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El niño del PP triunfa en la tele
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Antonio Casado

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El niño del PP triunfa en la tele

El estupor de la opinión pública por las andanzas del “niño del PP”, más conocido como el pequeño Nicolás, se reactivó con su reaparición televisiva del

El estupor de la opinión pública por las andanzas del “niño del PP”, más conocido como el pequeño Nicolás, se reactivó con su reaparición televisiva del sábado noche. Ahora el estupor tiende a convertirse en alarma social porque empiezan a detectarse más agujeros en el relato oficial que en el del avispado muchacho. O, tanto peor, a parecerlo.

Desmentido y reprobado como un “farsante” por la Casa del Rey, el Gobierno, el PP, la Comunidad Autónoma o la Alcaldía de Madrid, no se entiende que el Estado se tome tantas molestias por retirarle de la circulación. A saber: enviar policías de Asuntos Internos a detenerle, movilizar contra él a la Abogacía del Estado en una querella por injurias al CNI (Centro Nacional de Inteligencia) o que un juzgado declare secretas las diligencias abiertas desde que fuera detenido el pasado mes de octubre.

En una agotadora comparecencia ante las cámaras de televisión, frente a cuatro experimentados periodistas, nadie pudo apagarle los faroles, a pesar de la desigual confrontación. Un presunto farsante frente a cuatro linces de la prensa dispuestos a desenmascararle. Cada uno de los cuatro le doblaba la edad, pero el niño del PP sobrevivió al interrogatorio, se metió al público en el bolsillo, salió a hombros y reinó en las redes sociales. Todo ello con un relato sobrio, acusaciones concretas y referencias personales, espaciales y temporales de fácil comprobación.

No digo que en la noche del sábado el pequeño Nicolás resultase más creíble por incompetencia de los periodistas, cuya perplejidad comparto, sino porque el zangolotino desplegó un relato carente de contradicciones. Ytan poblado de testigos vivosque el relato solo puede quebrarse mediante los respectivos careos. O al menos mediante comparecencias públicas tan expuestas a las preguntas de los informadores como las del singular protagonista de este culebrón. Y eso va a ser inevitable si se quiere que la credibilidad vuelva al lado de quienes transfieren el asunto a la psiquiatría como una forma de lavarse las manos.

Despachar el asunto por comparación con una película de Esteso es quedarse a media salida. Ya no es posible. No después de saber que el niño del PP ejercía de “comisionista” gracias a su personal amistad con el secretario de Estado de Comercio,Jaime García Legaz, cuya cabeza política huele a pólvora cada vez más. No después de susveladas amenazas de usar “material sensible”que dejaría mal paradas a ciertas instituciones del Estado, como la Judicatura, la Policía Nacional, la Vicepresidencia del Gobierno o el Ministerio del Interior. Y, en fin, no después de sembrar dudas cuando sostiene que quienes dicen las “medias verdades” son los que le atacan desde el Estado, no él.

Me parece que ya no es un problema menor porque, además de haber puesto en evidencia las goteras de instituciones como la Corona, el Gobierno o el CNI, este zangolotino ha logrado que millones de españoles consideren creíble que un chisgarabís puede banalizar hasta ese punto el funcionamiento de ciertas instituciones del Estado. Eso es lo grave. Un síntoma añadido del desaliento y la crisis de un sistema político que se resiente por lo que un arquitecto llamaría fatiga de materiales. Personalmente me ratifico en mi primera valoración del asunto, cuando saltó a los medios de comunicación hace casi dos meses: si sólo la mitad de lo que cuenta el pequeño Nicolás es cierto, sería como para hacer cola en los aeropuertos.

El estupor de la opinión pública por las andanzas del “niño del PP”, más conocido como el pequeño Nicolás, se reactivó con su reaparición televisiva del sábado noche. Ahora el estupor tiende a convertirse en alarma social porque empiezan a detectarse más agujeros en el relato oficial que en el del avispado muchacho. O, tanto peor, a parecerlo.

Ministerio del Interior