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Una majadería detrás de otra
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Una majadería detrás de otra

Primera majadería: dice el Gobierno que va a cambiar el sistema productivo por ley. Cágate lorito. Perdón, pero me ha salido así. Los sistemas productivos no

Primera majadería: dice el Gobierno que va a cambiar el sistema productivo por ley. Cágate lorito. Perdón, pero me ha salido así. Los sistemas productivos no los cambian los gobiernos, sino los mercados, que son los que en función de las circunstancias económicas se adaptan a los cambios y en un marco de libertad eligen hacia dónde orientan sus inversiones. Los gobiernos tienen en su mano favorecer ese proceso de adaptación mediante el marco regulatorio, pero implica hacer justo lo contrario de lo que pretende hacer este Gobierno, es decir, llevar adelante reformas estructurales que contribuyan a modificar el entorno económico, y no imponer la planificación económica por decreto. Lo primero ayuda a los agentes económicos a tomar sus decisiones, y en ese sentido lo razonable sería que el Gobierno acometiera un ambicioso programa de reformas dirigido a la política fiscal, el marco de relaciones laborales, la educación, la Seguridad Social, las pensiones, etcétera.

No tiene sentido, por ejemplo, que a Rodríguez se le llene la boca de loas a la economía sostenible cuando resulta que desde hace un año se han paralizado todas las inversiones en energías renovables, sobre todo en huertos solares, porque el marco legal español es tremendamente enrevesado y dificultoso para el inversor extranjero. Es de un cinismo y una hipocresía que sí que resultan insoportables. Pero lejos de aceptar sus errores y, por lo tanto, corregirlos, Rodríguez se mantiene firme, impasible el ademán, en la mentira y el engaño, y buena prueba de ello ha sido el bochornoso espectáculo de las famosas medidas anunciadas en el Debate del Estado de la Nación y enviadas al baúl de los recuerdos veinticuatro horas después, y el no menos vergonzoso arranque y marcha atrás de la reforma laboral pactada con CiU y a la que Rodríguez dio estocada después de recibir una llamada de Méndez y Toxo en la que solo dijeron las dos palabras que más teme el presidente: huelga general.

En este país, para desgracia de los trabajadores, mandan Méndez y Toxo y eso solo significa que seguiremos sumergidos en las profundidades de la recesión y la destrucción de empleo por los siglos de los siglos, porque Rodríguez no tiene lo que hay que tener para sacar a este país de la crisis, porque para ello tendría que enfrentarse con el estalinismo sindical. Entre otras cosas porque el primer estalinista de este país, es él. Por eso lo que propone el Gobierno como medicina contra la crisis es un programa de planificación económica bautizado eufemísticamente como Nuevo Modelo Productivo o Ley de la Economía Sostenible, pero que en el fondo no es otra cosa que una nueva vuelta de tuerca a la libertad de mercado y un retroceso en los avances conseguidos hasta ahora en el progreso y desarrollo sociales de nuestro país. Sí, claro, nos lo venderán como la panacea en el avance de los derechos, pero en el fondo se trata de más control, de más regulación, y de más demagogia para tapar el verdadero proyecto planificador de Rodríguez.

Segunda majadería: un feto de trece semanas no es un ser humano. Estamos en lo mismo, no se crean, y por eso una majadería tiene que ver con la otra porque de lo que se trata es de abrir las puertas a la irresponsabilidad en algo tan grave como la muerte de seres humanos indefensos, y cerrarlas a la posibilidad de que alguien pueda elegir libremente qué tipo de relación laboral quiere tener con su empresa. Abrazamos la cultura de la muerte, y negamos la cultura de la libertad. Bien, si un ser humano vivo de trece semanas no es un ser humano, entonces, ¿qué es? La especie es congénita, un ser humano lo es desde el mismo momento de la concepción, igual que un huevo de gallina es un huevo de gallina aunque alguien se lo coma con chorizo y patatas fritas. Negar esa evidencia es propio de una mente obtusa y, sinceramente, estúpida, porque no cabe otro calificativo ante semejante majadería. Otra cosa bien distinta es discernir el momento en el que ese ser humano deja de ser un conjunto de células y se convierte en una compleja combinación de elementos que lo definen. Cuando se elaboró la primera Ley de despenalización del aborto en unos determinados supuestos -porque no olvidemos que se trata de eso, de ‘despenalizar’ unos supuestos de lo que toda ley que se precie de serlo considera un crimen, porque de hecho lo es- la ciencia tenía bastante menos claro que ahora cuándo ese ser humano podía ser capaz de sobrevivir por sí mismo.

