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Monago, ¿por qué te escondes?
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Monago, ¿por qué te escondes?

No se esconde quien nada tiene que ocultar. Y el presidente de Extremadura, José Antonio Monago, huyó de los periodistas como de la peste cuando desapareció

Foto: El presidente de Extremadura, José Antonio Monago. (EFE)
El presidente de Extremadura, José Antonio Monago. (EFE)

No se esconde quien nada tiene que ocultar. Y el presidente de Extremadura, José Antonio Monago, huyó de los periodistas como de la peste cuando desapareció la distancia marcada por el ceremonial y la cortesía de los anfitriones (ver el excelente relato de Ana I. Gracia: "Monago vende transparencia mientras se esconde"). Así terminaba el desayuno informativo, convertido en mitin por este peculiar barón del PP y el nutrido acompañamiento expedicionario que aplaudió a rabiar cuando el invitado, en humilde alarde de contrición, lo dejó todo claro: “Los que me atacan a mí están atacando al pueblo extremeño”. Vale. Ya nos quedamos más tranquilos.

Unos sufren de insuficiencia respiratoria si les quitan el agua de la pecera y otros se crecen en su titánica lucha por sobrevivir a una kafkiana tormenta de arena, sobre todo cuando se es más de agua, por su antigua condición de alférez de la Marina, donde se forjan los hombres que no tienen miedo a nada. No importa: “Ahora soy mejor persona y mejor presidente”.

O sea, que en vez de dar explicaciones convincentes sobre los desplazamientos a Canarias por razones de trabajo, el hombre que sale en las coplas por pagar viajes privados con dinero público decidió ponerse estupendo ayer en Madrid y agradecer a los autores del “montaje” que hayan querido romperle las piernas y decretar su muerte civil.

Después de lo que ha pasado, se siente “más fuerte y más capaz de ganar las próximas elecciones”. Lástima que los Rajoy, Cospedal, Soraya, no estuvieran allí para aplaudir la chulería. La más alta representación del PP la ostentó el extremeño Carlos Floriano. Y la del Gobierno, su delegada, Cristina Cifuentes.

A lo que vamos. Después de seguir con interés las explicaciones de Monago, ilustradas con documentos que blandía en el aire –se ven, pero no se tocan–, las dudas siguen ahí, como el dinosaurio de Monterroso. Se empeña en acreditar su austeridad, su capacidad de trabajo, su entrega al oficio, que la política no le ha hecho rico, que es el presidente autonómico peor pagado (mentira y gorda, aunque tampoco eso viene a cuento) y que no tiene por qué detallar sus cuentas del supermercado.

Nada de eso afecta al asunto de fondo, por muchos aspavientos que haga ante acusaciones inexistentes. En vez de defenderse de las que importan se dedica a lanzar botes de humo que apenas logran tapar las fundadas sospechas.

No sé de dónde se habrá sacado que los periodistas quieren conocer sus gastos del supermercado. No es verdad. Quieren saber, para contárselo a sus lectores o a sus oyentes, si pagó con dinero público los 32 viajes a Canarias (16 idas, 16 vueltas) que hizo cuando era senador, entre mayo de 2009 y noviembre de 2010. Quieren saber si los viajes pagados de su bolsillo, según la documentación bancaria que maneja, fueron disfrutados por él o por su pareja de entonces (Olga María Henao declaró ayer a mediodía que Monago le pagó algunos billetes de avión cuando iba a verle).

Es lo que aparca el señor Monago. Y para evitar que se le preguntara en pasillos por esas menudencias, salió disparado del acto y se encerró a la espera de que se despejara el perímetro.

Son incógnitas que no se resuelven endosando el calificativo de “montaje” a las informaciones que le caracterizan como un político mentiroso y corrupto. Ni acusando a los periodistas de negar la presunción de inocencia a los políticos, aunque en esto puede tener razón, a causa de conductas como la suya. Con la que está cayendo, más vale partir de la desconfianza, al hilo de aquello que tantas veces le oí decir a Carmen García Bloise: “Hay que elegir al más honrado y luego vigilarle como si fuera el más corrupto”.

De estricta aplicación al aquí y ahora de nuestros pecados.

No se esconde quien nada tiene que ocultar. Y el presidente de Extremadura, José Antonio Monago, huyó de los periodistas como de la peste cuando desapareció la distancia marcada por el ceremonial y la cortesía de los anfitriones (ver el excelente relato de Ana I. Gracia: "Monago vende transparencia mientras se esconde"). Así terminaba el desayuno informativo, convertido en mitin por este peculiar barón del PP y el nutrido acompañamiento expedicionario que aplaudió a rabiar cuando el invitado, en humilde alarde de contrición, lo dejó todo claro: “Los que me atacan a mí están atacando al pueblo extremeño”. Vale. Ya nos quedamos más tranquilos.

José Antonio Monago