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Venezuela, en la política española
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Antonio Casado

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Venezuela, en la política española

El minuto y resultado de la política venezolana ya es un fijo de nuestra política interior, donde conectamos a los Pujol con la intervención de un banco que blanqueaba dinero venezolano

Foto: El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. (Reuters)
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. (Reuters)

Raúl Castro se acerca a EEUU y se aleja de Venezuela (el primer donante ya no es Cuba, sino Rusia). Barack Obama le cuelga el sambenito de “peligro para la seguridad de Estados Unidos”. Y en España miramos hacia allá como si fuera un capítulo de la política doméstica.

Tiene su explicación. A saber: las consabidas razones históricas, idiomáticas y culturales, que están ahí desde hace cinco siglos y los 9.000 millones de euros de empresas españolas expuestas a una súbita tentación expropiatoria. Pero también la importación de mandamientos chavistas a través del partido de moda en España, Podemos, manejado por jóvenes profesores de bien retribuida afinidad al régimen bolivariano.

Aire en las velas de la perseguida oposición a Nicolás Maduro. Las esposas de los dirigentes encarcelados nos visitan en busca de arropamiento mientras nos previenen de que aquí puede pasar lo mismo si alimentamos a los amigos del chavismo. Con las mismas, medios de comunicación y políticos españoles recelosos con el partido de Pablo Manuel Iglesias nos invitan a romper el espejo populista. Pero antes hacen todo lo posible por potenciar el seguimiento de la política venezolana, en un intento de frenar a la izquierda mochilera.

Hacen todo lo posible por potenciar el seguimiento de la política venezolana, en un intento de frenar a la izquierda mochilera

En esa dinámica encaja la visita a Madrid de Mitzy Capriles, la esposa del encarcelado alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, detenido el 19 de febrero por el SEBIN (Servicio Bolivariano de Inteligencia). Hoy va a ser recibida por el expresidente Aznar, el líder del PSOE, Pedro Sánchez, y la secretaria general del PP, Dolores de Cospedal. Doble contra sencillo a que alguien va a echar de menos un encuentro solidario del líder de Podemos con la esposa del dirigente de la oposición.

El minuto y resultado de la política venezolana ya es un fijo de nuestra política interior, donde conectamos a los Pujol con la intervención de un banco que blanqueaba dinero venezolano (y chino, y ruso) procedente de actividades presuntamente criminales. Y donde hemos aprendido a recitar los males del chavismo expropiador y asistencialista: pobreza, inseguridad ciudadana, desabastecimiento, inflación, caos administrativo, aislamiento internacional y comportamientos antidemocráticos de Maduro, que lleva casi dos años conviviendo con el ectoplasma de Hugo Chávez.

Lo último es el recurso de aquel a la llamada Ley Habilitante, con licencia para hacer de su capa un sayo frente a la conspiración norteamericana a la que se han sumado Mariano Rajoy y el colombiano Santos. Eso dice. Sin novedad. El argumento favorito de corruptos y dictadores es declararse víctimas de una conjura. De lo primero hay en España ejemplos a patadas. Y a falta de dictadores propios (vivos, quiero decir), nos fijamos en los que nos quedan más cerca. Maduro se ha ganado a pulso tan lamentable condición.

Raúl Castro se acerca a EEUU y se aleja de Venezuela (el primer donante ya no es Cuba, sino Rusia). Barack Obama le cuelga el sambenito de “peligro para la seguridad de Estados Unidos”. Y en España miramos hacia allá como si fuera un capítulo de la política doméstica.

Nicolás Maduro