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El largo brazo del 'Ciudadano J. Kane'
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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El largo brazo del 'Ciudadano J. Kane'

Quienes amamos esta profesión dimos nuestros primeros pasos sobre la alfombra del respeto, e incluso la admiración, de nuestros mayores. En aquellos años de facultad les

Quienes amamos esta profesión dimos nuestros primeros pasos sobre la alfombra del respeto, e incluso la admiración, de nuestros mayores. En aquellos años de facultad les vimos como viejos lobos de mar curtidos en mil batallas detrás de la noticia. Es esta una profesión hermosa porque es hermoso su fin: la verdad y, detrás de ella, la libertad. Pero no siempre las cosas son tan idílicas ni los viejos lobos de mar son siempre unos caballeros. En algún momento la venda acaba cayendo de los ojos y aquéllos a los que uno imaginaba como héroes batallando y subidos en el caballo de la decencia, se tornan humanos sin escrúpulos a los que preocupan más los ceros de su cuenta corriente que la naturaleza cierta de un titular a cuatro columnas. Aquel a quien de jóvenes comparábamos con Joseph Pulitzer, resultó acabar siendo Randolph Hearst. He visto lo bajo que se puede caer con tal de obtener una exclusiva, he sido testigo de cómo se hunde a una persona y se traiciona su confianza para vender cuantos más periódicos mejor y, además, utilizar esa muestra de confianza para devolverla en forma de dardos envenenados y burla pintoresca. Saben de sobra a qué me refiero. El viernes pasado el diario de cabecera del Ciudadano Kane se agotó en muchos quioscos de España -en Valladolid la edición se vendió completa-, y seguramente este domingo habrá conseguido una de sus tiradas históricas. En términos de venta y de notoriedad, la jugada le ha salido maestra, pero pocas veces se podrá actuar desde tan absoluta ausencia de moral.

 

Ha sido una semana repleta de éxitos para Ciudadano Kane. La culata de su imaginario colt sumaba una nueva muesca la noche del jueves cuando se anunciaba como definitiva la marcha de Ramón Calderón del Real Madrid. Y el viernes por la mañana estrechaba un poco más el círculo de asfixia y acoso que mantiene desde hace casi un año sobre el líder del PP, Mariano Rajoy, y su equipo de jóvenes promesas de la política española. La portavoz había pecado de ingenua, no por el posado en sí, sino porque debía de haber tenido en cuenta con quien se jugaba los cuartos. En el póker no basta con tener un full y algo de osadía, hay que saber también quién es, de todos los que están en la mesa, el que se guarda la carta en la manga para dar el cambiazo y extender los cuatro ases sobre el tapete. La buena fe en política se paga cuando te echas en brazos de tu peor enemigo. Las amistades en esta profesión son peligrosas, y, las verdaderas amistades, escasas. Y cuando Ciudadano Kane sale de caza, no le perdona la vida a ninguna de sus posibles presas, sobre todo si el premio de alguna de ellas le conduce a la pieza mayor: Rajoy. Es en estos casos cuando uno echa la vista hacia atrás y se pregunta donde está todo aquello tan ilusorio de las cinco ‘W’ (what, who, where, when and why) y la ética periodística, pero con el tiempo uno se da cuenta de que la ética y la moral murieron el día en que la nómina del poder pasó a importar más que el titular.

Ciudadano Kane era consciente de que el posado realizado de manera expresa para una determinada publicación y con un objetivo muy concreto tendría una repercusión infinitamente mayor si lo robaba de su ubicación original para convertirlo en lo que no tenía que ser. ¿Hubo premeditación? Seguro. La víctima no pensó que tal cosa pudiera ocurrir y no tuvo la sagacidad de blindarse por escrito. Por lo tanto no prohibió, es cierto, pero tampoco autorizó. De haber pedido el permiso, Ciudadano Kane no lo hubiera obtenido. Obvió la primera regla de todo periodista que se precie, es decir, contrastar la información o, en este caso, solicitar el conveniente beneplácito. No contento con ello, abusó de la buena fe de su víctima y utilizó el hecho en sí, no para congraciarse, sino para destrozar su imagen pública provocando un debate que, de haberse circunscrito al escenario pactado, nunca se hubiera producido. Y después de haber revisado el domingo la publicación para la que originalmente se hizo el trabajo, y éste mismo, la constancia de que esto hubiese sido así es del todo cierta.

