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El prometido brote verde de Rajoy fue la victoria del PP
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Antonio Casado

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El prometido brote verde de Rajoy fue la victoria del PP

Es la metáfora del tiempo que viene. Ocurrió en el congreso del PP andaluz celebrado este fin de semana en Granada. El presidente del Gobierno, Mariano

Es la metáfora del tiempo que viene. Ocurrió en el congreso del PP andaluz celebrado este fin de semana en Granada. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, adelantó su discurso de cierre para escapar a la ira de los funcionarios como en su día cambió de puerta en el Senado para huir de los periodistas. Convendrán ustedes conmigo en que no era el mejor momento de pedir a los suyos que den la cara, que no se avergüencen de nada y que salgan a la calle “con la cabeza muy alta”.

 “Nosotros nunca hemos prometido milagros ni brotes verdes. Sabíamos que la situación era difícil pero cuando llegamos era mucho más difícil de lo que pensábamos”, dice Rajoy. Es otra forma de escurrir el bulto. Hagamos memoria: en los dos últimos años de la pasada Legislatura, y sobre todo en la campaña electoral de noviembre, fue el heraldo a tiempo completo de una gozosa eclosión de brotes verdes si el PP ganaba las elecciones y tomaba las riendas de un país a la deriva.

No prometió milagros, es cierto. Se limitó a cantar la victoria de su partido sin que nadie le llevara la contraria porque no era ningún milagro, sino la consecuencia lógica de una gestión calamitosa de la crisis económica y la ruptura de Zapatero con sus electores. Seis meses después del relevo, la brutal insumisión de la realidad a los planes de Rajoy (“Sé lo que tengo que hacer”), es incompatible con un discurso auto-exculpatorio como el que se marcó el sábado en Granada.

La número dos del PP, Maria Dolores de Cospedal, y el portavoz de Génova, Carlos Floriano, han seguido culpando públicamente este fin de semana a los socialistas de una situación calificada por la vicepresidenta Sáenz de Santamaría de “dramática”

Nadie tiene por qué avergonzarse de no hacer los milagros que no prometió. Pero no hace falta quedarse en lo sobrenatural. Aunque Rajoy no prometió milagros, sí nos hizo creer a los españoles que la caída de Zapatero sería el principio de la recuperación política y económica. Desde entonces las cosas no han ido a peor. Han ido a mucho peor. Y empieza a ser un insulto a la inteligencia seguir manteniendo el discurso de que en el empeoramiento nada tiene que ver la gestión del nuevo Gobierno. La número dos del PP, Maria Dolores de Cospedal, y el portavoz de Génova, Carlos Floriano, han seguido culpando públicamente este fin de semana a los socialistas de una situación calificada por la vicepresidenta Sáenz de Santamaría de “dramática”. El propio Rajoy se reitera en la reprobación de Zapatero a título póstumo por ocultar la realidad y demorarse en las reformas.

Si los estrategas de Génova y Moncloa creen que recurriendo de nuevo al comodín de la herencia recibida van a rescatar a los españoles del desaliento, acentuado con la cuarta oleada de sacrificios desigualmente repartidos, están muy equivocados. A partir del 11 de julio de 2012, equivalente al 12 de mayo de 2010 de su antecesor, ha comenzado un tiempo nuevo en la hoja de ruta del presidente Rajoy. Es verdad que Zapatero fue el presidente más vilipendiado de la democracia. Desde la semana pasada el segundo puesto ya lo ocupa Mariano Rajoy. Y si las cosas siguen así va camino de quitarle el puesto a su antecesor.

Es la metáfora del tiempo que viene. Ocurrió en el congreso del PP andaluz celebrado este fin de semana en Granada. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, adelantó su discurso de cierre para escapar a la ira de los funcionarios como en su día cambió de puerta en el Senado para huir de los periodistas. Convendrán ustedes conmigo en que no era el mejor momento de pedir a los suyos que den la cara, que no se avergüencen de nada y que salgan a la calle “con la cabeza muy alta”.