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El Bueno, el Feo y el Malo
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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El Bueno, el Feo y el Malo

En tan solo una semana nos hemos enterado de que el líder del BNG y vicepresidente de la Xunta de Galicia, Anxo Quintana, se dedica al

En tan solo una semana nos hemos enterado de que el líder del BNG y vicepresidente de la Xunta de Galicia, Anxo Quintana, se dedica al secuestro político de abuelitos, y a paseos marítimos en el yate de un empresario con más que dudosas adjudicaciones por parte del Gobierno gallego. Esto es solo la punta del iceberg, porque seguro que si seguimos tirando de la manta nos encontramos con que esos nacionalistas radicales de izquierdas que siempre van de puristas perdonando la vida al resto de los mortales, que hacen gala de su honestidad y de la transparencia con la que llevan a cabo su gestión, que se proclaman defensores de la austeridad y la limpieza en el manejo de la res pública, que alardean de ecologismo y de servicios a los más marginados de la sociedad, a la hora de la verdad en cuanto se sientan en el sillón del poder -en la poltrona, vamos-, resultan ser los más deshonestos, los más rapiñadores, los menos austeros, los más amigos de lo ajeno, los menos ocupados por el medio ambiente y el ambiente entero, y los que más se aproximan a los listos de turno, esos que siempre sacan tajada de sus relaciones con el poder y de las adjudicaciones del mismo. Si a todo eso añadimos una política impositiva en todo lo que se refiere a las ‘señas de identidad’ y excluyente de aquellos que manifiestan su democrática discrepancia, la conclusión es que estos nacionalistas son malos, pero no malos de inútiles, sino de maldad. Que se lo pregunten a los pobres ancianos secuestrados de su viaje a Portugal para soportar un mitin a traición de Quintana, que además tuvo la osadía de pedirles el voto con una frase más o menos como esta: “Ustedes se han pasado cuatro años pidiéndome cosas a mí, y ahora yo les pido una a ustedes: vótenme”. Alucinante. Quintana tiene el respeto por la libertad y la democracia asentado en el interior de sus calzoncillos. Es malo, pero malo con ganas.

 

Y a un malo, solo podía unirse un feo. La política conlleva un componente de estética importante: no basta con ser honrado, además hay que parecerlo. Cuando quien gobierna se rodea de toda clase de lujos; cuando quien gobierna parece que lo hace para satisfacer sus propias necesidades, aquellas de las que antes carecía; cuando quien gobierna parece más preocupado de aparentar que de gestionar, algo falla, y algo grave. Touriño ha salido muy tocado de esta campaña y supongo que si al final, gracias a Garzón, consigue revalidar su gobierno –cosa que, francamente, por el bien de los gallegos espero que no ocurra-, se lo pensará dos veces antes de volver a redecorar su vida y no precisamente en Ikea. O no lo hará, porque en el fondo esto de rodearse de lujo y placeres mundanos les gusta demasiado, hasta el punto de tergiversar la ley y manipularla a su antojo para que Squeeze pueda hacerse un ático de lujo a 20 metros del mar en Villa PSOE. ¿Por qué va a viajar Touriño en un coche normal, pudiendo hacerlo en un lujoso Audi con servicio de a bordo incluido? Y si son cuatro, mejor. Miren, lo uno, lo del malo, y esto, lo del feo, forma parte de lo mismo, de una concepción patrimonialista del poder propia de la izquierda. Esa concepción patrimonialista es la que lleva a secuestrar ancianos y a gastar por encima de lo debido en lujos personales, y al mismo tiempo abandonar a los gallegos a su suerte, que es exactamente lo que está haciendo el Gobierno de la Xunta. Fíjense que entre ellos no se pueden ni ver, pero lejos de romper su joint venture de negocios y política, Quintana y Touriño reforzarán los lazos que les unen, porque es la única manera de seguir estrujando a los gallegos para poder robar otros cuatro años más.

