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Nacho Cardero

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Aguirre se va; próximo objetivo: Nacho González

“Lo de Nacho González ha sido muy duro. A ver qué dice Rajoy. Si odia a alguien es a Nacho. Lo lógico sería que lo dejara

“Lo de Nacho González ha sido muy duro. A ver qué dice Rajoy. Si odia a alguien es a Nacho. Lo lógico sería que lo dejara estar en la presidencia de Madrid hasta las próximas elecciones porque tiene ya demasiados frentes y no querría abrir uno nuevo. Pero hemos hablado con la gente de Moncloa y allí tienen sus dudas. Dicen que no sería de extrañar que Rajoy moviera ficha ya mismo”, comentaba un alto gerifalte de Génova apenas media hora después de que Esperanza Aguirre anunciara en la Puerta del Sol que dejaba la presidencia de la Comunidad de Madrid y abandonaba la política activa. El vicepresidente, Ignacio González, será su sustituto. 

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Aunque el adiós de Aguirre -bien por su batalla personal contra la enfermedad, bien por su batalla política con Génova- era lugar común en tertulias de café y conciliábulos de moqueta, la especie tomó velocidad de crucero a lo largo de la semana pasada. Quien supiera leer entre líneas, lo pudo intuir en el discurso del debate del estado de la región del pasado martes 11 de septiembre, en el que hizo una loa encendida de las políticas liberales y criticó con dureza el rancio intervencionismo de los socialistas. Aquel discurso, duro en las formas e ideológico en su contenido, solo podía entenderse a modo de testamento político:

España necesita menos estructuras estatales, autonómicas, municipales y burocráticas. España necesita un Estado fuerte. Para reducir estructuras superfluas, sigo proponiendo una revisión del Estado autonómico”, dijo vehemente. “Hay un hartazgo hacia las frases hechas de los políticos, somos vistos como un problema y no la solución, también la oposición. Hay dos cosas que los ciudadanos no soportan: que no les digamos la verdad y no nos apretemos el cinturón con la misma fuerza que ellos”, agregó la presidenta en un discurso que hubiera sido rubricado por buena parte de esa sociedad civil que castiga con furia a la casta política. 

Era lugar común en tertulias de café y conciliábulos de moqueta. La especie tomó velocidad de crucero a lo largo de la semana pasada. Quien supiera leer entre líneas, lo pudo intuir en el discurso del debate del estado de la región del pasado martes 11 de septiembreEsperanza Aguirre, mujer leal, coherente y con arrestos; mujer que gana en 177 de los 179 municipios de la Comunidad de Madrid y en 21 de los 22 distritos de la capital y que, de haber continuado en el machito, lo hubiera seguido haciendo; mujer que tiene más fieros rivales en su propia casa que en la oposición, donde Tomás Gómez apenas le ha servido de sparring; mujer con ganas de tiempo y vida familiar; Esperanza Aguirre, digo, fue rumiando la decisión durante el verano y se la comunicó recientemente a su equipo de confianza: el vicepresidente Nacho González, el jefe de gabinete Regino García-Badell, y la directora de comunicación Isabel Gallego. Todos ellos se confabularon para que no hubiera filtraciones a la prensa hasta que su jefa de filas fuera recibida en audiencia por el presidente del Gobierno. La presidenta solicitó un encuentro a Rajoy el pasado jueves y éste le dio hora para el lunes.  

Entretanto, Esperanza Aguirre se marchó el fin de semana a Zaragoza, donde participó en un torneo de golf. La noche del sábado cenó en El Churrasco, restaurante sito en la calle Francisco de Vitoria de la capital aragonesa. Apenas pudo probar bocado por la afluencia de parroquianos que se acercaban a hacerse una fotografía y arrancarle una dedicatoria. Su rostro reflejaba emociones y sentimientos encontrados, una imagen parecida a la que ofreció ayer, cuando no pudo contener las lágrimas.

Durante la rueda de prensa, explicó las razones de su marcha e hizo una defensa enfervorecida de su sustituto, Nacho González, “una persona enormemente trabajadora, inteligente, un gran jurista y un gran conocedor de la administración; creo que los madrileños no van a notar ninguna diferencia”. Pero no todos comparten esta opinión. A pesar de que mantiene buenas relaciones con la secretaria general, María Dolores de Cospedal, mencionar su nombre en Génova es mentar la bicha.

Todo ello porque a Nacho González, gestor eficiente y guardián de los secretos de Aguirre, le persiguen unas cuantas sombras, véase el ático marbellí, la adjudicación de la Plaza de las Ventas a una sociedad amiga, o sus presiones para alzarse con la presidencia de Caja Madrid, amén de su aparición como víctima en un caso de espionaje. De todos estos escándalos ha salido indemne. Hay quien dice que lo que no mata, engorda, y que incluso se ha visto reforzado gracias a estas polémicas. Pero sus múltiples enemigos arguyen que su techo está hecho de cristal y se niegan a darle una semana de tregua. “Habrá guerra por el control del PP de Madrid”, aseguran.  


“Lo de Nacho González ha sido muy duro. A ver qué dice Rajoy. Si odia a alguien es a Nacho. Lo lógico sería que lo dejara estar en la presidencia de Madrid hasta las próximas elecciones porque tiene ya demasiados frentes y no querría abrir uno nuevo. Pero hemos hablado con la gente de Moncloa y allí tienen sus dudas. Dicen que no sería de extrañar que Rajoy moviera ficha ya mismo”, comentaba un alto gerifalte de Génova apenas media hora después de que Esperanza Aguirre anunciara en la Puerta del Sol que dejaba la presidencia de la Comunidad de Madrid y abandonaba la política activa. El vicepresidente, Ignacio González, será su sustituto.