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Puigdemont mira hacia Gerard Piqué
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Joan Tapia

Confidencias Catalanas

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Puigdemont mira hacia Gerard Piqué

El 'president' quiere movilizar al máximo de catalanes a favor del referéndum y aprovechar la prohibición de Madrid para unas elecciones "constituyentes"

Foto: El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont (d), durante una reunión informal en Madrid con el líder de Podemos, Pablo Iglesias. (EFE)
El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont (d), durante una reunión informal en Madrid con el líder de Podemos, Pablo Iglesias. (EFE)

¿Cómo explicar lo sucedido en Cataluña los últimos días, en los que las tesis de Pedro Sánchez favorables a un gobierno alternativo al PP han fracasado de forma bastante convulsa?

En Cataluña el presidente Puigdemont ha ganado dos importantes debates parlamentarios sucesivos -la cuestión de confianza y el de política general- y ha salido reforzado al ganar personalmente -no como simple sucesor de Artur Mas- y al comunicar una nueva hoja de ruta del independentismo que sólo ha esbozado pero que tiene una parte reservada relevante. Para muchos independentistas -no para los más negociadores o los más tentados por el pasteleo- la permanencia de Rajoy al frente del Gobierno de España no es forzosamente una mala noticia. Puede ser molesta y comportar serios problemas judiciales (procesamientos de Artur Mas, Francesc Homs o Carme Forcadell) pero este 'martirologio' moviliza a las bases soberanistas y puede ser incluso positivo en momentos de conflicto.

Además, la continuidad de Rajoy deja para el separatismo muy claras las cosas. A un lado los catalanistas, los que quieren la libertad de Cataluña, a los que la España negra no se ha dejado otra opción que la independencia. Al otro, el españolismo rancio que no quiere ningún cambio del 'status quo'. El PSC, Miquel Iceta y todos los partidarios de la tercera vía se quedan sin aire para seguir molestando con la reforma de la Constitución o con más autogobierno dentro de España. Y se evitar el riesgo de que independentistas 'light' o moderados como Santi Vila, el actual 'conseller' de Cultura y uno de las personalidades de la antigua CDC, tengan ganas de volar por libre o de alguna genialidad. Las cosas claras y el chocolate espeso: o catalanismo independentista, o españolismo inmovilista, no hay término medio.

Y la hoja de ruta de Puigdemont es atrevida y algo ingenua pero puede funcionar. Artur Mas era un tecnócrata catalanista moderado que acabó radicalizado. No puso ningún inconveniente en que Pujol apoyara al Aznar de su segunda legislatura y gobernó un largo primer año (hasta la primavera de 2012) con el apoyo del PPC de Alicia Sánchez-Camacho. Pero luego su alarma ante la caída en las encuestas tras los recortes, su orgullo herido ante el ninguneo al que le sometió Rajoy y sus ansias de sobrevivencia política le llevaron progresivamente -tras el fracaso de las elecciones de finales de 2012- a la radicalidad independentista. Puigdemont es todo lo contrario. Es un radical de origen (en privado ha confesado haber votado más de una vez a ERC) pero al que el transcurso de la vida (la alcaldía de Girona por ejemplo) le ha obligado a un perfil conciliador y a la necesidad de pactos variables. Pero el espíritu práctico y conciliador (en el debate sobre política general habló a veces con el tono medio paternalista del entrenador de un equipo deportivo) no significa el abandono del objetivo independentista que es lo único que -dice- le forzó a aceptar la presidencia de la Generalitat.

Mas era un moderado radicalizado convertido en profeta independentista; Puigdemont es un radical de origen sin complejos que ha tenido que conciliar

El espíritu práctico de Puigdemont le ha llevado a cambiar la hoja de ruta independentista. Era evidente que el 47,8% de los votos del 27-S de 2015 no era una victoria plebiscitaria y la mayoría absoluta parlamentaria era sólo gracias a la CUP que en enero impidió la reelección de Artur Mas y en julio se cargaron su presupuesto obligándole a presentar una moción de confianza. Y Puigdemont ha actuado con habilidad al prometer el “referéndum o referéndum”.

