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¿Regeneración?: hablar por hablar
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Antonio Casado

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¿Regeneración?: hablar por hablar

La vuelta al cole siempre es tiempo de propuestas. A ocho meses de las elecciones territoriales y a poco más de las generales, cualquier cosa puede

La vuelta al cole siempre es tiempo de propuestas. A ocho meses de las elecciones territoriales y a poco más de las generales, cualquier cosa puede ser utilizada en contra del Gobierno y del principal partido de la oposición. O a favor, si consiguen –el que lo consiga– convencer a los ciudadanos de que sus propuestas lavan más blanco. No es una simple metáfora publicitaria. Es el discurso de la llamada regeneración democrática, manejado con la misma soltura por el PP y el PSOE, las fuerzas centrales de un sistema gravemente afectado por la corrupción y la fatiga de materiales en el andamiaje de 1978.

Pasto fresco para la voracidad de los contertulios en forma de propuestas llamadas a perderse en la polvareda de unas vísperas electorales marcadas por el problema catalán (se aproxima la traca final) y las cuestiones económicas (hemos salido de la recesión, no de la crisis). Tensión e inestabilidad vienen garantizadas por la aventura segregacionista, la marcha de la economía y la lucha por los votos. No por la calidad o el alcance del pacto de regeneración democrática ofrecido el domingo por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ni por las propuestas formuladas en su caso por el nuevo líder del PSOE, Pedro Sánchez.

La oferta de Rajoy, que incluye la adjudicación de la alcaldía a la fuerza más votada, nace lastrada por una fecha de caducidad: dos meses. Si en ese plazo no hay acuerdo, adiós al pacto regenerador. Y el PSOE no se sumará a ningún pacto regenerador si esto supone aceptar, a las puertas de unas elecciones municipales, que la alcaldía se adjudique a la fuerza política más votada. En estas condiciones, dedicarse a la persecución de consensos sobre el modo de elegir al alcalde, la reducción de aforamientos, la higiene democrática de los partidos o el reparto de cargos institucionales es hablar por hablar.

Así las cosas, ya imaginarán ustedes mi escepticismo ante el emplazamiento del Gobierno a los distintos partidos para abrir inmediatamente una ronda de consultas con ánimo de acometer por consenso las reformas planteadas básicamente por quien ostenta el poder y quien aspira a ostentarlo. No sería de recibo aprobar reformas institucionales de tanto calibre si no vienen apadrinadas al menos por los dos grandes partidos de la centralidad.

El proceso está aparentemente atascado en vísperas de la citada ronda a causa de la propuesta del PP sobre la elección directa de alcalde. El PSOE lo considera innegociable en vísperas de las elecciones municipales y el PP se las está apañando para eludir la carga de la prueba (miedo evidente, palmario, lógico, a perder importantes alcaldías si se mantiene el actual modelo) y desviarla hacia el PSOE por supuesta fobia al diálogo. Es una acusación maliciosa, artificial, sobrevenida, fabricada sobre la marcha que, repetida una y otra vez, puede acabar siendo utilizada para justificar la reforma propuesta (el alcalde se adjudicará a la lista más votada) sólo con los votos del partido en el Gobierno. A mi juicio, sería un escándalo. Pero cosas peores hemos visto.

La vuelta al cole siempre es tiempo de propuestas. A ocho meses de las elecciones territoriales y a poco más de las generales, cualquier cosa puede ser utilizada en contra del Gobierno y del principal partido de la oposición. O a favor, si consiguen –el que lo consiga– convencer a los ciudadanos de que sus propuestas lavan más blanco. No es una simple metáfora publicitaria. Es el discurso de la llamada regeneración democrática, manejado con la misma soltura por el PP y el PSOE, las fuerzas centrales de un sistema gravemente afectado por la corrupción y la fatiga de materiales en el andamiaje de 1978.

Pedro Sánchez