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C's ya influye en Madrid: ¿Elecciones generales en octubre?
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Álvaro Robles Cartes

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C's ya influye en Madrid: ¿Elecciones generales en octubre?

En la mano de Rajoy está controlar los daños minimizando el trasvase de votos populares a C's si obliga a Rivera a elegir una sola cabecera de lista: o la Generalitat o la Moncloa

Foto: Albert Rivera durante la presentación del programa de Ciudadanos en Madrid (EFE)
Albert Rivera durante la presentación del programa de Ciudadanos en Madrid (EFE)

No deja de ser paradójico que la vitamina C's para combatir la bipartiditis refuerce su principio activo fundamental, la partitocracia: dirección y control centralizado en detrimento de la autonomía del candidato elegido.

La ciencia política, blanda y de probada elasticidad (aunque no siempre, como afirma Houellebecq, refugio de charlatanes) que hasta ahora asociaba ambos conceptos, integrará en su acervo la anomalía. Pero el votante tal vez necesite una reflexión. Parecía que el sistema debía evolucionar en sentido contrario, acercando el poder al ciudadano, ofreciendo transparencia y listas abiertas. Otorgando libertad al candidato y exigiéndole más responsabilidad.

No es la idea de C´s, nueva cuota catalana en el establecimiento. En los últimos días se ha sabido no solo que Rivera hará campaña en 13 comunidades autónomas como si se presentara a presidir todas ellas, también se reserva la candidatura a la presidencia del Gobierno español sin renunciar a presidir la Generalitat de Cataluña. Además, prohibirá pactos locales a los miembros electos de su partido sin su autorización y castigará las declaraciones contra la dirección. La justificación es casi un sofisma, pues anula la independencia de criterio del candidato para preservar la "independencia de criterio del partido".   

C's va en serio y amenaza al PP en tres frentes: propuestas, organización y comunicación

De la mano de Garicano –ministrable del primer Gobierno de Rajoy–, un partido que carecía de programa está apabullando al PP en la formulación de propuestas económicas  razonables. Un  terreno en el que los conservadores, sin esforzarse, casi tenían el monopolio. Eliminar las diputaciones provinciales, acabar con la limitación de la contribución vasca al sostenimiento del Estado, legalizar y fiscalizar la prostitución voluntaria, o valorar en euros el beneficio social de los AVE son propuestas desideologizadas cargadas de razón. Como hacer transparente el sistema de financiación regional o evolucionar, en el mercado laboral, de la indemnización del trabajador por despido a un seguro de desempleo que acumule en el titular las cantidades devengadas en empleos sucesivos. O ajustar la onerosa cuota de seguridad social de los autónomos a las horas trabajadas. Propuestas  sensatas tanto para inversores del Ibex (el 46% dice apoyar a Rivera) como para seres humanos normales, definición del electorado de Rajoy que sugiere, por cierto, que está más enganchado a  Walking Dead que a Juego de Tronos, la serie promocionada por Pablo Iglesias. Que el gobierno no sepa justificar el beneficio social de 40.000 M de trazado del AVE –alguno de los cuales no cubrirá costes variables nunca– tras endeudarnos en otros 40.000 para rescatar sus bancos –sí, las cajas públicas– resulta indignante y le expone a la crítica del mundo económico. Tener más sentido común que Zapatero y aplicarse en seguir  las instrucciones de Merkel no garantizan la fidelidad del votante.

Rivera también está jugando mejor la partida organizativa. Coincide con la  visión del establecimiento sobre la epidemia de corrupción: es casi sistemática pero no sistémica y solo la medicina interna de un partido fuerte puede combatirla con éxito. Reclutar sin medios candidatos para 8.000 circunscripciones es una tarea arriesgada; por ello, la apuesta de la formación se concentra en su ubicuo secretario general en el mejor estilo de Rosa Díez, crucificada por la prensa por razones similares, aunque nunca llegara tan lejos. También el exasambleario Iglesias reformuló la dirección de Podemos "para poder ganar al PP". Todas son estrategias legítimas para alcanzar el poder, aunque los ciudadanos –nosotros, no los C´s– tengamos la obligación de estar prevenidos. Mermar la autonomía y la responsabilidad de los cargos electos para evitar la corrupción es como abolir la libertad de cátedra con la promesa de resolver en un futuro el problema educativo. Peligroso.

La victoria comunicativa de C's es la más obvia. Rivera cae simpático a la prensa. Como en el fútbol, los medios le aprecian cualidades para vender camisetas. No gobierna, luego no tiene molestos casos de corrupción en sus filas. Es joven, educado y debate bien. A diferencia de sus rivales, no se reviste de atributos de clase ni habla para una sola generación. Tiene un partido más fresco y más ágil. Junto a buscavidas, está atrayendo a gente preparada. Parece un partido de izquierdas en los derechos y liberal en la economía. Se comercializa como producto nuevo, aunque no lo sea tanto, y monopoliza el discurso de su partido, sin tener que asumir –como le sucede a Rajoy– declaraciones disonantes de sus compañeros de viaje.

placeholder El líder de Ciudadanos, Albert Rivera. (Reuters)
El líder de Ciudadanos, Albert Rivera. (Reuters)

Algunas de esas declaraciones han consistido precisamente en criticar a C´s por ser … ¡catalanes! Sí. Mal lo tiene que hacer Rivera para no sustituir a CiU como sempiterna bisagra catalana en el congreso. Porque el procés se diluye ante la impotencia de Mas y el desdén del Gobierno. Es normal que el president  busque excusas para no convocar, según lo prometido, elecciones el 27-S. La  reciente venta de la sede convergente en Barcelona parece una alegoría de su incierto futuro. A corto, espera con pronóstico reservado el 24-M, donde perderá poder municipal, luego afrontará la posible escisión de Unió, que previsoramente ha creado la plataforma Construïm. Más tarde , asumirá la probable pérdida de la Generalitat  y una mayoría no independentista en Cataluña para, poco después si sigue en su puesto, justificar la  sangría de diputados en el Parlamento español. Convergència, que hace meses creía poder emular el sufragio escocés pasará ahora a envidiar el peso de los sufragistas en el Parlamento inglés. A finales de año será superada en votos por C´s en las legislativas abandonando el privilegio –que todos los gobiernos le han otorgado– de ser representante exclusivo en el Congreso de los intereses de Cataluña.  

Rivera, que ha dado sobradas muestras de su voluntad de omnipresencia, es capaz de medirse a Mas en las plebiscitarias catalanas del 27-S para presentar su candidatura a presidente del Gobierno semanas después.

En la mano de Rajoy está controlar los daños minimizando el trasvase de votos populares a C´s si obliga a Rivera a elegir una sola cabecera de lista –candidato a presidente de España o a president  de la Generalitat– solapando ambas campañas y anticipando las generales a octubre. El guion decía esperar unos meses, pero la recuperación económica está ya descontada y el PP podría salvar así un puñado de escaños en el Parlamento… o al menos en el Parlament, midiendo sus siglas en uno de los comicios a un candidato desconocido de C´s. Solo necesita que Mas, a regañadientes, firme su propia sentencia confirmando las elecciones catalanas para el último domingo de septiembre.

No deja de ser paradójico que la vitamina C's para combatir la bipartiditis refuerce su principio activo fundamental, la partitocracia: dirección y control centralizado en detrimento de la autonomía del candidato elegido.

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