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En el kilómetro cero de Felipe VI
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Antonio Casado

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En el kilómetro cero de Felipe VI

Unos quieren verlo como el nuevo “motor del cambio” (los desalentados españoles necesitan vidilla), y otros quieren marchar desde el “Kilómetro Cero” de la Puerta del

Unos quieren verlo como el nuevo “motor del cambio” (los desalentados españoles necesitan vidilla), y otros quieren marchar desde el Kilómetro Cero de la Puerta del Sol hacia la Tercera República, aprovechando los doce millones de votos perdidos por los dos grandes pilares políticos de la Monarquía, PP y PSOE, en los tres últimos años. Entre las dos aguas ha de navegar el aún Príncipe de Asturias, en el kilómetro cero del reinado de Felipe VI de España (18 de junio, proclamación). Gracias no le faltan para afrontar la singladura: cercanía, preparación, rigor, sensatez, inteligencia política, conocimiento y capacidad comunicadora. Y un sobresaliente en el máster por sustitución del padre, en el que ya se reveló como un perfecto conocedor del oficio.

Es la parte luminosa de la trabajada alocución del todavía rey don Juan Carlos al anunciar este lunes su renuncia al trono. Por fin, después de varios intentos que retrasaron el bombazo informativo, las lágrimas le permitieron formular su apuesta por “una nueva generación, más acorde con los desafíos del mañana”. Justo. El más apremiante, por lo inminente, capear con tacto e inteligencia ese frente antimonárquico que Cayo Lara, líder de IU, espera liderar.

De momento han sido protestas pacíficas en la calle y algunas formulaciones inmediatamente replicadas ayer con las generales de la ley por parte de la vicepresidenta del Gobierno, Sáenz de Santamaría. En el Senado respondió a una pregunta del senador Jesús Enrique Iglesias, interesado en consultar a los españolessi prefieren monarquía o república. Un propósito perfectamente legítimo si se respetan las reglas en materia de referéndum o de reforma constitucional.

El propio Cayo Lara, que está de subidón a la vista de un trono vacante a sus ojos (el cristal con que se mira, ya saben ustedes), vinculaba ayer democracia con repúblicay no con monarquía. No creo que estuviera pensando en el Reino Unido, por un lado, y la República de Corea del Norte, por otro, sino en nuestro zurrado siglo XX. A ese respecto hay dos momentos históricos de signo contrapuesto en la forma del Estado y, sin embargo, equiparables en un mismo e inequívoco compromiso con las libertades de los españoles cuando estuvieron amenazadas. Ocurrió en el período 1931-1936, que se corresponde con la Segunda República. Y en el periodo 1975-1981, que se corresponde con la España constituida en Reino a la muerte del general Franco.

Tampoco está de más en este punto recordar que la Monarquía forma parte del consenso forjado en 1978 (Constitución Española) en un país con hambre atrasada de libertades. Ahí encajaron otras instituciones tan afectadas por el desgaste de materiales como pueda estarlo la Monarquía, e incluso más. ¿Por qué no reclamar un referéndum sobre las autonomías, los sindicatos, la bandera de España, la confesionalidad del Estado...?

En el río revuelto por la abdicación del Rey también ha aparecido flotando la no menos extravagante idea de una “segunda transición”, como si se pudiera transitar de la democracia a la democracia y tiro porque me toca. Se entiende perfectamente la necesidad de revisar el sistema para mejorarlo, pero no viene a cuento ponerse estupendos como si la abdicación del Rey fuera el pretexto ideal para ponerlo todo patas arriba.

Unos quieren verlo como el nuevo “motor del cambio” (los desalentados españoles necesitan vidilla), y otros quieren marchar desde el Kilómetro Cero de la Puerta del Sol hacia la Tercera República, aprovechando los doce millones de votos perdidos por los dos grandes pilares políticos de la Monarquía, PP y PSOE, en los tres últimos años. Entre las dos aguas ha de navegar el aún Príncipe de Asturias, en el kilómetro cero del reinado de Felipe VI de España (18 de junio, proclamación). Gracias no le faltan para afrontar la singladura: cercanía, preparación, rigor, sensatez, inteligencia política, conocimiento y capacidad comunicadora. Y un sobresaliente en el máster por sustitución del padre, en el que ya se reveló como un perfecto conocedor del oficio.

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