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Los empresarios se quedan con el yate del pueblo
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Matías Vallés

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Los empresarios se quedan con el yate del pueblo

Los ciudadanos estaban resignados a perder derechos irrenunciables en la sanidad y en la educación, pero nunca hubieran imaginado que los empresarios les arrebataran el yate

Los ciudadanos estaban resignados a perder derechos irrenunciables en la sanidad y en la educación, pero nunca hubieran imaginado que los empresarios les arrebatarían el yate que tanto les había costado preservar. Si Blair bautizó a la difunta Lady Di, veraneante en Mallorca con y sin la adherencia de Carlos de Inglaterra, como “la princesa del pueblo”, el Fortuna es “el yate del pueblo”. Resulta por tanto inexplicable que se entregue a linajes tan poco necesitados de regalos públicos como Escarrer, Hidalgo, Fluxá, Barceló o Matutes. La paradoja de quitar a los pobres para dar a los ricos arranca de la patraña inicial, “Los empresarios regalan un yate al Rey”.

En primer lugar, fue Juan Carlos de Borbón quien se regaló el Fortuna a sí mismo. Quería un nuevo yate y movilizó a intermediarios tan turbios como el pseudopríncipe Zourab Tchokotoua para que urdieran una espontánea movilización obsequiosa de los gigantes del turismo. En segundo y más importante lugar, los magnates no pagaron la embarcación. Vamos con los datos. De los 18 millones de hace tres lustros, ahí es nada, tres fueron aportados por el Govern balear. Además, la empresa pública Bazán absorbió el sobreprecio de seis millones, debido en buena parte a las exigencias del regio destinatario.

La Zarzuela y La Moncloa devuelven la embarcación a los linajes de prosapia que menos han pagado, en la enésima demostración de quién manda aquí

Resultado económico del partido de ida del yate, Reales Empresarios, 15 – Atlético Pueblo, 9. Como se ve, la participación popular es mayor de lo cacareado, y ni siquiera consignamos las exenciones fiscales a los titanes del turismo constituidos en la entidad Fundatur, sinónimo de lucro. Además, hay que consignar los gastos de mantenimiento, tripulación, conservación en una gigantesca nave construida ex profeso en el puerto de Palma y combustible. Una estimación conservadora de un millón por año nos lleva a que los contribuyentes han pagado el doble que los generosos empresarios turísticos para que el Fortuna esté presentable. Por tanto, la Zarzuela y la Moncloa devuelven la embarcación a los linajes de prosapia que menos han pagado, en la enésima demostración de quién manda aquí. Aparte de que la promoción pretendida con la dádiva habría sido rentabilizada con creces por las marcas turísticas, sin olvidar gestiones personales del monarca.

En su concienzudo análisis de la lucha de clases, Marx no previó una situación de partida en que el pueblo ya contara con un yate de setenta nudos, del que pretendía despojarle la insaciable clase dominante. Urge una reedición hispana de Los miserables, donde los desposeídos navegan en una embarcación de media docena de cubiertas hacia la liberación de sus andrajos. Los partidarios de la crítica constructiva ya habrán contraargumentado que los empresarios han manifestado su voluntad de destinar el dinero de la reventa del Fortuna a fines “sociales y culturales”. Vale, pero agreguemos que las maniobras espectrales de Urdangarin -por citar a un usuario frecuente del yate- han escarmentado a la ciudadanía sobre el altruismo y sus costosas secuelas.

El ministro más desconocido del Gobierno, un tal Morenés, fue interrogado sobre la devolución del Fortuna. La entrevista tuvo lugar poco después de la renuncia por parte del Rey a un objeto que nunca ha poseído, pues fue recogido por Patrimonio para indignación de los endomingados empresarios. El ministro de Defensa recordó que la esencia lógica del regalo radicaba en que no se reclamaba su retorno. Cabe imaginar su estupefacción al comprobar que tenía que comerse sus sabias palabras.

El pueblo no tiene derecho a un yate, según comprobó Felipe González cuando se presentó en Mallorca a bordo del Azor franquista. Un barco no es interclasista, y el Fortuna se había convertido en un elefante muerto y varado. Dado que el Rey no podría utilizarlo jamás con su precaria estabilidad, decidió despojar del Fortuna a la Reina, que el domingo 11 de agosto salió a navegar con la lancha rápida de la Familia Real. Adivine quién paga.

placeholder El rey Juan Carlos duchándose a bordo del 'Fortuna' durante unas vacaciones en Ibiza. (I.C.)

Los ciudadanos estaban resignados a perder derechos irrenunciables en la sanidad y en la educación, pero nunca hubieran imaginado que los empresarios les arrebatarían el yate que tanto les había costado preservar. Si Blair bautizó a la difunta Lady Di, veraneante en Mallorca con y sin la adherencia de Carlos de Inglaterra, como “la princesa del pueblo”, el Fortuna es “el yate del pueblo”. Resulta por tanto inexplicable que se entregue a linajes tan poco necesitados de regalos públicos como Escarrer, Hidalgo, Fluxá, Barceló o Matutes. La paradoja de quitar a los pobres para dar a los ricos arranca de la patraña inicial, “Los empresarios regalan un yate al Rey”.

Casa Real Rey Don Juan Carlos