Hoy sabemos que un feto de trece semanas puede ser objeto de una intervención quirúrgica dentro del útero materno, o que otro de 22 semanas puede sobrevivir fuera del mismo. Es importante esto, porque desplaza el debate de la cuestión religiosa y lo lleva al terreno de la ciencia: y es en este terreno donde el pro-abortismo pierde puestos respecto a los partidarios del derecho a la vida, porque cada vez es más evidente que el aborto es una auténtica barbaridad y que supone una de las mayores derrotas sociales de las sociedades modernas. A la izquierda le incomoda sobremanera este debate, porque en el fondo le crea un problema de conciencia: ¿cómo se puede estar en contra de la pena de muerte y a favor de matar a un ser humano inocente e indefenso en el seno materno? Es inexplicable, y solo se puede entender en una dimensión, la de que la izquierda ha perdido por completo cualquier resto de moralidad, que su relativismo es tal que llega al punto de esa contradicción.

Se me dirá que mucha gente de derechas acepta el aborto, y es cierto, pero no hace de ello una bandera, y sólo lo acepta como un último recurso en situaciones límite, no como algo a lo que se pueda recurrir simplemente porque resulta más satisfactorio hacer ciertas cosas sin condón que con él, y por el contrario esa gente se muestra más partidaria de buscar fórmulas que eviten embarazos no deseados y, sobre todo, de que el Estado ponga todos los medios de su parte para que una mujer no se tenga que ver en la necesidad de abortar. Pero como ver las cosas desde este punto de vista resulta muy poco ‘progresista’, las terminales mediáticas de la izquierda y los Legionarios del Pensamiento Único resuelven el asunto comparando un embarazo con una fractura de cadera. O sea, que un feto es como un hematoma. Pues no sabía yo que un hematoma era capaz de alimentarse, respirar e incluso sentir como sí puede hacer un feto de trece semanas. No, verán, los niveles de demagogia de la izquierda entorno a este asunto sí que llegan a ser insoportables, porque al final de lo que se trata es de decantarse por una u otra postura: la que defiende la vida incluida de la del feto cuyo derecho está reconocido por Naciones Unidas, o los partidarios de matarlo. Es así, aunque no les guste escucharlo porque duele.

Tercera majadería: los padres no deben interferir en las decisiones de sus hijos. A mí me gustaría saber que haría Rodríguez si un día de estos su hija que acaba de cumplir los 16 años decide salir en pelotas en la portada de Interviú. ¿Interferiría o no interferiría? Miren, aunque todo lo anterior es grave, ésta es probablemente la mayor de todas las majaderías porque es el resumen en muy pocas palabras del pensamiento relativista y antisocial de José Luis Rodríguez Zapatero, con todas las consecuencias que eso tiene. Esa frase es la expresión sincera de cuál es su visión de la sociedad: una sociedad controlada por el poder, manejada por el poder, educada por el poder, sometida al poder, sin capacidad de decisión por sí misma, en la que desaparece la familia como núcleo de la sociedad y es sustituida por la comunidad.

Les suena, ¿verdad? Ya lo describió George Orwell, pero ése es en definitiva el modelo en el que cree Rodríguez, un modelo en el que unos padres que quieran educar a sus hijos en unos valores distintos o diferentes a los del Pensamiento Único, serán considerados reos de delito. No es ninguna exageración: cualquier día de estos decirle a un niño que la homosexualidad es una elección libre y respetable, pero que lo normal es la heterosexualidad, podrá ser motivo de sanción, si no de cárcel. Y, ¿cómo se consigue modificar la actual estructura de valores que tiene la sociedad? Impidiendo que los padres puedan, en efecto, ‘interferir’ en las decisiones de sus hijos o, dicho de una manera más comprensible: evitando que la educación de los hijos dependa de los progenitores y, para eso, lo que hace el Gobierno es bajar cada vez más la edad en la que se considera a un joven los suficientemente responsable como para tomar sus decisiones. Todo, al final, se resume en una dicotomía expuesta al principio: planificación frente a libertad. Pura planificación estalinista.

Primera majadería: dice el Gobierno que va a cambiar el sistema productivo por ley. Cágate lorito. Perdón, pero me ha salido así. Los sistemas productivos no los cambian los gobiernos, sino los mercados, que son los que en función de las circunstancias económicas se adaptan a los cambios y en un marco de libertad eligen hacia dónde orientan sus inversiones. Los gobiernos tienen en su mano favorecer ese proceso de adaptación mediante el marco regulatorio, pero implica hacer justo lo contrario de lo que pretende hacer este Gobierno, es decir, llevar adelante reformas estructurales que contribuyan a modificar el entorno económico, y no imponer la planificación económica por decreto. Lo primero ayuda a los agentes económicos a tomar sus decisiones, y en ese sentido lo razonable sería que el Gobierno acometiera un ambicioso programa de reformas dirigido a la política fiscal, el marco de relaciones laborales, la educación, la Seguridad Social, las pensiones, etcétera.