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El injusto golpe de Obama a la imagen de España
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Antonio Casado

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El injusto golpe de Obama a la imagen de España

El aspirante republicano a la Casa Blanca, Mitt Romney, sentenció el pasado 3 de octubre: “No quiero seguir el camino de España”. Por no

El aspirante republicano a la Casa Blanca, Mitt Romney, sentenció el pasado 3 de octubre: “No quiero seguir el camino de España”. Por no ser menos que su rival, el presidente de EE UU, Barack Obama acaba de decir urbi et orbi que España es el ejemplo de lo tarde y mal que se hicieron las cosas en Europa cuando el estallido de la burbuja inmobiliaria desencadenó la crisis económica. Esto es peor que el puro de Rajoy por las calles de Nueva York, las viñetas francesas de los deportistas españoles, las niñas góticas de Zapatero, el bigote de Aznar o la cornada de Padilla. Por tanto, quedamos a la espera de la reacción del Gobierno. Incluso con mayor contundencia que la mostrada por la vicepresidenta, Sáenz de Santamaría, cuando acusó a Romney de desconocer la realidad española.

Sería más difícil acusarles de desconocer la realidad de su propio país, aunque aluden a magnitudes cuya comparación resiste perfectamente la economía española. Tanto en el gasto del Estado (pedrada de Romney), tal vez sin saber que es similar al de los EEUU (en torno al 42%), como en la deuda pública (pedrada de Obama), que en España es inferior. Otra cosa es la confianza de los inversores respecto a las posibilidades de recobrar el dinero prestado. Es decir, la credibilidad de la deuda española frente a la americana (frente a la alemana si la medimos aquí). Conviene saber que desde finales del siglo XIX España jamás ha dejado de pagar su deuda. Ni la guerra civil quebró esa racha. Con el oro de Moscú (hacia Moscú, claro) o con el que fuese, cada uno de los dos bandos pagó religiosamente lo que le habían prestado en el extranjero para exterminar al otro.

Aunque me parece una exageración endosar el origen de los males en la UE a los problemas del ladrillo en España, no se trata de entrar en asuntos discutibles o comparaciones odiosas. Se trata de un intangible. Cuestiones inmateriales como confianza, credibilidad o autoestima. Las palabras de Obama, como antes las de su rival, causan un daño incalculable a la imagen de nuestro país. Háganse una idea de cómo pueden haber caído en la delegación de empresarios que acompañan al Rey en India (1.300 millones de consumidores).

El palo es injusto. Ignora el componente volátil que infla el coste de la deuda, nuestro potencial de crecimiento y el despliegue internacional. Hace apenas cuatro años que el mismo Obama ponía a España como modelo de desarrollo y de gestión en el sector de las energías renovables. Tampoco ha pasado tanto tiempo desde que nuestra potente expansión empresarial en Latinoamérica llegó a preocupar seriamente en EEUU, hasta el punto de entrar en la agenda de los servicios secretos. Por cierto que de mi paso por la recepción del pasado 12 de octubre en el Palacio Real me quedo con una larga y agradable conversación con el director del CNI, Félix Sanz, un servidor del Estado que, desde el discreto ejercicio de su cargo, reclama de políticos y periodistas relatos más constructivos respecto a la situación económica.

El aspirante republicano a la Casa Blanca, Mitt Romney, sentenció el pasado 3 de octubre: “No quiero seguir el camino de España”. Por no ser menos que su rival, el presidente de EE UU, Barack Obama acaba de decir urbi et orbi que España es el ejemplo de lo tarde y mal que se hicieron las cosas en Europa cuando el estallido de la burbuja inmobiliaria desencadenó la crisis económica. Esto es peor que el puro de Rajoy por las calles de Nueva York, las viñetas francesas de los deportistas españoles, las niñas góticas de Zapatero, el bigote de Aznar o la cornada de Padilla. Por tanto, quedamos a la espera de la reacción del Gobierno. Incluso con mayor contundencia que la mostrada por la vicepresidenta, Sáenz de Santamaría, cuando acusó a Romney de desconocer la realidad española.

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