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El FROB, otro aterrizaje forzoso
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Jesús Cacho

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El FROB, otro aterrizaje forzoso

Tras meses de manosear la receta entre el Banco de España (BdE), el Ministerio de Economía (con dos ministros/as en los fogones) y el palacio de

Tras meses de manosear la receta entre el Banco de España (BdE), el Ministerio de Economía (con dos ministros/as en los fogones) y el palacio de La Moncloa, tiempo de arreones de potro jerezano y paradas de mulo manchego, de filtraciones múltiples y de presiones, el Gobierno presentó el viernes al distinguido público el guiso del Fondo de Reestructuración Ordenada de Bancos (FROB), especialmente concebido para saciar la hambruna de recursos propios de aquellas entidades financieras que no cumplen con el coeficiente de solvencia y necesitan urgentemente sanear sus balances para huir de la quiebra. El resultado es un bodrio indigesto. Después de casi nueve meses de embarazo, la montaña ha vuelto a parir un ratón. La cosa se está convirtiendo en norma con los Gobiernos Zapatero: todo aquello susceptible de empeorar mediante la intervención gubernamental, empeora. 

Si la gran crisis financiera de los ochenta fue fundamentalmente bancaria, la que ahora nos ocupa, tantas veces negada por el mariscal Zapatero, es en esencia una crisis de Cajas de Ahorro, y a ellas va dirigido sin tapujos el FROB. Primera mentira, pues: deberíamos hablar del FROC y no del FROB. Cabreo justificado de los banqueros, y primera y global enmienda a la totalidad del proyecto: resulta difícil de entender –o sólo se puede entender desde la falta de preparación técnica que padecen casi todo sus miembros- que este Gobierno haya decidido embarcarse en esta chapuza de nueva creación cuando en nuestra legislación ya cuenta con un instrumento perfectamente capacitado, de fiabilidad probada, para hacer frente a la situación de crisis financiera que nos ocupa, una herramienta llamada Fondo de Garantía de Depósitos en Establecimientos Bancarios (FGDEB), en Cajas de Ahorros (FGDCA) y en Cooperativas de Crédito (FGDCC), tres entidades creadas por Ley, cuya misión consiste en garantizar los depósitos y vigilar la solvencia de las entidades de crédito. 

Con la modestia debida, es obligado referirse a un Con Lupa publicado el pasado 22 de marzo (“Un plan para salvar cajas y bancos” ), en el que se afirmaba lo siguiente: “Sorprende hasta asombrar, por todo ello, que, estando tan clara la filosofía utilizada por otro Gobierno socialista [el de Felipe González], tan a mano la tecnología entonces usada, tan vigente la legislación en vigor sobre los FGD, del Gobierno y del propio BdE se haya adueñado tan descomunal desconcierto sobre cómo abordar con garantía de éxito esta nueva reconversión de caballo que tenemos encima”. En los últimos meses, ha sido imposible encontrar entre la gente con conocimiento de causa y cierto sentido común a alguien que no haya manifestado su sorpresa por la facilidad de este Gobierno para embarcarse en todo tipo de Grandes Expresos Europeos, estilo FROB, a la hora de hacer frente a toda clase de situaciones, embarques que implican el desembolso de grandes sumas de recursos públicos, inexistentes además, para resolver graves errores de gestión privada.

Algunos tontos del lugar esgrimen el argumento de que “estamos ante una situación muy compleja, un riesgo sistémico que exige respuestas nuevas” a la hora de defender la creación de este nuevo pastiche. Nada más lejos de la realidad, como el viernes aseguró la ministra Salgado (“ninguna entidad sistémica (¡!) tendrá que hacer uso del FROB en ningún momento”). El bancario es un negocio tan viejo como el hombre o casi, cuya mecánica se conoce sobradamente, y no digamos ya el negocio tradicional de las Cajas. Resolver los problemas de solvencia de unas cuantas entidades parece la cosa más fácil del mundo. Consiste en ir cogiendo las manzanas podridas una a una e ir sacándolas del cesto. Para eso están desde hace décadas los FGD. Lo realmente difícil en esta España descuartizada en 17 taifas autonómicos es expulsar a los políticos de las entidades, es restar poder a unos partidos que se financian con las Cajas, es hacer entrar en razón a una clase política que, víctima de una casi total confusión entre lo público y lo privado, se niega a ceder parcelas de poder y a sacar, en definitiva, las manos de la caja de caudales.