Como lo es, también, la de que esa imagen ha roto, para bien, muchos esquemas y aplastado otros tantos estereotipos. La política es el arte de la seducción. Adolfo Suárez manejaba con indudable maestría su sex apeal, y no había una madre en España que no lo quisiera de novio para su hija, o de amante bandido escondido en la tenue sombra de un portal o la habitación lúgubre de un hostal de carretera. En ese afán por conquistar al sexo opuesto, Aznar ha caído en las garras de una absurda vigorexia y una enfermiza obsesión por su imagen en la que, sin embargo, no logra nunca asemejarse a Brad Pitt y sí, en cambio, a Diego el Cigala. Pero entre la seducción de la mirada masculina y la seducción de la mirada femenina ha existido hasta ahora un campo abonado al machismo ramplón y pendenciero, y mientras al hombre se le permite todo y todo se le perdona, a la mujer se la examina con lupa, incluso por sus propias congéneres, algunas de las cuales seguramente llevadas por una malsana envidia, despellejan a la interfecta sin piedad y con argumentos francamente sublimes por estúpidos. Así, seguro que Thelma y Louise, también conocidas como la Ambición Rubia y la Morena Peligrosa, se habrán hartado de ofrecer argumentos con los que Ciudadano Kane ha podido llenar estos días ríos de tinta para cubrir de dudas la acción que él mismo apadrinó.

De todo esto cabe sacar conclusiones no poco importantes. La primera, que la política española no está todavía preparada para que la seducción la ejerzan las mujeres. En el mismo dominical en el que se publicaba el reportaje de marras, tan solo unas páginas más adelante encontrábamos unas fotos de Barack Obama, con unos cuantos años menos y una sensualidad a flor de piel, que sigue fomentando como parte de su seductora aproximación a las clases medias americanas. La insinuación no está reñida con la inteligencia, y la combinación de ambas facultades puede ser un arma mortal que acabe con la primacía masculina en el mundo de la política, de ahí el temor de muchos a perder posiciones en una guerra en la que el hombre parte con adquirida ventaja. La segunda, que con Ciudadano Kane no caben errores porque es de sobra conocida su habilidad para aprovecharlos. Rajoy ya sabe cómo se las gasta y no puede volver a perder el paso ni una sola vez, ni flaquear ni que parezca que lo hace. Y ella ya es consciente de que los lobos esteparios que la ansían no se encuentran embozados en las esquinas de los pasillos del Congreso, sino abiertamente dispuestos a morderla en las páginas del mismo periódico que la sedujo con palabras bonitas para luego asestarle eso que en castellano se llama una puñalada trapera. Así se las gasta Ciudadano Kane.

Quienes amamos esta profesión dimos nuestros primeros pasos sobre la alfombra del respeto, e incluso la admiración, de nuestros mayores. En aquellos años de facultad les vimos como viejos lobos de mar curtidos en mil batallas detrás de la noticia. Es esta una profesión hermosa porque es hermoso su fin: la verdad y, detrás de ella, la libertad. Pero no siempre las cosas son tan idílicas ni los viejos lobos de mar son siempre unos caballeros. En algún momento la venda acaba cayendo de los ojos y aquéllos a los que uno imaginaba como héroes batallando y subidos en el caballo de la decencia, se tornan humanos sin escrúpulos a los que preocupan más los ceros de su cuenta corriente que la naturaleza cierta de un titular a cuatro columnas. Aquel a quien de jóvenes comparábamos con Joseph Pulitzer, resultó acabar siendo Randolph Hearst. He visto lo bajo que se puede caer con tal de obtener una exclusiva, he sido testigo de cómo se hunde a una persona y se traiciona su confianza para vender cuantos más periódicos mejor y, además, utilizar esa muestra de confianza para devolverla en forma de dardos envenenados y burla pintoresca. Saben de sobra a qué me refiero. El viernes pasado el diario de cabecera del Ciudadano Kane se agotó en muchos quioscos de España -en Valladolid la edición se vendió completa-, y seguramente este domingo habrá conseguido una de sus tiradas históricas. En términos de venta y de notoriedad, la jugada le ha salido maestra, pero pocas veces se podrá actuar desde tan absoluta ausencia de moral.

Pedro J. Ramírez Soraya Sáenz de Santamaría Mariano Rajoy