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¿De qué sirve un referéndum sobre la política de recortes?
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Antonio Casado

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¿De qué sirve un referéndum sobre la política de recortes?

No ganamos para sustos. Los nacionalistas catalanes toman la calle para exigir la independencia y los sindicalistas para denunciar que el Gobierno nos quiere llevar a

No ganamos para sustos. Los nacionalistas catalanes toman la calle para exigir la independencia y los sindicalistas para denunciar que el Gobierno nos quiere llevar a la ruina. Sólo falta que Rouco Varela nos movilice por la abolición del pecado y Cayo Lara por la sociedad sin clases. Todo eso también forma parte de la realidad desatenta con Rajoy, esa maldita realidad que bloquea el cumplimiento del programa y obliga al presidente a tomar decisiones que no le gustan.

Al grito de “Quieren arruinar el país, hay que impedirlo”, elegido como lema central de la “marcha sobre Madrid”, se inauguró el otoño caliente agitado por las centrales sindicales y 200 organizaciones civiles. Demasiados canalizadores del malestar social en una movilización popular que no cubrió las expectativas. Conclusión: sobran canalizadores y falta caudal ¿Significa que no hay tanto malestar o que los españoles, según dice Cospedal, incluidos los enfadados de la manifestación del sábado, confían en Rajoy y acabarán agradeciendo las medidas del Gobierno? Ni hablar. Significa que al malestar va cosido el desaliento. Y el desaliento se expresa en la falta de adhesión del ciudadano medio al discurso de los líderes políticos y sindicales opuestos a la política de recortes del Ejecutivo.

No creo que los españoles machacados por la crisis, conscientes del desigual reparto del sacrificio, confíen la solución de sus problemas a la celebración de un referéndum sobre la política de Rajoy. Como “cláusula de salvaguardia democrática”, dice Cándido Méndez, líder de UGT. “Contra la involución social, referéndum ya”, declamó Fernández Toxo, líder de CC OO, en la plaza de Colón. Un referéndum para sondear la opinión de los españoles sobre los programas de ajustes no es un buen resorte para empezar a salvar de la crisis económica a quienes la sufren sin haberla causado. Sin embargo, este es el resultado visible de la “marcha sobre Madrid” (medio millón según los sindicatos, 65.000 según la Delegación del Gobierno), por el que los sindicatos y las 200 organizaciones convocantes comienzan hoy una campaña para exigir dicha consulta como antesala de una posible huelga general.

¿A dónde conduce eso? En el peor de los casos, a una revuelta social de imprevisibles consecuencias. Y en el mejor de los casos, en la perspectiva de los agitadores políticos y sindicales del malestar, a unas elecciones anticipadas. Deberían escuchar el mensaje de los datos demoscópicos sobre la severa desafección de los votantes respecto a los dos grandes partidos de ámbito nacional. El del poder no deja de retroceder en el apoyo ciudadano. Y el de la oposición, también. El desaliento de los españoles incluye la certeza de que el PSOE de Rubalcaba no haría desde el poder cosas muy distintas a las que está haciendo el PP de Rajoy.

No ganamos para sustos. Los nacionalistas catalanes toman la calle para exigir la independencia y los sindicalistas para denunciar que el Gobierno nos quiere llevar a la ruina. Sólo falta que Rouco Varela nos movilice por la abolición del pecado y Cayo Lara por la sociedad sin clases. Todo eso también forma parte de la realidad desatenta con Rajoy, esa maldita realidad que bloquea el cumplimiento del programa y obliga al presidente a tomar decisiones que no le gustan.