Miguel Martín, subgobernador del BdE durante la reconversión de los ochenta y actual presidente de la patronal bancaria AEB, se lo ha explicado por activa y pasiva al actual gobernador, Fernandez Ordóñez: disponéis del instrumento jurídico adecuado para llevar a cabo el saneamiento y reestructuración del sector, ¿qué necesidad tenéis de inventaros uno nuevo? Las dos carencias, producto del paso del tiempo, que podían achacarse al FGD para hacer frente al problema, una financiera y otra política (la falta de los fondos necesarios, y la facultad para prevalecer sobre las competencias autonómicas en la materia), podían haberse corregido de haber existido voluntad política. Ninguna de esas fallas repara el nuevo esquema. Los 9.000 millones de dotación son claramente insuficientes y hacen inevitable su endeudamiento con garantía del Estado. Se ahonda en el vicio capital de financiar con deuda todo tipo de cosas, y se elude el choque frontal con las Comunidades Autónomas. Según Salgado, cuando el BdE intervenga y fuerce una fusión, no será necesaria “la autorización previa” de las Comunidades, pero, como la Ley de Cajas y sus trasposiciones autonómicas reconocen a los Gobiernos regionales el derecho de veto en la materia y el Gobierno no se ha atrevido a retocar dicha Ley, ésas son palabras que lleva el viento. En suma, una vergonzante retreta ante los poderes autonómicos. Y una capitulación en toda regla de Fernández Ordóñez y el Banco de España.

Un proyecto que consolida la politización de las Cajas

El tiempo lo dirá, pero hoy parece muy improbable que el Supervisor vaya a poder forzar fusiones interregionales en contra de la voluntad de las Autonomías, lo cual limita la necesaria reestructuración del sistema, debilita la creación de entidades fuertes y solventes, y abre los portillos a un proceso opaco y regionalizado experto en la utilización de fondos públicos para sostener y/o formar grupos regionales de cajas en el que las “buenas” absorban a las “malas” mediante lo que no pasaría de ser una regionalización de pérdidas. Se frustra así la más grande oportunidad que, en principio, brindaba la creación del FROB: la de recuperar para el Estado algunas de las competencias financieras que, en aras de ese mercado único que algunos todavía defienden, nunca debieron cederse. Hemos hecho un país en el cual las CC.AA. mandan más en temas bancarios que el propio BdE, triste resumen de la situación española actual.   

Y algunas acotaciones adicionales al proyecto: la idea de esas “soluciones privadas” de que habla la ministra en los procesos de recapitalización de las entidades es una falacia, ya que, al no poder contar con derechos políticos, no se establecen mecanismos que permitan una participación efectiva de los inversores privados. Es impensable que éstos vayan a aportar fondos para que sean controlados de facto por los mismos que han creado la situación de insolvencia que se trata de corregir. Por otro lado, la adquisición de acciones preferentes o cuotas participativas sólo por el FROB/BdE no es trasmisible a terceros. En consecuencia, el recurso a este procedimiento supone de facto la potencial nacionalización de las Cajas, ya que es difícil imaginar que alguien vaya a adquirir esos títulos, si no llevan aparejados derechos políticos que permitan al adquirente controlar y/o dirigir la entidad. De este modo se consolida y fortalece la politización del proceso de saneamiento y reestructuración bancaria.

