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Las dos caídas de J. M. Soria
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Antonio Casado

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Las dos caídas de J. M. Soria

Si la primera caída fue achacable a su torpeza argumental, de la segunda no tiene ninguna culpa, más allá de haberse ofrecido como aspirante a ser director ejecutivo del Banco Mundial

Foto: El exministro de Industria, Energía y Turismo José Manuel Soria. (EFE)
El exministro de Industria, Energía y Turismo José Manuel Soria. (EFE)

Antes de ingresar en la galería de juguetes rotos de la política nacional, el entonces ministro de Industria era visto en Moncloa como un hombre recto, justo, trabajador y muy capaz de poner firmes a las grandes compañías eléctricas, al duopolio televisivo o a los mineros leoneses de Juan Vicente Herrera (el presidente de Castilla y León culpó a José Manuel Soria de haberle chafado la mayoría absoluta), en nombre de los intereses generales y los compromisos de España con la UE. Pero no supo hacer amigos ni adornarse con la virtud de la humildad.

Soria fue el único damnificado de los papeles de Panamá sin tener cuentas en Panamá, aunque su nombre saltara en la documentación del caso aireado por El Confidencial y La Sexta. Sí estaba, en cambio, en los paraisos de las Bahamas y de Jersey, con los que posteriormente remató la faena 'El Mundo', a cuya redacción fueron a parar ciertos datos obtenidos tiempo atrás por el sindicato de agraviados del ministro. La ocasión de ajustar cuentas se la dio un ambiente social cargado de reproches contra el uso de burladeros fiscales.

Si nos ceñimos al lugar común de que en la primera caída Soria pasó por mentiroso, hemos de admitir que el mentiroso en esta ocasión ha sido el Gobierno

Aquello terminó con su salida de la política, “una actividad que debe ser en todo momento ejemplar, también en las explicaciones públicas. Y si no es así, deben asumirse las responsabilidades correspondientes”, dejó dicho Soria por escrito. Por fin un ministro de Rajoy predicaba con el ejemplo. Por no hacer daño “al Gobierno, al PP, a mis compañeros y a los votantes”, en un momento político “singularmente grave”. Y es que la causa del PP estaba seriamente comprometida en vísperas de las últimas elecciones generales.

Y tampoco se molestó en rebatir la doctrina oficial formulada por el ministro Montoro: “No se puede estar en el Gobierno y haber operado en paraísos fiscales”. Dicho y hecho, tras el paso de Soria por el confesionario de Rajoy. Mientras el presidente se escondía entre los pliegues de la púrpura, la vicepresidenta, Sáenz de Santamaría, solo tuvo que rematar a puerta vacía: “Estoy de acuerdo con el ministro de Hacienda, como no podía ser de otra manera”.

Así, la dimisión de Soria como ministro y presidente del PP de Canarias se convirtió en argumento electoral utilizado hasta la saciedad, Incluso por Rajoy, que la calificó de “valiente y coherente”, aunque su pecado solo hubiera sido el de “un error a la hora de gestionar la información sobre su persona”.

La segunda caída no se ha debido a los antecedentes o su falta de idoneidad estética para ocupar el cargo, sino al descaro con que el Gobierno ha mentido

Pero si esa primera caída fue achacable a su torpeza expresiva o argumental, de la segunda caída Soria no tiene ninguna culpa, más allá de haberse ofrecido como aspirante a ser uno de los muchos directores ejecutivos del Banco Mundial. Tienen la culpa quienes han tomado al Gobierno por una agencia de colocación y, de paso, saldar la deuda que tenían con el defenestrado. Hablo del ministro De Guindos, máximo responsable del proceso de designación del candidato español a ocupar ese cargo rotatorio. Y, por supuesto, del propio Rajoy, que no alcanzó a prever los efectos de un nombramiento innecesario, inoportuno e indefendible, y contraindicado para la causa electoral del PP.

Si nos ceñimos al lugar común de que en la primera caída Soria pasó por mentiroso, hemos de admitir que el mentiroso en esta ocasión ha sido el Gobierno, como demostró sobradamente el excelente trabajo de indagación informativa llevado a cabo por Rafael Méndez en El Confidencial.

En definitiva, la segunda caída de Soria no se ha debido tanto a los antecedentes de un exministro, o su falta de idoneidad estética para ocupar el cargo, sino al descaro con que el Gobierno había mentido a los españoles. Y es que solo las mayorías absolutas emparentan con la impunidad. Cuando las urnas reparten el juego, es más difícil irse de rositas.

Antes de ingresar en la galería de juguetes rotos de la política nacional, el entonces ministro de Industria era visto en Moncloa como un hombre recto, justo, trabajador y muy capaz de poner firmes a las grandes compañías eléctricas, al duopolio televisivo o a los mineros leoneses de Juan Vicente Herrera (el presidente de Castilla y León culpó a José Manuel Soria de haberle chafado la mayoría absoluta), en nombre de los intereses generales y los compromisos de España con la UE. Pero no supo hacer amigos ni adornarse con la virtud de la humildad.

José Manuel Soria Banco Mundial Luis de Guindos