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El Príncipe está triste, ¿qué tendrá el Príncipe?
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Matías Vallés

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El Príncipe está triste, ¿qué tendrá el Príncipe?

Felipe ha hecho de la pena su paz y su batalla. Se encuentra en la encrucijada de quien sólo puede reinar, y para ello necesita que el titular le deje paso

El príncipe Felipe está a punto de reinar... en Bélgica, y el Rey de España está a punto de acabar con la monarquía... marroquí. Si nos centramos en Felipe de Borbón, debe vencer dos obstáculos pétreos para mantener su fidelidad a la isla donde veraneó antes de nacer.

El primero y más empinado es la hostilidad de Letizia al Mediterráneo, que aconseja un análisis pormenorizado en un próximo artículo monográfico. El segundo son las vicisitudes en que le han colocado su cuñado y su hermana, ambos con intereses en la banca suiza. Pese a ello, el heredero perpetuo se desplazó a Mallorca un sábado de primavera, para asistir por sorpresa a la feria náutica que se celebra anualmente en el puerto de Palma. Volvió inesperadamente a Mallorca el mes pasado, con motivo de una cumbre de 16 ministros de Asuntos Exteriores organizada por el alemán Guido Westerwelle, y cuidando de no coincidir con Rajoy, tóxico para la taquilla. En aquella ocasión mostró su estupor por la ausencia en Mallorca de un retén de la Unidad Militar de Emergencias, premonición del dantesco incendio que vendría. En fin, el príncipe ha estrenado agosto regateando en la bahía y acompañando a su madre, la auténtica señora de Marivent como si fuera su particular Xanadú.

Y pese a los impagables esfuerzos de la prensa cortesana, hemos visto un príncipe “umbrío por la pena, casi bruno”, como en los versos del mártir Miguel Hernández. Hay que andarse con ojo, “porque la pena tizna cuando estalla”. Las almas inconsútiles afirmarán que no hay rasgo de Felipe de Borbón que aflore en Mallorca si no estaba anteriormente presente en Madrid. Falso. En bermudas no puedes disimular. El exceso de luz, y el calor que acentúa las revueltas, enmarcan el perfil de un heredero que desayuna “pena con pena y pena”. Incluso en estas circunstancias mantiene su afinidad por la isla, donde el lunes presentó a la nueva Familia Real.

Felipe no viene de feliz, por lo que ha hecho de la pena su paz y su batalla. Se encuentra en la encrucijada de quien sólo puede reinar, y para ello necesita que el titular le deje paso

Felipe ha sido más duro que Mourinho con Casillas, ni siquiera la Reina figura en la actual alineación de la Familia Real, después de medio siglo de fidelidad como guardameta de la institución. El Príncipe, Letizia y sus dos hijas, y todavía así hubo que convencer a alguno de los presentes para que participaran en la sesión. Felipe no viene de feliz, por lo que ha hecho de la pena su paz y su batalla. Se encuentra en la encrucijada de quien sólo puede reinar, y para ello necesita que el titular le deje paso.

Además, se dispone a regir un país que no le gusta del todo, y con una limitada capacidad de maniobra para cambiarlo. Sin embargo, posee más cartas de las que esgrime. Si planteara un ultimátum, por fuerza se aceleraría la sucesión en vida que los Príncipes de Asturias han dado por sentada en conversaciones con periodistas.

Tal vez la pena que “no le deja ni se calla” tenga que ver con una perceptible pérdida de la envidiable forma física del Príncipe, que hemos padecido quienes hemos sentido el crujir de nuestros huesos cuando nos estrujaba la mano. Desde fuera, no es el atleta que le disputaba a Aznar el liderazgo de los centenares de flexiones, a diferencia de su íntimo amigo Kyryl de Bulgaria, que cuenta los años por abdominales visibles en la superficie de su cuerpo.

Quién no querría ser príncipe. Cada vez más gente evitaría la nominación, a juzgar por los escándalos en que se ve inmerso su entorno. El siempre perplejo Marichalar se ha esfumado en el reino de las sombras, Urdangarin sólo comparece en Mallorca cuando tiene cita con el juez Castro. La perseverancia de Felipe contra todo pronóstico y contra todos los elementos puede mejorar su imagen. Combate el entreguismo de “no podrá con la pena mi persona”. Sin embargo, un heredero obligado a explicar por qué su esposa no comparece con él en los actos ve su autoridad sensiblemente deteriorada.

Ya nadie llama joven a Felipe, y “viejo príncipe” suena a bofetada para quien ha ejercido ese trabajo desde que nació. Mantiene la fidelidad a Mallorca, está excelentemente preparado para ejercer un oficio amenazado de extinción. Como casi todos.

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El príncipe Felipe está a punto de reinar... en Bélgica, y el Rey de España está a punto de acabar con la monarquía... marroquí. Si nos centramos en Felipe de Borbón, debe vencer dos obstáculos pétreos para mantener su fidelidad a la isla donde veraneó antes de nacer.

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