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El 'striptease' de la Casa Real
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Antonio Casado

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El 'striptease' de la Casa Real

Llama la atención el escaso interés editorial de los medios en abordar la moralina que subyace tras el inventario de los 326 regalos recibidos por la Casa del Rey en 2015

Foto:  El rey Felipe VI llega por mar a la ría de Ferrol durante su visita a la Estación Naval de A Graña. (EFE)
El rey Felipe VI llega por mar a la ría de Ferrol durante su visita a la Estación Naval de A Graña. (EFE)

Por primera vez en sus cuarenta años de vida nueva, la Corona nos enseña el forro de sus bolsillos. Aunque siempre debiera ser así, resultaría prematuro valorar esta muestra de transparencia como un gesto de normalidad. De momento hemos de tomarlo como un acontecimiento extraordinario. Positivo, feliz, saludable, pero extraordinario. Con la esperanza de que, eso sí, siente precedente y dentro de unos años se convierta en una rutinaria comunicación oficial de libre acceso al ciudadano.

No estamos acostumbrados a confesiones comprometidas en nombre de la moralidad de la vida pública, tan detalladas como la que acaba de hacer Zarzuela sobre los regalos recibidos a lo largo de 2015 por el Rey, la reina doña Leticia y las infantas Leonor y Sofía, en el ejercicio de sus actividades oficiales. Justo cuando sobre la vista del caso Nóos sigue planeando el fantasma del consentimiento pasivo de la Casa del Rey en relación con los hechos sometidos al proceso (desvío de dinero público hacia los bolsillos de la infanta Cristina y su marido). Aún está fresca la declaración de Jaume Matas, presidente de Baleares entre los años 2003 y 2007, afirmando que si aceptaba todo lo que proponía Urdangarin sin reparar en gastos era porque le interesaba “estar a bien con la familia real”.

“Cuando las creencias flaquean, nos quedan las actitudes”, escribe Victoria Camps. Felipe VI prometió ejemplaridad desde que la abdicación del padre en junio de 2014 le puso frente a un clima de descrédito de la Corona. Y han sido sus actitudes las que han servido para ir remontando día a día la ola de decepción popular formada a raíz de hechos como la caza del elefante en Botsuana, las andanzas inconfesables de don Juan Carlos o el procesamiento de su hija.

He aquí alguien que cumple lo que dice respecto a los principios de integridad, honestidad y transparencia pregonados en las intervenciones de Felipe VI

Sin embargo, el 'striptease' de Zarzuela ha pasado por los medios de comunicación como un asunto de menor cuantía. En realidad ha venido a quedarse en distraído anecdotario sobre el bazar acumulado en la residencia de la familia real. Libros, corbatas, placas, jarrones de porcelana, gemelos, prendas deportivas, una silla de montar, monedas, maquetas, prendas deportivas, etc., cuyo destino ha de decidir ahora una comisión mixta Patrimonio Nacional-Casa del Rey. La comisión determinará cuáles serán los obsequios de “afectación” a favor del patrimonio público (los de valor histórico o alto valor económico). Los demás se consideran fungibles, es decir, de desgaste por su libre uso. Son la mayoría, pues una de las costumbres impuestas por el nuevo equipo de la Zarzuela es comunicar previamente a la presencia de los Reyes en un determinado organismo que estos no aceptarán de ninguna manera obsequios de alto valor económico.

Llama la atención el escaso interés editorial de los medios en abordar la moralina que subyace tras el inventario de los 326 regalos recibidos por la Casa del Rey a lo largo del año 2015. Es una de las higiénicas medidas tomadas por Felipe VI desde el inicio de su reinado hace dos años. Tomó también otras como un régimen de incompatibilidades para los miembros de su familia, una auditoria externa sobre las actividades de la Corona y un código de conducta para el personal de Zarzuela.

El 'striptease' de Zarzuela ha pasado por los medios como un asunto de menor cuantía. En realidad ha venido a quedarse en distraído anecdotario

Cuando se multiplican los casos de lo que Lucas Mallada (1841-1921) denominaba “pandillaje político”, “desbarajuste administrativo” “trapisondas” y “defraudadores”, tenemos algo que celebrar. He aquí alguien que cumple lo que dice respecto a los principios de integridad, honestidad y transparencia pregonados en las primeras intervenciones de Felipe VI. Motivo suficiente para el agradecimiento público que se ha echado de menos por la ejemplaridad que subyace a la publicación de las cuentas de la Casa del Rey, incluidos los sueldos de todos y cada uno de sus miembros.

En definitiva, un Rey que predica con el ejemplo su firme compromiso contra la corrupción en la vida publica, tal y como explicó en su primer mensaje navideño (diciembre 2014). Valgan estas dos referencias textuales. La primera: “Debemos cortar la corrupción de raíz y sin contemplaciones”. La segunda: “Las conductas que se alejan del comportamiento de un servidor público provocan, con toda razón, indignación”. Con hechos contantes y sonantes ha venido a demostrar Felipe VI que, en materia de lucha contra la corrupción, cuando se quiere se puede.

Por primera vez en sus cuarenta años de vida nueva, la Corona nos enseña el forro de sus bolsillos. Aunque siempre debiera ser así, resultaría prematuro valorar esta muestra de transparencia como un gesto de normalidad. De momento hemos de tomarlo como un acontecimiento extraordinario. Positivo, feliz, saludable, pero extraordinario. Con la esperanza de que, eso sí, siente precedente y dentro de unos años se convierta en una rutinaria comunicación oficial de libre acceso al ciudadano.

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