Basagoiti, cuando PSOE y PP andan permanentemente a la greña en la disputa por el poder a escala nacional. Sigamos el razonamiento. Cierto que andan a la greña. Ayer, de nuevo, volvió a haber choque de trenes en la sesión de control parlamentario. Sirva la permanente dureza de la confrontación entre los dos grandes partidos nacional como prueba de la gravedad de la situación política y social en el País Vasco, que es lo que, a pesar de todo, justifica la complicidad. Zapatero y Rajoy se llevan a matar pero allí aparcan sus diferencias y protegen bienes gananciales. Por ejemplo: acabar con ETA, los “muros de la vergüenza” y los delirios identitarios.

En pleno ataque de contrariedad por el inminente final de su poder totalizante durante los últimos treinta años, el PNV sigue dando motivos para justificar la desintoxicación de nacionalismo que el País Vasco está pidiendo a gritos. Sus dirigentes no se apean de su empeño en deslegitimar, a efectos preventivos, la cada vez más verosímil convergencia política de los dos grandes partidos nacionales orientada a la normalización democrática en este zurrado rincón de España. No pasa un día sin que Urkullu y su gente califiquen de “fraude” al electorado esa complicidad PSOE-PP o la exclusión electoral de los amigos de ETA por imperativos legales.

Mariano Rajoy PNV