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El estado de mi nación
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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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El estado de mi nación

El otro día, aguanté las intervenciones de Mariano y Alfredo en lo que se llama el debate sobre el estado de la Nación, o sea, de

El otro día, aguanté las intervenciones de Mariano y Alfredo en lo que se llama el debate sobre el estado de la Nación, o sea, de España. Digo "aguanté", porque, entre nosotros, los dos me parecen muy sosos. Seguramente, en casa son divertidos y hasta cuentan chistes, pero en cuanto les entra la seriedad institucional son aburridísimos. 

Siempre me han molestado los juicios de síntesis (España va bien, pronto pasaremos a Francia, esto es un asco, etc.)

Me parece que la realidad es muy rica en matices y que lo mismo que no admitimos que un médico nos diga que estamos muy bien o que estamos muy mal y le pedimos un poco más de detalle, tenemos que exigir y exigirnos un poco más de detalle.

O sea, yo estoy convencido de que en España, como en Estados Unidos o como en Alemania, o como en las islas del Caimán, hay cosas que van muy bien, otras que van bien, otras que van psé y otras que dan asco y repugnancia.

Mientras intentaba escuchar a Mariano, a Alfredo e incluso a los periféricos, iba apuntando cosas buenas y cosas menos buenas. A juzgar por los aplausos, parece que los dos decían cosas buenas. Luego me di cuenta de que los que aplaudían las intervenciones respectivas eran los vecinos de escaño. O sea, como si en mi casa, cuando yo diga algo, me aplaude Esteban, el vecino de arriba.

Las cosas buenas de mi lista fueron:

1. Que nos hemos dado cuenta de que vivir apalancados no lleva a la felicidad. (Apalancamiento = vivir en eterno estado de endeudamiento, pagando un crédito con otro crédito y así sucesivamente). Y no lleva a la felicidad porque cuando te quitan la palanca, te quedas como aquel de "agárrate a la brocha, que quito la escalera".

2. Que nos hemos dado cuenta de que el Estado de bienestar, que a todos nos gusta tanto, no es gratis. Que, en los Presupuestos Generales del Estado, lo que se pone en la derecha (los gastos) tiene que compensarse con lo que se pone en la izquierda (ingresos), que es donde están esos impuestos que hay que pagar.

3. Que nos hemos dado cuenta de que cuando Castiella, ministro de Asuntos Exteriores de Franco, pidió "la adhesión al Mercado Común" en 1962, puso en marcha un proceso que ha llevado a que ahora seamos europeos, mal que nos pese. (Y cuidado que nos pesa. Es que a Franco se le ocurría cada cosa...)

4. Que nos hemos dado cuenta de que, en Europa, somos periféricos, lo que no es ninguna vergüenza.

5. Que como somos periféricos y además hemos hecho un poquico el tonto, no mandamos nada, pero que nada, ya pueden parlotear Mariano, Alfredo y nuestros periféricos, mientras los que mandan de verdad, que no están en España, nos miran con benévola compasión. (He puesto lo de "nuestros periféricos" porque, además de los dos partidos un poco importantes, hay otros que son poquico importantes, aunque en su pueblo sacan pecho y hablan de lo importantes que eran hace unos siglos).

6. Que nos hemos dado cuenta de que aquellos banqueros que, vestidos de oscuro, decían cosas ininteligibles que tampoco entendían ellos y, como consecuencia, se han metido en unos barrizales inmobiliario-subprime-preferenciales de los que no saben salir, si no es echando a pérdidas sus bobaliconadas y, de paso, echando a miles de personas a la calle. (Por mucho saneamiento y por muy serio que se ponga Goirigolzarri, los 20.000 millones de euros de pérdidas de Bankia harían enrojecer a cualquier persona normal. Si yo hubiera perdido esa cantidad, no sé si me atrevería a salir a la calle.)

Podría seguir, pero me parece que estas seis cosas son tan buenas que estoy por cortar el artículo aquí y decir que esto va de cine.

Hay alguna cosa mala, también, y por eso sigo.

1. En primer lugar, la desfachatez imperante. Fijaos que no hablo de corrupción, sino de algo que me parece todavía peor. Todos podemos hacer cosas inconvenientes, pero la cara dura es inadmisible.

2. O sea, que cuando se debaten en el Parlament de Cataluña las medidas anticorrupción estén presentes unos cuantos mozos imputados en cosas feas, no es de recibo. Y cualquier persona normal se partirá de risa llorona cuando muy serios, todos digan lo buenos que van a ser a partir de ahora, porque tienen un código ético.

3. Menos mal que, para dejar las cosas en su sitio, Oriol Pujol, que está que si lo imputan que si no lo imputan, ha dicho, emocionado y en tono intimista, que "más me vale la injusticia, incluso conmigo mismo, que no hacer nada". Frase emocionante, aunque tampoco se le entiende muy bien.

4. Relacionado con lo anterior, otra cosa mala en nuestra Nación es la ingenuidad. No la de todos, por supuesto. Ni la de la mayoría. Sólo la de algunos que se creen que un código ético lo resuelve todo. Que no, que no resuelve nada. Porque al que es capaz de ganar 38 millones de euros en poco tiempo y mandarlos corriendo a Suiza, le pones un código ético y gana otros 38. Que no va por ahí. Que va por dentro y los códigos nunca han arreglado las cosas por dentro. 

Pero como hoy tengo el día bueno, acabo de merendar en el AVE y voy calentito mientras en Ciudad Real, que es por donde estoy pasando, nieva y nieva y nieva, estoy dispuesto a admitir que incluso estas cosas malas tienen su lado bueno, porque a muchos, a muchísimos, nos repugnan y cuando algo te repugna, quiere decir que distingues lo que está bien de lo que está mal y eso es un avance muy importante sobre la vieja, viejísima, teoría del "todo vale", que no digo que está obsoleta y periclitada, porque me diríais que ya hablo como Oriol Pujol.

(Este último párrafo me ha salido larguísimo. He intentado ponerle algún punto, pero prefiero dejarlo así, porque así me ha salido del alma).

El otro día, aguanté las intervenciones de Mariano y Alfredo en lo que se llama el debate sobre el estado de la Nación, o sea, de España. Digo "aguanté", porque, entre nosotros, los dos me parecen muy sosos. Seguramente, en casa son divertidos y hasta cuentan chistes, pero en cuanto les entra la seriedad institucional son aburridísimos.