Es noticia
Lobby gay: una bomba adosada a los muros del Vaticano
  1. España
  2. Al Grano
Antonio Casado

Al Grano

Por

Lobby gay: una bomba adosada a los muros del Vaticano

Si la Iglesia se prohíbe a sí misma la neutralidad frente a la legalización de las parejas homosexuales, con más razón debería empeñarse en desarticular la

Si la Iglesia se prohíbe a sí misma la neutralidad frente a la legalización de las parejas homosexuales, con más razón debería empeñarse en desarticular la sindicación de intereses de los homosexuales en el lobby gay del Vaticano que denuncia el Papa Francisco. Esa idea inspira la creación de un Consejo de ocho cardenales para hacer limpieza, después de conocer los escándalos que, según creencia generalizada, provocaron la dimisión de Benedicto XVI. Entre otros, los casos de pederastia y relaciones homosexuales, según se recogió en el famoso informe sobre las cañerías vaticanas, que el anterior Papa guardó en una caja fuerte sólo accesible a su sucesor.

“En la Curia hay gente sana, pero también hay gente corrupta. Se habla de un lobby gay, y es verdad. A ver qué podemos hacer”, le dijo Bergoglio el jueves pasado a dirigentes de la Confederación de Religiosos y Religiosas Latinoamericanos. No era una declaración para ser publicada, pero apareció en una página web de Chile y, desde entonces, la bomba mediática queda adosada a los muros del Vaticano. Puede arder Roma, y esta vez no será Nerón. Fuego purificador en manos de un pirómano valiente y dizque justiciero. Los principios son esperanzadores. El sexto y el séptimo mandamiento, escarnecidos en el Vaticano. Y lo hemos sabido –lo hemos reconfirmado- no por un diabólico mensajero de boca sucia, sino por el mismísimo obispo de Roma. Gais y, además, corruptos. Ambas cosas son tenidas por muy poco santas en el seno de la Iglesia católica.

Aunque la Iglesia siga considerando las relaciones homosexuales como “una opción moralmente inaceptable”, en el debate interno se han ido proponiendo interpretaciones mucho más benévolas a la luz de una de las recomendaciones de los guardianes de la fe católica: “Las personas homosexuales deben ser acogidas en la acción pastoral con comprensión"Hablamos de una organización humana con problemas humanos. Normal. Por muy arriba o muy abajo que figuren en la escala jerárquica, los sacerdotes no quedan exentos de conductas desordenadas. Pero no se trata de eso. O no sólo de eso. De lo que se trata, sobre todo, es de combatir la malsana tendencia de las instituciones a guardar sus vergüenzas -las de sus humanos servidores- debajo de la alfombra. Transparencia, bendito tesoro, en cuyo nombre tantas trampas se hacen. Y eso vale lo mismo para la Santa Sede que, entre nosotros, para esos partidos políticos que echan balones fuera en vez de sacar del cesto a las manzanas podridas (¿Les suena?).

Se trata de la corrupción en las relaciones de poder dentro del Vaticano y no tanto de la cuestión moral, aunque también. Como en el proverbio de nuestra Concepción Arenal que nos invita a odiar el delito y compadecer al delincuente, la Iglesia católica nos invita a condenar el pecado y tratar con misericordia al pecador. Según la enseñanza oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe (1975), los actos homosexuales “están condenados en las Escrituras como graves 'depravaciones'”. "Son intrínsecamente desordenados y no pueden recibir aprobación en ningún caso”. Sin embargo, y aunque la Iglesia siga considerando las relaciones homosexuales como “una opción moralmente inaceptable”, en el debate interno se han ido proponiendo interpretaciones mucho más benévolas a la luz de una de las recomendaciones de los guardianes de la fe católica: “Las personas homosexuales deben ser acogidas en la acción pastoral con comprensión y sostenidas en la esperanza de superar sus dificultades personales y su inadaptación social”.

Pero no me atrevo a endosar el problema del lobby gay dentro del Vaticano a la saludable práctica de la comprensión. Me niego. 

Si la Iglesia se prohíbe a sí misma la neutralidad frente a la legalización de las parejas homosexuales, con más razón debería empeñarse en desarticular la sindicación de intereses de los homosexuales en el lobby gay del Vaticano que denuncia el Papa Francisco. Esa idea inspira la creación de un Consejo de ocho cardenales para hacer limpieza, después de conocer los escándalos que, según creencia generalizada, provocaron la dimisión de Benedicto XVI. Entre otros, los casos de pederastia y relaciones homosexuales, según se recogió en el famoso informe sobre las cañerías vaticanas, que el anterior Papa guardó en una caja fuerte sólo accesible a su sucesor.

Vaticano