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PSOE, entre dos aguas
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Antonio Casado

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PSOE, entre dos aguas

Confieso que me ha descolocado la posición del PSOE respecto al aforamiento de don Juan Carlos de Borbón. Un efecto visible de la desorientación reinante en

Confieso que me ha descolocado la posición del PSOE respecto al aforamiento de don Juan Carlos de Borbón. Un efecto visible de la desorientación reinante en un partido descabezado. Con Rubalcaba en la cuenta atrás se entiende mejor esta decisión de abstenerse ante el paso de las enmiendas del PP por el pleno de mañana en el Congreso de los Diputados. Y eso significa que el aforamiento del rey que abdicó (sólo podrá ser juzgado ante el Tribunal Supremo) lleva camino de acabar en el BOE sólo con los votos del PP. Son suficientes en número, pero la decisión queda coja sin el inequívoco apoyo de uno de los dos pilares de nuestro sistema de representación política.

¿Acaso los socialistas han llegado a la repentina conclusión de que el anterior jefe del Estado no merece la consideración judicial que el sistema otorga a diputados, senadores, jueces, presidentes autonómicos, etc.? No, nada de eso. Los motivos, explicados de aquella manera por la portavoz parlamentaria, Soraya Rodríguez, se remiten al procedimiento utilizado. Lo recuerdo: reforma legal colgada sobre la marcha en la tramitación de una ley de carácter administrativo, a iniciativa del PP y no del Gobierno, sin tiempo para el debate y sin control jurídico por parte de los órganos consultivos del Estado.

De acuerdo, sin prisas y en su día se debió haber legislado el paso de la inviolabilidad al aforamiento en caso de abdicación. Pero no se hizo y de eso alguna culpa ha tenido también el PSOE, que gobernó a sus anchas durante casi veinte años de nuestra reciente historia. Ahora es prácticamente unánime el consenso sobre la necesidad de extender la condición de aforado a don Juan Carlos (doña Letizia, doña Sofía y la princesa de Asturias, además) y de hacerlo en el menor tiempo posible, habida cuenta de que la medida es razonable, está cargada de sentido común y carece de complicaciones jurídicas o políticas.

En esas circunstancias, el procedimiento es un problema menor. Puede que no ser el más adecuado, pero sirve para resolver un problema mayor. Es como romper con la novia de siempre (o al novio de siempre, no me acusen de machismo) por una falta de puntualidad en la última cita. Aquí no hay ruptura, digo yo, sino inesperado afán de marcar distancias, con lo cual se queda en un no pero sí, o un sí pero no.

Me recuerda a los bandazos del PSOE en el proceso constituyente del 78 respecto a la forma del Estado. Presentó un voto particular (nostalgia republicana) en la ponencia y se abstuvo en la comisión constitucional. Sin embargo, en el pleno, haciendo finalmente lo que debía, voto “sí” al título II en bloque (“De la Corona”), asumiendo sin problemas hasta el orden dinástico ajustado a los usos y costumbres de la monarquía tradicional.

Un partido que aspira a gobernar no puede quedarse entre dos aguas en asunto de mayor cuantía, como es el aforamiento del rey que abdicó, alegando cuestiones de forma. Estas siempre serán accidentales. Sobre todo después de haber dado tantas pruebas de adhesión a la monarquía parlamentaria y al reinado de don Juan Carlos (oigan a Felipe González, tan lúcido). Es contradictorio y desorienta al votante socialista, bastante mareado ya con la autodestructiva tendencia de este partido a moverse entre dos aguas en asuntos capitales (forma del Estado, cuestiones territoriales y recetas contra la crisis económica, básicamente).

Confieso que me ha descolocado la posición del PSOE respecto al aforamiento de don Juan Carlos de Borbón. Un efecto visible de la desorientación reinante en un partido descabezado. Con Rubalcaba en la cuenta atrás se entiende mejor esta decisión de abstenerse ante el paso de las enmiendas del PP por el pleno de mañana en el Congreso de los Diputados. Y eso significa que el aforamiento del rey que abdicó (sólo podrá ser juzgado ante el Tribunal Supremo) lleva camino de acabar en el BOE sólo con los votos del PP. Son suficientes en número, pero la decisión queda coja sin el inequívoco apoyo de uno de los dos pilares de nuestro sistema de representación política.

Rey Don Juan Carlos Alfredo Pérez Rubalcaba