Por una parte se ha ganado la confianza de la CUP al prometer un referéndum sin permiso del Estado. O sea insurreccional, que es el sueño de los anticapitalistas. Gesto hacia los radicales. Pero también ha prometido -lo explicitó más en Madrid en su conferencia del lunes- intentar negociarlo con el Estado y que sea legal y reconocido por Europa. Con lo que no sólo se aproxima a las tesis de Podemos y Ada Colau sino a una mayoría de catalanes moderados que -según todas las encuestas- sin ser independentistas creen que el futuro pasa por un referéndum. Y es que como dijo hace ya años Alfredo Pérez Rubalcaba -un gran realista nada sospechoso de simpatizar con el nacionalismo- como fórmula de 'marketing' el derecho a decidir es imbatible.

El objetivo de Puigdemont es unir pues en torno a los muy diferentes colores del referéndum al máximo de buenos catalanes. Luego ya se encargará el malo del Gobierno de España de prohibir el referéndum, de hacerlo imposible. Entonces será el momento de la gran protesta, de proclamar que “no nos dejan ni votar en un inocente referéndum que estábamos dispuestos hasta a pactar”. Y si hay procesamientos, mejor, que eso moviliza a los fieles y enerva contra España a los más tibios.

Bueno -y esa es la parte no explicada de la hoja de ruta- luego se trata de volver 'grosso modo' a la fórmula Mas de 2015. Como no nos dejan hacer el referéndum, vamos a ir -todos unidos- a unas segundas elecciones plebiscitarias -ahora se dirán constituyentes que es más nuevo-, que el Gobierno español no puede evitar y en las que el independentismo no obtenga sólo la mayoría de escaños como en 2015 sino que se consiga pasar del 47,8% al 50,8%. Tres puntos más y la mayoría absoluta en votos.

La desafección catalana no ha bajado en los últimos tiempos - el Gobierno español no ha hecho nada para ello- y que el independentismo pasara del 47,8% de 2015 a más del 50% no es un objetivo imposible

Entonces se tendrá fuerza moral para plantar cara al Gobierno de España ante toda Europa. Y atención porque en la conferencia de Puigdemont del lunes en Madrid no había nadie del PP ni del Gobierno -sólo Gabilondo del PSOE- pero sí una nutrida representación de embajadas europeas.

Pero esta victoria volverá a exigir la unidad de Junts pel Sí, la coalición de CDC y ERC. Y el pasado domingo dejó bastante claro en la entrevista a 'El Nacional' (digital catalán de José Antich, exdirector de 'La Vanguardia' y partidario de el 'procés') que en este caso -si el independentismo no pudiera culminar su hoja de ruta por culpas no propias- es en el único en el que estaría dispuesto a encabezar una lista electoral.

¿Puede llegar a buen puerto el plan de Puigdemont? Hasta las elecciones “constituyentes” sí, porque no comportará la ruptura de ninguna legalidad. ¿Puede pasar Junts pel Sí, con alguna pequeña ayuda de la CUP, del 47,8% al 51,8% de los votos? No parece imposible porque desde 2015 el Gobierno español no se ha distinguido por ninguna diligencia gestual o negociadora y en Cataluña hay mucha frustración acumulada desde la sentencia del Estatut de 2010. La desafección advertida por el 'president' Montilla ya antes de la sentencia del Estatut ha aumentado mucho. En el fondo, Puigdemont debe observar lo que ha pasado con Gerard Piqué, tantas veces importante jugador de la selección española de fútbol. Tantos han sido los ataques del españolismo más intransigente al jugador del Barça -me aseguran que catalanista pero no independentista- que al final Gerard Piqué ha decidido darse de baja de la selección española en 2018. Puigdemont debe pensar que una parte de Cataluña puede actuar dentro de unos meses con los mismos reflejos que el jugador del Barça y votar por darse de baja de España.

Y además ya se ha visto -en el Brexit y en Colombia- que en las consultas los pueblos tienen tendencia ahora a votar en contra de lo establecido. Claro que no se sabe si esta hoja de ruta tiene la bendición de ERC, hoy por hoy el socio más relevantes de JpS. Y hasta ahora el criterio de Oriol Junqueras y de ERC era que JpS no debía reeditarse. De hecho no se ha reeditado en ninguna de las dos últimas legislativas españolas. Claro que en unas elecciones patrióticas, plebiscitarias y constituyentes en las que estuviera en juego el futuro de Cataluña para muchos años e incluso siglos…

¿Cómo explicar lo sucedido en Cataluña los últimos días, en los que las tesis de Pedro Sánchez favorables a un gobierno alternativo al PP han fracasado de forma bastante convulsa?

Carles Puigdemont