El FROB, en suma, consolida la politización de las Cajas, ello en línea con la política de parcheo que caracteriza a este Gobierno: alguien cuenta a Zapatero una idea en la buena dirección, él la compra entusiasmado, pero al día siguiente recibe en Moncloa a fulano y zutano, a la sazón virreyes autonómicos de los que depende su estabilidad, y de lo dicho no hay nada. Los visitadores regresan a sus baronías con sus demandas satisfechas: ni hablar de ceder competencias autonómicas. Y ello porque este malandrín no sabe, no quiere o no le interesa defender la existencia de un Estado con unos poderes mínimos del todo sobre las partes. Su especialidad es decir sí a todo el mundo. Toda su presidencia es un “aterriza como puedas”, como él mismo cuenta en el lavado de imagen con que hoy le obsequia El País. Aterriza como puedas, con Zapatero de piloto. Todo en él es un capricho, una pulsión voluntarista donde las cosas salen “como sea”, sin más estudio, sin más consenso, sin más debate. “Como sea” salió el Estatuto de Cataluña y la negociación con ETA, y “como sea” saldremos de la crisis, maltrechos y empobrecidos para mucho tiempo, por culpa de los experimentos de este Presidente por Accidente con el que nadie contaba antes de la tragedia del 11-M. Como sea.

Tras meses de manosear la receta entre el Banco de España (BdE), el Ministerio de Economía (con dos ministros/as en los fogones) y el palacio de La Moncloa, tiempo de arreones de potro jerezano y paradas de mulo manchego, de filtraciones múltiples y de presiones, el Gobierno presentó el viernes al distinguido público el guiso del Fondo de Reestructuración Ordenada de Bancos (FROB), especialmente concebido para saciar la hambruna de recursos propios de aquellas entidades financieras que no cumplen con el coeficiente de solvencia y necesitan urgentemente sanear sus balances para huir de la quiebra. El resultado es un bodrio indigesto. Después de casi nueve meses de embarazo, la montaña ha vuelto a parir un ratón. La cosa se está convirtiendo en norma con los Gobiernos Zapatero: todo aquello susceptible de empeorar mediante la intervención gubernamental, empeora. 

Si la gran crisis financiera de los ochenta fue fundamentalmente bancaria, la que ahora nos ocupa, tantas veces negada por el mariscal Zapatero, es en esencia una crisis de Cajas de Ahorro, y a ellas va dirigido sin tapujos el FROB. Primera mentira, pues: deberíamos hablar del FROC y no del FROB. Cabreo justificado de los banqueros, y primera y global enmienda a la totalidad del proyecto: resulta difícil de entender –o sólo se puede entender desde la falta de preparación técnica que padecen casi todo sus miembros- que este Gobierno haya decidido embarcarse en esta chapuza de nueva creación cuando en nuestra legislación ya cuenta con un instrumento perfectamente capacitado, de fiabilidad probada, para hacer frente a la situación de crisis financiera que nos ocupa, una herramienta llamada Fondo de Garantía de Depósitos en Establecimientos Bancarios (FGDEB), en Cajas de Ahorros (FGDCA) y en Cooperativas de Crédito (FGDCC), tres entidades creadas por Ley, cuya misión consiste en garantizar los depósitos y vigilar la solvencia de las entidades de crédito. 

Con la modestia debida, es obligado referirse a un Con Lupa publicado el pasado 22 de marzo (“Un plan para salvar cajas y bancos” ), en el que se afirmaba lo siguiente: “Sorprende hasta asombrar, por todo ello, que, estando tan clara la filosofía utilizada por otro Gobierno socialista [el de Felipe González], tan a mano la tecnología entonces usada, tan vigente la legislación en vigor sobre los FGD, del Gobierno y del propio BdE se haya adueñado tan descomunal desconcierto sobre cómo abordar con garantía de éxito esta nueva reconversión de caballo que tenemos encima”. En los últimos meses, ha sido imposible encontrar entre la gente con conocimiento de causa y cierto sentido común a alguien que no haya manifestado su sorpresa por la facilidad de este Gobierno para embarcarse en todo tipo de Grandes Expresos Europeos, estilo FROB, a la hora de hacer frente a toda clase de situaciones, embarques que implican el desembolso de grandes sumas de recursos públicos, inexistentes además, para resolver graves errores de gestión privada.

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