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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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Yo no puedo recomendar a mis amigos que lean a Maquiavelo, a Homero, y a todos los demás. Porque si no les digo que apliquen el sentido común, voy a ayudar a formar una sociedad de doctrinarios

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Es un economista muy bueno y que estudia mucho. Se sabe todo lo que han dicho todos los economistas de la historia y eso hace que unas veces me acuse, cariñosamente, eso sí, de liberal capitalista bastante salvaje y otras, de socialista filomarxista. Como él sabe que le quiero mucho, puede decirme esas cosas sin ningún problema, porque, viniendo de él, no me puedo ofender. Casi nunca le contesto sus correos. Es que, realmente, no sé qué decir.

Mi artículo enEl Confidencialde la semana pasada,“Grexit, el tigre y el gato”,no le gustó.

Me dice que me ve“muy instalado en los orígenes de la modernidad europea, la del proceso secularizador, pegado a los asuntos mundanos, con más inmanencia que trascendencia, con ausencia delthymósgriego que explicaba Homero”.Me acusa, cariñosamente, repito, de hacer“una integral Maquiavelo - Gramsci con el citado thymós”y deque tengo“una teleología materialista”.(Procuro que mi mujer no lea lo anterior, porque quiero mantener un cierto prestigio ante ella.) Para rematar, mi amigo me recomienda que relea a Stiglitz, aKrugman, a Fukuyama y a Piketty, entre otros, y que no vuelva a leer a Gramsci.

Al llegar aquí, me paro. Porque si sigo, me desmoralizaré totalmente. Como me parece que hoy tengo que contestarle, por educación, me escapo diciéndole que“soy un ignorante que intenta discurrir un poco. Nada más. Y que eso es lo que escribo, y que no le dé más importancia, que lo mío sontontadicas”.

Por supuesto no he leído ninguno de los autores que me recomiendareleer,y, peoraún, y así se lo digo,no pienso leerlos. Porque uno, a mi edad, está para discurrir y no para leer ese tipo de libros. Mi amigo Juan decíaque“el saber ocupa lugar”y a mí ya no me cabe más. No porque tenga el cerebro lleno de saber, sino porque lo tengo lleno. Punto. Lleno de algunos saberes, de lasfarfolladasde nuestros políticos, de las comisiones de investigación, de las vacaciones de Bárcenas en la nieve, de la derrota de Sánchez a manos de Rajoy en el debate del estado de la nación, de la derrota de Rajoy a manos de Sánchez en el mismo debate y a la misma hora… y, sobre todo, del 4-0 que le metió el otro día el Alavés al Zaragoza, delque no me he recuperado todavía, rematando todo lo anterior con una tertulia de una hora con el presidente del Barcelona, que me tragué enterita cuando subía por la noche a San Quirico.

Entro en un programa de televisión desde unos estudios en Barcelona. Miro a la cámara, sentado en un taburete menos peligroso que otros en los que he actuado, porque este tiene respaldo. No veo al presentador ni a los contertulios, que están en otra ciudad, lo que hace un poco más difícil la intervención, porque cuando estáscara a cara, sabes si están de acuerdo con lo que dices o si alguien quiere ir a por tu yugular, metafóricamente hablando, claro.

Me preocupa que los de un partido vengan todos de la misma universidad y que digan cosas sacadas de libros, que aderezadas como eslóganes tienen gancho

Digo algo, no sé qué, y uno me dice que soy posmoderno. A los 81 años, claro que soy posmoderno. Ypostantiguo.Y todo losposque quieran.

(Cuando escribo este artículo, miro el Diccionario de la Lengua, edición del tricentenario. Ahí veo que si soy posmoderno,“me opongo al racionalismo y hago un culto predominante de las formas, el individualismo y la falta de compromiso social”.No sé por qué, pero lo de“posmoderno”,en mi caso, me suena a insulto.)

En la tertulia, se me ocurre decir una cosa que repito con frecuencia: que la globalización ha hecho que, cuando busque empleo, pueda mirar en mi pueblo o en Washington.Frase que he ido puliendo para presentarla como una oportunidad para los chicos jóvenes, bien preparados, por supuesto, y no como una invitación a que se vayan lejos, a que emigren como en los años 40, con unamaleticade cartón y hala, a vendimiar a Francia.

Uno de los tertulianos, un chico joven, va diciendo quenomientras hablo. Yo no le veo, pero el presentador me lo advierte antes de darle la palabra. El chaval está un poco molesto por lo de Washington y me dice que él tiene derecho a trabajar en su tierra.

Como no he leído a ninguno de los autores que me recomienda mi amigo, intento contestarle con sentido común y no decirle:“Como muy bien afirma Gramsci (oFukuyama, o Piketty, u otro cualquiera de la lista)...”

