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Antonio Casado

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El Gobierno entra en campaña

El Gobierno se pone las pilas. Vende Constitución, estabilidad política, recuperación económica y vocación social. Será la banda sonora de Moncloa y Génova

Foto: Mariano Rajoy saluda a uno de los cocineros en la cena de Navidad del PP. (EFE)
Mariano Rajoy saluda a uno de los cocineros en la cena de Navidad del PP. (EFE)

El Gobierno se pone las pilas. Vende Constitución, estabilidad política, recuperación económica y vocación social. Será la banda sonora de Moncloa y Génova en los doce meses que nos separan de las elecciones generales, con los retoques que deriven de los resultados en las previas territoriales de mayo. Una hoja de ruta tan buena o tan mala como cualquier otra. Eso no se sabe hasta el final porque el camino está lleno de trampas y la competencia nunca duerme.

Vamos por partes. Empezando por esa segoviana defensa de nuestra Carta Magna, con la que Mariano Rajoy quiere movilizar a los españoles frente a las “ocurrencias” de Pedro Sánchez y las “ensoñaciones decimonónicas” de Artur Mas. Es su apuesta. Tiene poco público abrazarse a una Constitución desbordada por los acontecimientos. Y no lo digo sólo por el conflicto catalán, sino por la fatiga de materiales. Después de 36 años de servicio, ese mal afecta a consensos básicos de 1978 que exigen una puesta al día. En todo caso, un proceso de reforma pactada que garantice una nueva y larga vida a la Constitución. Pero, lo dicho, Rajoy no está por la labor.

La estabilidad política, como palanca de progreso en una sociedad organizada, es percibida ahora como un paraíso perdido. En un acto de puro voluntarismo, el Gobierno propone su recuperación contra viento y marea. No hay un solo analista sin su particular obituario del bipartidismo que deparó 36 años de estabilidad. A nadie le parece prematuro anunciar un seísmo electoral en la próxima Legislatura, que no se va a parecer en nada a las diez anteriores. Su principal incógnita será el tamaño de la cosecha en votos de Podemos, la fuerza emergente que quiere ponerlo todo patas arriba y, según todos los indicadores, va camino de lograrlo. Salvo que el elogio de la estabilidad política sirva para frenar tanto a Iglesias el constituyente como a Sánchez el reformador. Me temo que, como en el caso de la Constitución, los vientos no son favorables a la apuesta de Moncloa.

Los últimos días y las últimas horas nos deparan una recuperación del discurso económico en el que el Gobierno Rajoy puso todas sus complacencias desde el principio de la Legislatura. Aplastado durante muchos meses por Cataluña y la corrupción, lo rescatan ahora los ministros y dirigentes del PP para anunciar el fin de la crisis. Ayer matizaba Rajoy su “la crisis ya es historia” con el añadido “pero no sus secuelas”, mientras De Guindos decía en las jornadas de El Confidencial que “la previsión de crecimiento del 2% es incluso moderada”. Nada que objetar en este punto a la vista de los seis trimestres consecutivos de mejoría que justifican el optimismo del ministro: “Supone que estamos consolidando la recuperación”. Amén.

El cuadro se completa con un inesperado ataque de vocación social ante el año de urnas municipales, autonómicas y generales que se avecina. Ayer lo firmó la ministra Báñez y los líderes sindicales. Se trata de un subsidio de 426 euros mensuales para los parados de solemnidad (los que hace seis meses o más agotaron el derecho a la prestación y llevan un año o más en la cola del paro). La generosidad del Gobierno tiene fecha de caducidad. Un programa de quince meses. Cuando hayan pasado las elecciones, se acabó lo que se daba. Valoren ustedes mismos esta especie de renta básica de marca del PP que afectará a unos 425.000 parados de larga duración con al menos un familiar a su cargo.

Aun así, no quisiera descalificar el optimismo de Rajoy. Lo necesitamos como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto (Celaya, en la memoria). Al presidente le pagan para eso, es parte de su tarea. Qué menos que agarrarse como un clavo ardiendo al dinero barato, la bajada del precio del petróleo, la devaluación del euro y el alivio fiscal de las familias, para presumir en Europa de estar creando empleo e ir primeros en crecimiento.

El Gobierno se pone las pilas. Vende Constitución, estabilidad política, recuperación económica y vocación social. Será la banda sonora de Moncloa y Génova en los doce meses que nos separan de las elecciones generales, con los retoques que deriven de los resultados en las previas territoriales de mayo. Una hoja de ruta tan buena o tan mala como cualquier otra. Eso no se sabe hasta el final porque el camino está lleno de trampas y la competencia nunca duerme.

Mariano Rajoy Crisis Luis de Guindos Fátima Báñez