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¿Se desploma el concepto de soberanía nacional plena?
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Antonio Casado

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¿Se desploma el concepto de soberanía nacional plena?

Ahora se entiende mejor el mensaje de Luis de Guindos cuando, antes de reunirse con sus colegas del euro, dijo hace unos días que le toca

Ahora se entiende mejor el mensaje de Luis de Guindos cuando, antes de reunirse con sus colegas del euro, dijo hace unos días que le toca mover ficha a la Unión Europea porque España ya no da más de sí. Otros miembros del Gobierno lo han claveteado desde entonces. Incluido el presidente, Mariano Rajoy, que lo trasladó ayer a la canciller alemana, Angela Merkel, durante su plácido paseo en barco por el río, entre los vistosos rascacielos de Chicago.

Políticamente, desalentador. Deja flotando la idea de que las decisiones a tomar a partir de ahora ya no dependen de España. Si Moncloa no lo explica mejor se empezará a desplomar el concepto de soberanía nacional plena, de por sí bastante averiado. Un temor generosamente alimentado por unos acontecimientos cuya moraleja se repite una y otra vez: ya nada depende del contrato del Gobierno con sus ciudadanos.

Pendientes de dos auditoras externas para que Bruselas y los mercados, al margen de la información oficial, tengan datos fiables sobre la salud financiera de la Banca española (si se está intentando sanear por cuarta vez, al menos ha habido tres fracasos). Pendientes de la inminente visita de dos inspectores de Bruselas encargados de averiguar si todavía quedan trampas en la cifra del déficit público. Pendientes de cómo Hollande y Merkel decidan conjugar austeridad y crecimiento en la cumbre europea de pasado mañana.

Mientras Moncloa pregona a los cuatro vientos que Merkel ha elogiado la agenda reformista de Rajoy en la intimidad del paseo de ayer, aquí nos quedamos rezando para que la canciller apueste por España

Pero, sobre todo y por encima de todo, conscientes de habernos convertido en una especie de protectorado alemán. Mientras Moncloa pregona a los cuatro vientos que Merkel ha elogiado la agenda reformista de Rajoy en la intimidad del paseo de ayer, aquí nos quedamos rezando para que la canciller apueste por España cuando se reúna con ella misma después del encuentro fluvial de Chicago. Eso también tendrá que explicarlo mejor Moncloa porque las declaraciones del presidente alimentan una molesta sensación de que, efectivamente, hemos tirado la toalla y nos limitamos a esperar que otros muevan ficha. Me refiero a esa insistencia de Rajoy en precisar que no fue él sino Merkel quien solicitó la entrevista y que no pensaba pedirle nada. “Si acaso le diré que España está haciendo lo que tiene que hacer”. De nuevo el discurso que remite a la cooperación europea como siguiente peldaño tras la acreditada -¿agotada?- capacidad del Gobierno español para diseñar el futuro del país, según el mandato recibido legítimamente en las urnas.

Un poco más de optimismo se echa de menos. Solo porque lo haya venido sugiriendo Rubalcaba, el adversario interior, no tiene nada de malo pedirle a Merkel que afloje la soga y a Hollande que la convenza, porque un excesivo rigor fiscal puede derivar en rigor mortis. Conviene a España en estos momentos y es lógico que, aunque sea en la intimidad, Rajoy se encomiende al flamante presidente de la República Francesa cuando éste intente persuadir a la canciller de que Europa no saldrá del agujero si Alemania no acepta la inclusión de medidas reactivadoras en una hoja de ruta secuestrada por las políticas de austeridad.

Ahora se entiende mejor el mensaje de Luis de Guindos cuando, antes de reunirse con sus colegas del euro, dijo hace unos días que le toca mover ficha a la Unión Europea porque España ya no da más de sí. Otros miembros del Gobierno lo han claveteado desde entonces. Incluido el presidente, Mariano Rajoy, que lo trasladó ayer a la canciller alemana, Angela Merkel, durante su plácido paseo en barco por el río, entre los vistosos rascacielos de Chicago.