La perspectiva para los gallegos y para los que disfrutamos de tanta cosa buena que tiene aquella tierra sería horrible si no fuera porque existe alternativa, y se llama Alberto Núñez Feijóo. La diferencia entre el comportamiento de unos y de otro la tuvimos hace unos días cuando nada más conocer que el cabeza de lista por Orense había tenido algunos problemas con Hacienda, Alberto Nüñez Feijóo no se lo pensó dos veces y sobre la marcha los apartó de la carrera política, a pesar de que el candidato prometía y suponía un duro golpe para su proyecto. Por supuesto, la izquierda ha querido erosionar al candidato del PP por este asunto, y a pesar de que entre los candidatos del PSdeG y del BNG se encuentran tipos muy poco fiables, algunos con causas abiertas por la Justicia, no han dudado en atacar a Feijóo que, sin embargo, se ha comportado como cabe esperar que lo haga un dirigente político. Pero la izquierda y los medios que le hacen el juego no atienden a razones, y menos cuando las encuestas ponen en aprietos sus expectativas de seguir al frente del chiringuito. Núñez Feijóo ofrece muchas más garantías que cualquiera de sus contrincantes: garantías de diálogo frente a la imposición, de honradez frente al despilfarro y la mano en la caja, de gestión eficaz frente a la incompetencia y la inacción, de modernidad frente al rancio tribalismo nacionalista, de apertura frente a la obcecación, de seguridad frente al sin vivir de un gobierno en permanente estado de tensión y enfrentamiento, de cohesión frente a la división de opiniones de Quintana y Touriño, de un gobierno unívoco frente a un Ejecutivo dividido en dos con todo lo que eso supone tanto en gestión como en gasto.

Verán, lo de Quintana y Touriño ha sido cuatro años de matrimonio de conveniencia, una farsa montada con el único propósito de asentarse en el machito y evitar como fuera que gobernara el PP pese a ser el partido más votado, aunque eso supusiera cuatro años de tensiones y diferencias considerables que han llevado a la Xunta a una situación insostenible, al tiempo que se ahondaba en el enfrentamiento como marco de convivencia. Galicia siempre ha sido una tierra amable y bondadosa, pero desde que gobierna el matrimonio mal avenido Quintana-Touriño se ha convertido en un lugar en el que reina la amargura y el mal humor. Es posible que a este cáncer de resentimiento y tribalismo le quede poco tiempo de existencia, porque las encuestas dicen que es muy posible que Feijóo vuelva a obtener la mayoría absoluta que perdió Fraga hace cuatro años. Quizá entonces el problema fue Fraga, y ahora sin él… No sé, siempre tiendo a ponerme en lo peor porque es más agradable la alegría propia de un resultado mejor de lo esperado que la desilusión contraria, pero si los gallegos son inteligentes, y creo que lo son y mucho, no permitirán que esta nefasta pareja de estrechos enemigos vuelva a tomar las riendas de la Xunta, y dejarán que sea un hombre aparentemente íntegro como Feijóo el que les saque del lío en el que les han metido el Feo y el Malo. En las pelis siempre gana el Bueno…, ¿no?

En tan solo una semana nos hemos enterado de que el líder del BNG y vicepresidente de la Xunta de Galicia, Anxo Quintana, se dedica al secuestro político de abuelitos, y a paseos marítimos en el yate de un empresario con más que dudosas adjudicaciones por parte del Gobierno gallego. Esto es solo la punta del iceberg, porque seguro que si seguimos tirando de la manta nos encontramos con que esos nacionalistas radicales de izquierdas que siempre van de puristas perdonando la vida al resto de los mortales, que hacen gala de su honestidad y de la transparencia con la que llevan a cabo su gestión, que se proclaman defensores de la austeridad y la limpieza en el manejo de la res pública, que alardean de ecologismo y de servicios a los más marginados de la sociedad, a la hora de la verdad en cuanto se sientan en el sillón del poder -en la poltrona, vamos-, resultan ser los más deshonestos, los más rapiñadores, los menos austeros, los más amigos de lo ajeno, los menos ocupados por el medio ambiente y el ambiente entero, y los que más se aproximan a los listos de turno, esos que siempre sacan tajada de sus relaciones con el poder y de las adjudicaciones del mismo. Si a todo eso añadimos una política impositiva en todo lo que se refiere a las ‘señas de identidad’ y excluyente de aquellos que manifiestan su democrática discrepancia, la conclusión es que estos nacionalistas son malos, pero no malos de inútiles, sino de maldad. Que se lo pregunten a los pobres ancianos secuestrados de su viaje a Portugal para soportar un mitin a traición de Quintana, que además tuvo la osadía de pedirles el voto con una frase más o menos como esta: “Ustedes se han pasado cuatro años pidiéndome cosas a mí, y ahora yo les pido una a ustedes: vótenme”. Alucinante. Quintana tiene el respeto por la libertad y la democracia asentado en el interior de sus calzoncillos. Es malo, pero malo con ganas.