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Aznar y el inexpresivo silencio de Rajoy
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Antonio Casado

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Aznar y el inexpresivo silencio de Rajoy

Nadie se ha sorprendido por su espantada, pero tanto en Moncloa como en Génova han tenido el buen gusto de dedicar un respetuoso silencio a su renuncia como presidente de honor del PP

Foto: Mariano Rajoy, presidente del Gobierno. (Reuters)
Mariano Rajoy, presidente del Gobierno. (Reuters)

El expresidente del Gobierno José María Aznar, el Aznar de memoria resentida y frustración mal curada, no quiere sumarse a la aclamación de Mariano Rajoy como líder indiscutible del PP. Por eso se va. Para no sentirse cómplice de su reelección en el próximo congreso nacional del partido.

Se ahorra los detalles por no hacer “innecesariamente larga” la carta de despedida. Mejor para él. Ya ha sido bastante explícito durante los últimos ocho años con un comportamiento desleal e injusto respecto a su sucesor.

Nadie se ha sorprendido por su espantada, pero tanto en Moncloa como en Génova han tenido el buen gusto de dedicar un respetuoso silencio a su renuncia como presidente de honor del PP, un puesto que había sido creado especialmente para él en octubre de 2004.

A partir de la primavera de 2008, tras el segundo triunfo electoral consecutivo del socialista Zapatero, los caminos del sucesor y el sucedido fueron como las líneas paralelas, que por mucho que se prolonguen nunca llegan a encontrarse.

Se hizo famoso el desplante televisado del expresidente en el congreso nacional de Valencia. Y desde entonces Aznar no ha perdido ocasión de marcar diferencias con Rajoy.

Enredador y pagado de sí mismo, en junio de 2015, a través del diario 'ABC', llegó a denunciar públicamente que el PP había perdido identidad y se dirigía hacia otro fracaso en las elecciones generales “si no cambia de rumbo”. Del contexto se deducía que en realidad no se refería al rumbo sino al piloto.

Las habituales dedicatorias envenenadas del expresidente hacia su criatura política desencadenaron el morbo de los periodistas. En cierta ocasión, confesó que durante los últimos cinco o seis años solo había mantenido una conversación larga con Rajoy. Gloria Lomana le preguntó en la tele si después se había quedado más tranquilo. Puso la media sonrisa propia de quien sabe que hay malicia en la elusión. Pero la periodista volvió a la carga: “¿Volvería a nombrar a Rajoy?”. Calificó de “inútil” la pregunta y a renglón seguido insinuó que desde Moncloa no se estaba marcando el camino de la esperanza sino el de una “lánguida resignación”.

A partir de la primavera de 2008, los caminos del sucesor y el sucedido fueron como líneas paralelas: por mucho que se prolonguen, nunca se encuentran

Hace un par de años, un diario nacional abrió la entrevista a Aznar con esta pregunta: “¿Sigue el Gobierno actual el proyecto que usted inició?”. Y la respuesta fue: “Hablemos de otra cosa”.

Era el enésimo agravio, un nuevo gesto hostil a la figura y la gestión de su propia criatura política.

Rajoy no entra ni entró jamás al trapo de las provocaciones. “No tengo por costumbre polemizar con expresidentes”, dijo la única vez que se mostró locuaz con alguna declaración pública de Aznar. Como los buenos jugadores de póquer, siempre se limitó a dedicarle un persistente e inexpresivo silencio. El mismo que volvió a dedicarle anoche a través de los periodistas preguntones que compartimos con el presidente la tradicional copa de Navidad.

El expresidente del Gobierno José María Aznar, el Aznar de memoria resentida y frustración mal curada, no quiere sumarse a la aclamación de Mariano Rajoy como líder indiscutible del PP. Por eso se va. Para no sentirse cómplice de su reelección en el próximo congreso nacional del partido.

Mariano Rajoy José María Aznar