Además, tampoco se trata de discutir, porque“yo he venido a presentar mi libro”.Por todo ello,le digo que, si yo buscase empleo, empezaría, claro que sí, por la acera de la calle donde vivo, luego pasaría a la de enfrente, luego iría por el barrio, luego por otro barrio, teniendo la tranquilidad de que el mundo no se acaba ahí, sino que puedo llegar a Washington en un golpe de clic, cosa que no nos pasaba a los de nuestra edad hace años, que ir de Zaragoza a trabajar a Barcelona nos parecía una auténtica machada emigratoria. (Yo la hice y aún me acuerdo del esfuerzo.)

Como no le veo la cara, no sé si le he convencido, pero, por lo menos he intentado estar educado, sin ofenderle.

En la tertulia, sigo sin hablar de mi libro, porque una chica joven me dice que hay que hundir el sistema capitalista y sustituirlo por otro.

Como nos dediquemos a teorizar, algunos serán, quizá, unos buenos teóricos, pero los demás nos moveremos como borreguicos, levantando banderas

Y me quedo un poco preocupado, porque no sé si a estas personas les han enseñado a discurrir o solo a leer libros. Me preocupa que los de un partido vengan todos de la misma universidad, y, que, siendo pocos, digan unas cosas sacadas de los libros que han leído, cosas que, bien aderezadas como eslóganes, tienen gancho. Luego, como a nadie se le ocurre preguntarles cómo se hace eso o quién se encarga de hacerlo o cuánto dinero cuesta o cuánto tiempo se necesita o si es verdad que lo que dicen es mínimamente viable; como nadie se lo pregunta, repito, pasa lo que le ha pasado al pobre Alexis, que ha tenido que ir a ver al compositor Mikis Theodorakis, que está enfadado con él, porqueSyriza me utilizó para ganar las elecciones”.

He visto la foto de los dos. Supongo que Alexis le está explicando que estos de Europa son unos cochinos capitalistas y que, por eso tiene que cumplir todo lo que le manden. Y que, por favor, que no le llame traidor y que no diga que mintió en la campaña electoral. Que, en confianza, él había leído unas cosas en unos libros. Pero que luego se ha encontrado con Ángela, su ministro Schäuble, el presidente del Eurogrupo, ¡y hasta Mariano!, que han debido leer otros libros y no hay quien les mueva de su sitio.

Y que el Eurogrupo ha dicho OK a todo lo que ha propuesto (el Eurogrupo), pero que, antes de dar por resuelto el asunto, lo tienen que aprobar los parlamentos de Alemania, Estonia, Finlandia y Holanda. Que él cree que lo aprobarán, pero que hasta que no den luz verde, está en un sinvivir. Y que no reza porque oficialmente es ateo, pero que, sin que se entere nadie, ha hecho una romería a una Virgen que está en un monasterio ortodoxo, cerca de Atenas. Que cree que no le han visto, porque solo le faltaría eso.

Mi amigo es muy buena persona. Sus recomendaciones están llenas de buena voluntad. Pero yo no puedo recomendar a mis amigos que lean a Maquiavelo, aHomero, y a todos los demás.Porque si no les digo que apliquen el sentido común, que discurran con una hoja en blanco y unboli(otrade mis manías), voy a ayudar a formar una sociedad de doctrinarios, que quieren adaptar lo que pasa a lo que dijo Stiglitz y a lo que le contestó Piketty. Y me parece que, como nos dediquemos a teorizar, algunos serán, quizá, unos buenos teóricos, pero los demás nos moveremos comoborreguicos,levantando banderas que pongan“¡viva Homero y suthymós!sin saber quién era Homero y qué era lo delthymós.

P.S.

1. Ya que soy incapaz de entender a esos señores, me voy a internet y allí veo quethymóses uno de los dos conceptos del alma en Grecia. El otro espsyché.Thymósescálida, emocional y vigorosa. Psyché, más fría, profunda e impersonal”.

2. Después de esta aclaración (¿?) me quedo mucho peor que al principio en cuanto al saber. Vuelvo a mi papel en blanco y a miboliy empiezo a discurrir.

3. A ver qué sale.

Es un economista muy bueno y que estudia mucho. Se sabe todo lo que han dicho todos los economistas de la historia y eso hace que unas veces me acuse, cariñosamente, eso sí, de liberal capitalista bastante salvaje y otras, de socialista filomarxista. Como él sabe que le quiero mucho, puede decirme esas cosas sin ningún problema, porque, viniendo de él, no me puedo ofender. Casi nunca le contesto sus correos. Es que, realmente, no sé qué decir.

Eurogrupo Alexis Tsipras